¿Qué es la sequía y cómo está repercutiendo en el planeta?

Las situaciones de sequía han aumentado en el planeta casi un 30% desde que se inició el siglo XXI. La ausencia de lluvias y el cambio climático amenazan la subsistencia de millones de personas y provocan pérdidas económicas y humanas.


Durante miles de años, los mayas invocaron al dios Chaac cada vez que les faltaba el agua. Le pedían lluvias abundantes para que sus cultivos volviesen a crecer fuertes y resistentes. Sin embargo, sus plegarias no siempre eran escuchadas. En ocasiones este dios, que los mayas representaban como un anciano con una larga nariz curvada hacia arriba, dejaba pasar meses sin enviar una sola gota de lluvia sobre los cultivos.

La sequía puso en jaque en numerosas ocasiones al imperio maya, hasta el punto de alterar su estabilidad política y social y alimentar numerosos conflictos. Hoy, este fenómeno sigue afectando a la región en la que creció esta civilización y a muchas otras zonas del mundo: se calcula que 55 millones de personas se ven afectadas por las sequías de forma directa cada año.

Las consecuencias son muy variadas, e influyen tanto en el medioambiente como en las sociedades humanas. Al igual que hace cientos de años, las sequías siguen provocando pérdidas en los cultivos, daños en los ecosistemas y otros problemas a nivel medioambiental, económico y social.

La realidad tras una sequía

Se considera sequía un déficit en la disponibilidad de agua en un determinado lugar durante un periodo. Es importante diferenciarlas de otros fenómenos, como la aridez –un término que hace referencia a las condiciones medias de humedad que se registran en un lugar concreto– o la sequía estival –la que se da, por ejemplo, en las zonas de clima mediterráneo durante el periodo cálido del año–.

Esta anomalía se produce fundamentalmente por la falta de lluvias, aunque entran en juego otros factores. “La falta de lluvias es la variable fundamental, pero hay una enorme complejidad de mecanismos e interacciones que también influyen, como la demanda atmosférica, las interacciones de la cubierta vegetal y el papel humano”, explica Sergio Vicente, profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

De acuerdo con el informe ‘Droughts in numbers 2022’, elaborado por la ONU, el número y la duración de las sequías ha aumentado un 29% desde el año 2000, teniendo como referencia las dos décadas anteriores. Sin embargo, y tal y como explica el profesor del CSIC, para entender esta cifra es necesario tener en cuenta que los impactos de las sequías no están aumentando porque se reduzcan las lluvias, sino porque a las temporadas secas se están sumando algunas consecuencias del cambio climático.

“Por ahora, no se observa que las sequías estén siendo más severas porque se den cambios importantes en la pluviometría: las sequías han existido siempre y son características de muchos climas del mundo. El problema es que al déficit de precipitaciones se suman unas temperaturas muy elevadas que hacen que la demanda de agua por parte de la atmósfera sea muy alta y se dé una mayor evaporación”, explica Vicente. “Además, hay que sumar que sectores como la agricultura o el turismo demandan cada vez más agua”, añade.

Desde un punto de vista meteorológico, las sequías no se pueden predecir ni prevenir. Sin embargo, sí se pueden mitigar sus impactos. “Tenemos la capacidad de adaptarnos para crear tanto ecosistemas como sociedades menos vulnerables a la falta de agua”, explica este experto. “Si el agua se gestiona bien, se reducen las consecuencias en caso de sequía. Si se gestiona mal, la severidad de estos fenómenos aumenta”.

De la contaminación a los conflictos: consecuencias de las sequías

Las consecuencias de las sequías son múltiples y se dan a diferentes niveles, como el medioambiental, el económico, el social y el cultural. “A nivel medioambiental, se producen efectos en la contaminación, ya que hay más ozono troposférico, o en la producción primaria de la vegetación, que fotosintetiza menos y absorbe menos carbono”, explica Vicente.

En situaciones de sequías muy severas la vegetación puede llegar a morir, y esto se extiende también a los cultivos. “En zonas bien adaptadas a las sequías, la biodiversidad puede amortiguar estos efectos, pero en otras alteradas por la acción humana, este fenómeno puede llevar a situaciones de degradación irreversibles”, añade el profesor del CSIC.

