“En American Psycho me pagaron el mínimo legal. Los maquilladores se reían de mí porque cobraba menos incluso que ellos”: Christian Bale

Es uno de los mejores intérpretes del mundo, lleva décadas pretendiendo no ser él. A sus 47 años, nos deleita con un infrecuente ejercicio de sinceridad sobre una carrera que no eligió y sobre una vida que a veces no termina de entender. Este año ha estrenado ya dos películas, entre ellas Thor: Love & Thunder, y el 23 de diciembre podremos verlo en The Pale Blue Eye, en Netflix.


Christian Bale rodó tres películas el año pasado, pero lleva meses sin ver un set de rodaje. No tiene ni idea de cuándo volverá a pisar uno, y eso le hace tremendamente feliz. “Podría estar sin trabajar toda la vida”, aclara. Llega un poco tarde a nuestra cita en un diner de Santa Mónica cuyo nombre me pide que no revele porque suele venir aquí con David O. Russell —el director de una de las películas del año pasado— para comentar guiones y observar a la gente. Mientras hablamos, de hecho, se distrae siguiendo los movimientos de varios personajes a los que ha puesto nombre, clientes habituales de la zona a los que considera viejos amigos, gente que no sabe quién es Christian Bale y que, aunque lo supiera, no le importaría.

El actor lleva una camiseta y unos pantalones oscuros y sin forma, y una barba muy poblada con la que podría encarnar perfectamente a un general de la Guerra de Secesión americana. Por encima de esa barba asoma la cara de Batman, o de Patrick Bateman: el rostro de una estrella de cine que lleva 35 años haciendo películas con las que ha obtenido cuatro nominaciones a los Oscar y una estatuilla a Mejor actor secundario por The Fighter (2011). Bale tenía 13 años cuando protagonizó El imperio del sol, de Steven Spielberg, su primera gran película, un papel que buscaba y que básicamente aceptó porque su familia estaba necesitada. Desde entonces, su vida no ha sido lo que se dice normal, pero es que tampoco antes lo era. Su padre, antiguo piloto y asesor financiero, reubicaba constantemente a su familia por todo Reino Unido, empezando de nuevo en cada lugar. A Bale no le va mucho la introspección, pero no es difícil ver a ese niño aún agazapado en su interior: atraído por los extremos, seducido por la reinvención, decidido a arreglar la situación de su familia y ambivalente acerca de lo que tuvo que hacer y lo que hubo de sacrificar para cuidar de ellos.

Debo decir que su manera de evitar la introspección es absolutamente encantadora. Su acento en teoría es galés, y su voz suena más musical y traviesa que en la pantalla. Con esa voz te preguntará si tienes hijos, o cuáles son tus sueños y esperanzas en la vida. Buscará otros artículos que hayas escrito y te hará preguntas muy concretas sobre ellos, y todo para no hablar de sí mismo. En parte, dice, lo hace porque cree que el hecho de que la gente lo conozca de verdad podría arruinar todo aquello que intenta conseguir como actor. Y en parte —y esto lo pienso yo— porque en el fondo todo esto le interesa un comino. Lo que quiere, lo que busca, es la obsesión, o el olvido: la supresión total de su ser. ¡Y qué quieren que les diga! Recomiendo hablar con gente así porque no te aburre nunca. 


Ésta es la razón por la que Christian Bale no concede muchas entrevistas, pero las películas se le han ido acumulado y ha decidido probar. Este verano lo vimos en su papel protagonista en Thor: Love and Thunder. Y este mes regresa con Ámsterdam, la nueva y salvaje película de David O. Russell, en la que interpreta a un hombre tuerto llamado Burt. A finales de año, estrena The Pale Blue Eye, una película de misterio y asesinatos ambientada en el siglo XIX dirigida por Scott Cooper, con quien también trabaja habitualmente. “Es demasiado”, dice sobre el hecho de estrenar tres películas el mismo año: “Nadie lo necesita. Yo no lo necesito. Nadie necesita verme tanto”. Y, sin embargo, aquí estamos. 