Tal y como explica la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), las sequías pueden comprometer una amplia gama de servicios ecosistémicos, como los que generan alimentos, combustibles y agua dulce; los que regulan la polinización y controlan las plagas; o los que favorecen la fertilidad del suelo. Las sequías significativas o persistentes pueden alterar estas funciones y el equilibrio de los ecosistemas.
Las sequías también dejan tras de sí numerosas consecuencias sociales y económicas. “Afectan a la agricultura de regadío, a la producción hidroeléctrica, a la calidad del agua y a muchos otros sistemas, tanto de forma directa como indirecta”, explica Vicente. En algunas regiones del mundo, señalan desde la NOAA, pueden provocar inseguridad alimentaria, desempleo, pobreza e inflación, e incluso agravar los conflictos y provocar desplazamientos internos y migraciones.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la sequía amenaza los medios de subsistencia de millones de personas y aumenta su riesgo de enfermar y morir. Entre 1998 y 2017, las sequías causaron pérdidas económicas mundiales de unos 124.000 millones de dólares. Entre 1970 y 2019, provocaron más de 650.000 pérdidas humanas. Más del 90 % de las muertes relacionadas con el clima durante este período ocurrieron en países en vías de desarrollo.

El mapa de la sequía en la actualidad

En los últimos meses, la sequía de países como Chile, Argentina, Somalia y Madagascar ha protagonizado noticias que han dado la vuelta al mundo. Hoy, a estos se suma también la zona del Mediterráneo occidental. “Diferentes regiones de España, Francia, Italia, Marruecos y Argelia están sufriendo una sequía muy severa. Ahora mismo, están entre las zonas más afectadas”, explica el profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología.

“En España, las cuencas que presentan más problemas son las de Cataluña y las del Guadalquivir, porque llevan dos años con niveles de precipitaciones por debajo de los normales. Esto tiene efectos en la generación de escorrentía y en los recursos hídricos. Una de las grandes consecuencias de esta sequía en España se verá en la pérdida de producción de cereales de secano”, asegura.

En el caso de Chile y el norte de Argentina, el problema se ve agudizado por la duración de las sequías, ya que la zona lleva años sufriendo la falta de lluvias. Esto ha provocado importantes pérdidas agrícolas, entre otras consecuencias. Al otro lado del Atlántico, en numerosos países del Sahel y del este de África, las consecuencias de la sequía se magnifican por la situación social, política y económica.

“Allí, los efectos se magnifican. En Somalia, por ejemplo, se están dando muchísimos casos de migraciones y de mortalidad por falta de alimentación. Esto no se puede achacar únicamente a la sequía, ya que entra en juego una situación socioeconómica muy complicada”, señala el profesor del CISC.

Existen soluciones para mitigar los efectos de las sequías, como optimizar el uso del agua para favorecer la eficiencia y contar con herramientas de control de los recursos hídricos. De no actuar de inmediato para favorecer un sistema que pueda hacer frente a las sequías, señala la ONU, este fenómeno puede llegar a afectar a más de las tres cuartas partes de la población mundial para el año 2050.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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Durante miles de años, los mayas invocaron al dios Chaac cada vez que les faltaba el agua. Le pedían lluvias abundantes para que sus cultivos volviesen a crecer fuertes y resistentes. Sin embargo, sus plegarias no siempre eran escuchadas. En ocasiones este dios, que los mayas representaban como un anciano con una larga nariz curvada hacia arriba, dejaba pasar meses sin enviar una sola gota de lluvia sobre los cultivos.

La sequía puso en jaque en numerosas ocasiones al imperio maya, hasta el punto de alterar su estabilidad política y social y alimentar numerosos conflictos. Hoy, este fenómeno sigue afectando a la región en la que creció esta civilización y a muchas otras zonas del mundo: se calcula que 55 millones de personas se ven afectadas por las sequías de forma directa cada año.

Las consecuencias son muy variadas, e influyen tanto en el medioambiente como en las sociedades humanas. Al igual que hace cientos de años, las sequías siguen provocando pérdidas en los cultivos, daños en los ecosistemas y otros problemas a nivel medioambiental, económico y social.

La realidad tras una sequía

Se considera sequía un déficit en la disponibilidad de agua en un determinado lugar durante un periodo. Es importante diferenciarlas de otros fenómenos, como la aridez –un término que hace referencia a las condiciones medias de humedad que se registran en un lugar concreto– o la sequía estival –la que se da, por ejemplo, en las zonas de clima mediterráneo durante el periodo cálido del año–.

Esta anomalía se produce fundamentalmente por la falta de lluvias, aunque entran en juego otros factores. “La falta de lluvias es la variable fundamental, pero hay una enorme complejidad de mecanismos e interacciones que también influyen, como la demanda atmosférica, las interacciones de la cubierta vegetal y el papel humano”, explica Sergio Vicente, profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

De acuerdo con el informe ‘Droughts in numbers 2022’, elaborado por la ONU, el número y la duración de las sequías ha aumentado un 29% desde el año 2000, teniendo como referencia las dos décadas anteriores. Sin embargo, y tal y como explica el profesor del CSIC, para entender esta cifra es necesario tener en cuenta que los impactos de las sequías no están aumentando porque se reduzcan las lluvias, sino porque a las temporadas secas se están sumando algunas consecuencias del cambio climático.