Bale lleva viviendo en Los Ángeles desde los 90, pero en un Los Ángeles muy concreto. “Puedes vivir aquí y pasar absolutamente de la comunidad de Hollywood”, dice. “A mí no me va nada ese rollo. Vivo en L.A. porque mi mujer es de aquí. De lo contrario, probablemente viviría en otro sitio. Pero todo el mundo se imagina que la gente del cine se ve muy a menudo, que quedan para hablar de películas y tal. Sólo de pensarlo me dan ganas de darme cabezazos contra la mesa.”


Algunos actores se meten en el cine porque están obsesionados con las películas y los actores, pero no es tu caso, ¿verdad?

Christian Bale: No, para nada. Soy un poco analfabeto en lo que respecta al cine. Decepciono a todo el mundo por lo poco que sé, pero tampoco creo que importe mucho, no es necesario para hacer lo que hago.

Ahora mismo no estás rodando nada. ¿Eres de los que están contentos sin trabajar?

Más que contento, estoy eufórico. Siempre he pensado: ‘¿Cuándo va a terminar esto? Esto se tiene que acabar ya’. Me gusta hacer cosas que no tienen nada que ver con el cine. Y algo que me encanta es no tener que vestirme bien y esas cosas, no pretender ser alguien durante largos periodos de tiempo.

Cuando dices cosas como “tener que vestirme bien”, da la impresión de que te ha dado vergüenza tener que hacerlo…

Ah sí, totalmente, y desde hace muchos años. Te diría incluso que me mortifica. A ver, la única razón por la que llamo la atención o me siento útil en este mundo es por pretender no ser yo mismo, por eso hacer entrevistas me resulta extrañísimo, porque pienso: ‘Un momento. Esto va a acabar con mi carrera’.

Conceder esta entrevista no va a arruinar tu carrera.

Ya, por un lado pienso: ‘Vale, hagámosla’. Pero, por otro, me digo: ‘Ten cuidado, no metas la pata, procura que tu carrera no se vaya al traste por esto’. Es como una muerte lenta, como morirse muy, muy lentamente en público.

Pero estás respondiendo una pregunta sobre el hecho de ser entrevistado. Y yo te estoy haciendo una pregunta sobre si te sientes cómodo identificándote como actor, por eso que decías de pasar vergüenza.

Me gusta la locura que implica el trabajo. Supongo que lo que me resulta incómodo es la concepción que tiene la gente de lo que es ser un actor. Quiero decir, ¿cuántos trabajos hay en la vida con los que puedes ayudar a los demás? ¿No estaré creando más ruido de fondo inútil? Pero en lo que respecta a actuar, disfruto con lo ridículo que es. Y luego también me gustan las cosas con las que se puede ir demasiado lejos. La gente es fascinante y me gusta observarla, y lo puedo hacer de una manera que, en otras circunstancias, se percibiría como algo rayano en lo grotesco.

No termino de entender eso de que te encanta aquello con lo que puedes ir demasiado lejos…

Me refiero a la obsesión. Te puedes obsesionar sin que la gente diga: “Está de loco de atar”.  Y a ti, ¿escribir sobre cine es lo que más te gusta? ¿Qué es lo tuyo? En plan: Esto es lo que quiero hacer.

Ahora mismo estoy haciendo lo que quiero hacer.

¿Tienes otras ambiciones?

Esta entrevista es mi ambición. Decías que te habías organizado para tener más tiempo y rodar las tres películas que se estrenan este año, pero que, de repente, llegó la pandemia.

La primera ola de coronavirus en Los Ángeles nos sorpredió en pleno rodaje de Ámsterdam. Creo que teníamos unos 26.000 tests. Hablé con el experto en seguridad y estuvieron analizando todas las escenas antes de rodarlas para ver cuándo abría la boca, y diciendo: “Vale, en esta escena te ríes” o “veo que cantas en esta otra”. Y yo decía: ‘Sí, pero podría reírme o cantar en cualquier escena’. Y ellos: “No, porque eso no está en el guion”. Y yo: ‘A ver, es que esto va a cambiar todos los días. Cambiamos todas las tomas’.