“Por ahora, no se observa que las sequías estén siendo más severas porque se den cambios importantes en la pluviometría: las sequías han existido siempre y son características de muchos climas del mundo. El problema es que al déficit de precipitaciones se suman unas temperaturas muy elevadas que hacen que la demanda de agua por parte de la atmósfera sea muy alta y se dé una mayor evaporación”, explica Vicente. “Además, hay que sumar que sectores como la agricultura o el turismo demandan cada vez más agua”, añade.

Desde un punto de vista meteorológico, las sequías no se pueden predecir ni prevenir. Sin embargo, sí se pueden mitigar sus impactos. “Tenemos la capacidad de adaptarnos para crear tanto ecosistemas como sociedades menos vulnerables a la falta de agua”, explica este experto. “Si el agua se gestiona bien, se reducen las consecuencias en caso de sequía. Si se gestiona mal, la severidad de estos fenómenos aumenta”.

De la contaminación a los conflictos: consecuencias de las sequías

Las consecuencias de las sequías son múltiples y se dan a diferentes niveles, como el medioambiental, el económico, el social y el cultural. “A nivel medioambiental, se producen efectos en la contaminación, ya que hay más ozono troposférico, o en la producción primaria de la vegetación, que fotosintetiza menos y absorbe menos carbono”, explica Vicente.

En situaciones de sequías muy severas la vegetación puede llegar a morir, y esto se extiende también a los cultivos. “En zonas bien adaptadas a las sequías, la biodiversidad puede amortiguar estos efectos, pero en otras alteradas por la acción humana, este fenómeno puede llevar a situaciones de degradación irreversibles”, añade el profesor del CSIC.

Tal y como explica la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), las sequías pueden comprometer una amplia gama de servicios ecosistémicos, como los que generan alimentos, combustibles y agua dulce; los que regulan la polinización y controlan las plagas; o los que favorecen la fertilidad del suelo. Las sequías significativas o persistentes pueden alterar estas funciones y el equilibrio de los ecosistemas.
Las sequías también dejan tras de sí numerosas consecuencias sociales y económicas. “Afectan a la agricultura de regadío, a la producción hidroeléctrica, a la calidad del agua y a muchos otros sistemas, tanto de forma directa como indirecta”, explica Vicente. En algunas regiones del mundo, señalan desde la NOAA, pueden provocar inseguridad alimentaria, desempleo, pobreza e inflación, e incluso agravar los conflictos y provocar desplazamientos internos y migraciones.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la sequía amenaza los medios de subsistencia de millones de personas y aumenta su riesgo de enfermar y morir. Entre 1998 y 2017, las sequías causaron pérdidas económicas mundiales de unos 124.000 millones de dólares. Entre 1970 y 2019, provocaron más de 650.000 pérdidas humanas. Más del 90 % de las muertes relacionadas con el clima durante este período ocurrieron en países en vías de desarrollo.

El mapa de la sequía en la actualidad

En los últimos meses, la sequía de países como Chile, Argentina, Somalia y Madagascar ha protagonizado noticias que han dado la vuelta al mundo. Hoy, a estos se suma también la zona del Mediterráneo occidental. “Diferentes regiones de España, Francia, Italia, Marruecos y Argelia están sufriendo una sequía muy severa. Ahora mismo, están entre las zonas más afectadas”, explica el profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología.

“En España, las cuencas que presentan más problemas son las de Cataluña y las del Guadalquivir, porque llevan dos años con niveles de precipitaciones por debajo de los normales. Esto tiene efectos en la generación de escorrentía y en los recursos hídricos. Una de las grandes consecuencias de esta sequía en España se verá en la pérdida de producción de cereales de secano”, asegura.

En el caso de Chile y el norte de Argentina, el problema se ve agudizado por la duración de las sequías, ya que la zona lleva años sufriendo la falta de lluvias. Esto ha provocado importantes pérdidas agrícolas, entre otras consecuencias. Al otro lado del Atlántico, en numerosos países del Sahel y del este de África, las consecuencias de la sequía se magnifican por la situación social, política y económica.

“Allí, los efectos se magnifican. En Somalia, por ejemplo, se están dando muchísimos casos de migraciones y de mortalidad por falta de alimentación. Esto no se puede achacar únicamente a la sequía, ya que entra en juego una situación socioeconómica muy complicada”, señala el profesor del CISC.

Existen soluciones para mitigar los efectos de las sequías, como optimizar el uso del agua para favorecer la eficiencia y contar con herramientas de control de los recursos hídricos. De no actuar de inmediato para favorecer un sistema que pueda hacer frente a las sequías, señala la ONU, este fenómeno puede llegar a afectar a más de las tres cuartas partes de la población mundial para el año 2050.

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