Me gusta cuando cantas en la película.

Muchas gracias. Me encanta cantar. Si hay algo que puedo decir es que probablemente notes que me estoy divirtiendo cuando lo hago. Entré en el estudio de grabación por I’m Not There, la película de Todd Haynes. Y, tío, me lo pasé de maravilla. Creo que lo bordé. Pero luego, cuando lo escuché, me dio la impresión de que habían metido a otro. A lo mejor pensaban que no me daría cuenta, en plan: “Desafina tanto que seguramente ni se entere”. Pero bueno, ya fastidio bastante a mi familia cantando todo el rato. Cada vez que empiezo me tienen que pedir que pare. Pero es que me encanta.


Cuando te pregunto sobre tus películas, terminamos hablando de otra cosa, como sobre cantar, y me da que lo haces a posta.

No, pero creo que es más interesante hablar sobre otras cosas que no sean cosas que ya sé, ¿no?

Vale, pero es que yo no las sé.

Ya.

En Ford vs. Ferrari (2019), la película anterior a las tres que estrenas este año, interpretas a un piloto con un carácter bastante difícil. En un momento dado, el director, James Mangold, te dijo que quería que fueras tú mismo, ¿cierto?

Sí, creo que me estaba tomando un poco el pelo, o quizá no. Aunque tengo que decir que era nuestra segunda película. Tú estás hablando de otra. Nos gusta trabajar juntos. 

¿Entonces no te consideras alguien difícil?

No, para nada. Rotundamente no. Estoy muy agradecido y sorprendido por seguir trabajando, que quede claro. Y hay que mantener esa gratitud. Pero eso no significa que haya que descuidar ciertos estándares. No se trata de decir: ‘Oh, qué feliz y agradecido estoy por trabajar en lo que sea, porque no me lo esperaba’, lo cual es cierto. Pero esa gratitud debe convertirse en: ‘Debo hacer las cosas lo mejor que pueda’. En el mundo del cine también hay personajes apasionados, ¿no? A veces, que te importen las cosas en ciertas personas provoca demasiado entusiasmo. 

“CREO QUE MUCHA GENTE PIENSA EQUIVOCADAMENTE QUE SOY UN ACTOR PROTAGONISTA, Y SIGUEN PENSÁNDOLO, PERO ES ALGO QUE NO ENTIENDO”

Estaba pensando que, de alguna manera, tus tres películas de este año —Ámsterdam, The Pale Blue Eye y Thor— son como un microcosmos de tu carrera. Las dos primeras son el tipo de películas de autor en las que solemos verte, y la tercera es una franquicia de gran presupuesto. ¿Qué es lo que te atrae de megaproducciones como Thor: Love and Thunder?

El personaje me pareció interesante y pensé que igual se podía hacer algo con él. Y además me gustó Ragnarok. Llevé a mi hijo al cine a verla. No paraba de subirse por las butacas, y en un momento dado me dijo que ya había tenido bastante. Y yo: ‘No, no, no. Espera, espera, espera’. Quería quedarme hasta el final.

Algunos actores que han tenido papeles en películas como Thor suelen decir después: “Buen rollo. Me encantó la gente. Pero tanta pantalla chroma no es lo mío”.

Para mí ha sido la primera vez. Yo diría que es muy monótono. Pero sí, la gente es estupenda. Luego hay otros actores que tienen mucha más experiencia que yo al respecto. Por otro lado, apenas puedes diferenciar un día de otro, y no tienes ni idea de qué hacer. Todos los escenarios parecen iguales. No paraban de decirme: “Estás en el escenario tres”. Y yo: ‘¿Y ése cuál es?’. “El azul”; o: “Es que estás en el escenario siete”. ‘¿Pero cuál es ése?’. “El azul”; y yo: ‘¿Pero dónde está?’.

Supongo que no intentaste seguir “el Método” para interpretar al personaje.

Hubiera sido muy patético hacerlo en este caso, mientras intentaba ponerme  o quitarme los colmillos, o explicaba que me había roto una uña o que me estaba pisando la túnica.

En esta película encarnas al villano. Me da la impresión de que te gusta más interpretar a personajes antipáticos que a —y entrecomillo— personajes protagonistas.

Totalmente. Nunca he sido como muchos actores —a quienes respeto muchísimo, por cierto— que piensan que te tiene que gustar tu personaje. No sé si les gustará a los demás o no, pero a mí me parece bien que no me guste.


Me pregunto si esta postura ayuda a mantener tu carrera, ya que lo que haces nunca ha dependido de la simpatía.

Exacto. No entiendo cuando la gente dice que hace las cosas por sus fans. Qué bien suena, ¿no? Qué buena persona tienes que ser, que haces las cosas por tus fans. ¡Maravilloso! ¡Qué corazón tan grande! ¿Entonces por qué empezaste? Nadie tiene fans al principio. Yo prefiero a gente que haga las cosas para ella misma, no quiero que nadie lo haga por mí. ¿Y cómo sabes lo que quiero? Sorpréndeme, hazlo por ti mismo, quiero ver que esto lo es todo para ti. Sé intenso, ve a por todas.

¿Alguna vez te has sentido atraído por la versión más tradicional de la estrella de cine?

Para mí es la clase de gente que es útil siendo ella misma. Y luego está la gente como yo, los que sólo nos sentimos útiles cuando decidimos no ser nosotros mismos. Así que “sé tú mismo” es el peor consejo que puedes darle a alguien como yo, porque precisamente mi carrera ha consistido en ignorar ese consejo, en decirme: ‘No, no, sé otra persona’.

Creo que ya sé lo que vas a contestar, pero ¿tienes alguna teoría que explique tu éxito? Porque no eres un actor de género, también protagonizas películas.

Cero estrategia. Creo que mucha gente piensa equivocadamente que soy un actor protagonista, y siguen pensándolo, pero es algo que no entiendo.

Algunos actores se meten en el cine porque les encantan las películas. Otros, porque les encanta actuar. Otros, porque quieren ser famosos, aunque lo más seguro es que no quieran admitirlo. Lo interesante de tu caso es que no encajas en ninguna de estas categorías, si es que entiendo bien.

Mmm, vale. No. Quiero decir, dime lo que tú crees que soy, pero no…

Bueno, lo que sé es que te metiste en el cine por razones que tenían que ver con la situación en la que se encontraba tu familia. 

Y te diré que sí. Pero mira, un par de amigos y yo hacíamos pequeñas comedietas. Todos los niños lo hacen. Todos los niños actúan un poco de esa manera. Después, viendo cómo estaban las cosas en casa, me di cuenta de que podía ayudarlos si iba por ahí, por eso lo estoy haciendo. En verdad tengo una relación de amor-odio con la interpretación, pero por otro lado creo que es una actitud bastante sana.

¿Alguna vez has intentado retirarte en serio?

¿Qué significa “en serio”? En un par de ocasiones me dio por pensar que no había ido a la universidad, que no había recibido una educación formal, y que tenía que ir por ahí. Pero me duró muy poco. A veces lo intento, pero luego me digo: ‘Venga ya, pero si esto es lo que se te da bien’.

¿Me estás reconociendo ahora que te gusta actuar?

Sí, sí.

¿Cuáles fueron las circunstancias familiares que te empujaron a meterte en la industria?

Varias cosas, temas de salud y cosas así. Y una Gran Bretaña muy artificial también.


Tu padre, que era piloto y asesor financiero, se casó después con Gloria Steinem. Parece que era un tipo interesante.

Sí, era todo un personaje. Fue el único que me hizo confiar en que [mi carrera como actor] podía ser posible. No era un ingenuo, pero me decía: “Si no vas a por ello de verdad, entonces claro que no [es posible]”. Gracias a su influencia nunca sentí la necesidad de tener una red de protección. Mi padre era un nómada; no estaba donde tenía que estar y nos movimos bastante. Pero ¿sabes para lo que era muy bueno? Para entenderte: “Oye, si terminas sentado en una camioneta, o te quedas sin casa y tienes que quedarte en el sofá de un amigo durante un mes, da igual… Tú piensa que todo va a salir bien, porque al final todo se resuelve. Eso se le daba muy bien. No le daba pánico ir así por la vida. Creo que por eso adopté una actitud lo bastante temeraria como para pensar que lo que hago no es nada temerario. ¿Que no tienes trabajo? ¿Que potencialmente no lo tendrás nunca? No pasa nada. Todo va a salir bien. Está claro que de ahí viene mi actitud hacia lo que hago.

Falleció cuando aún estabas en la veintena. ¿Te dejó marca?

Por supuesto. ¿Y tú? ¿Tienes padres?

Sí, tengo padres. También tengo otra pregunta para ti. Tu padre falleció en 2003. Por aquella época, escogiste papeles en películas bastante radicales. Para El maquinista (2004) perdiste una cantidad muy peligrosa de peso, y en 2006 rodaste Rescate al amanecer con Werner Herzog en la jungla tailandesa. ¿Crees que, de alguna manera, ambas cosas estaban conectadas?

Mi padre nunca era aburrido. Me enseñó que ser aburrido era un pecado, así que a lo mejor sí que hay una conexión por ahí. Pero también es cierto que siempre me han atraído los sueños fantásticos de gente como Werner Herzog, porque me gusta ver cómo los llevan a cabo, cómo los enfocan, y luego meterme de lleno en ellos. Son pensadores poco ortodoxos que van a hacer lo que quieren aunque el mundo entero les esté gritando que están absolutamente locos. Eso me recuerda muchísimo a mi padre.

Has vivido de ser actor durante bastante tiempo. A veces te ha costado conseguir papeles, pero otras has destacado mucho, por ejemplo después de American Psycho.

Ahí, por cierto, fue cuando oí hablar de GQ por primera vez. De niño, como crecí en pueblos de Gales, no sabía qué era GQ. La conocí porque a Patrick Bateman le encantaba. Y luego, además, oía cosas como “Esto es GQ total”. Así que, para mí, GQ está hecha por y para yuppies asesinos en serie. Y cualquiera que esté leyendo esto es un yuppie asesino en serie.

A quien esté leyendo esto seguro que le gustará. La película fue un éxito y se convirtió en un icono. Tanto, que seguramente, y por primera vez en tu carrera, te abrió más puertas, ¿no?

Bueno, si te soy sincero, me llevó muchísimo tiempo hacerla, y luego me pagaron lo mínimo que estaban obligados a pagarme legalmente. Tenía una casa que compartía con mi padre y con mi hermana que me iban a embargar. Así que para mí lo primordial era conseguir pasta porque ya había hecho American Psycho. Recuerdo que una vez, sentado en el tráiler de maquillaje, los maquilladores se rieron de mí porque cobraba menos incluso que ellos. Después de la película, mi motivación era conseguir dinero suficiente para que no me embargaran la casa.   

¿Por un segundo pensaste que tu carrera consistía sólo en una forma de ganarte la vida?

Sí. Así es como he ayudado a mi familia desde que tenía 12 o 13 años. Ese elemento siempre ha estado presente. En ningún momento he pensado: ‘Me apetece tomarme cuatro años libres’. Nunca, porque sabía que no iba a pasar, que era imposible.

Me sorprende escuchar que te pagaran tan poco. ¿Fue cosa de American Psycho o de tu posición en la industria en ese momento?

Era más bien debido a mi propia relación con la película. Nadie excepto la directora me quería ahí. Me dijeron que sólo me darían el papel si aceptaba el dinero que querían pagarme. Me estaba preparando para el papel cuando otra gente estaba interpretándolo. Pero yo seguía preparándome. Y al final salió. Perdí la cabeza, pero la recuperé.


Antes que a ti habían seleccionado a Leonardo DiCaprio. He leído que en los 90 perdiste al menos cinco papeles frente a él, entre ellos Titanic.

Oh, tío, no soy sólo yo. Mira, a día de hoy, cualquier papel que consiga cualquier actor es porque antes él ha pasado de hacerlo. Da igual lo que te digan. Da igual la amistad que tengas con los directores. He trabajado muchas veces con algunos y da igual, primero se lo ofrecen a él. Uno de ellos me lo dijo. Así que, gracias, Leo, porque la verdad es que es un actor que puede elegir todos los papeles que hace. Y bien por él, es un tío estupendo.    

¿Alguna vez te lo has tomado personalmente?

No. ¿Sabes lo agradecido que estoy de conseguir un maldito papel? Yo no puedo hacer lo que él hace. Tampoco me gustaría tener la exposición que él tiene. Pero es que además es un actor magnífico. Te diría que casi todos los actores de Hollywood de la edad de Leo deben su carrera a lo que él ha descartado.

Despuntaste como actor infantil y sabes mejor que nadie lo difícil que es para la gente joven convertirse en un actor adulto. ¿Por qué crees que tú lo conseguiste?

Creo que tiene que ver con esa relación de amor-odio de la que hablaba antes. Nunca fui la clase de niño entregado, dispuesto a hacer lo que fuera. A menudo pasaba y ni aparecía en las audiciones; era un “no presentado”. También se me daban muy mal las audiciones porque no es así como trabajo. Si de repente no sé hacer algo, tengo que sentarme y pensar. Pero sí, siempre me sentí diferente a los otros niños. Me sentaba en las audiciones y pensaba: ‘Qué horror, no tengo nada que ver con ellos’. Ellos querían estar ahí, pero yo no estaba seguro de si quería.

Al final te mudaste a Los Ángeles. ¿Por qué?

Me vine aquí por trabajo, pero siempre volvía a Reino Unido, aunque nunca conseguía trabajo allí; aquí sí. Y luego me traje a mi padre porque, por su salud, el clima y demás era mucho mejor aquí.

¿Solías alternar con otros jóvenes actores de Hollywood?

Para nada. Ni los conocía, ni quería conocerlos. Si alguna vez me los encontraba, me iba en dirección contraria. Cuando hice Velvet Goldmine, sí que salíamos por ahí juntos, pero entonces ya era mayor, tenía 23 años.

Pero Velvet Goldmine era una película sobre un grupo de jóvenes que salen de fiesta. Digamos que el papel lo requería.

Exactamente. Acabo de averiguar que hay actores maravillosos que terminan conociéndose y saliendo por ahí y que después pueden actuar juntos perfectamente. Pero yo no puedo, es una de mis limitaciones. Tampoco es que sea un problema. Pero sé cuándo no voy a ser capaz de separar la persona del personaje de otro.

“Aléjate de mí, excepto en el set de rodaje”.

Literalmente. Durante el rodaje de Ámsterdam le tuve que decir a Chris Rock que no podía hablar con él porque, si no, lo haría fatal. Y mira que me encantan sus monólogos. Cuando llegó, le dije: ‘Ah, qué bien. Qué maravilla. ¿Cómo estás, tío?’. Estuvimos hablando un rato y después me fui a rodar una escena, y yo me decía: ‘Dios, aquí estoy de pie, siendo Christian Bale, un fan de Chris Rock’. Así que me acerqué y le dije: ‘Tío, tengo que mantener las distancias’. ¿Has intentado nadar y reírte al mismo tiempo? Yo me ahogaría. No puedo. Tuve que decirle eso a una persona con la que me hubiera gustado seguir conversando.

¿Y cómo se lo tomó?

Me dijo: “Vale, ahora vas a ir de gilipollas. Te vas a convertir en un imbécil y no me vas a dirigir la palabra”. Y le contesté: ‘Sí, tío, lo siento’. Ahí salí perdiendo yo.

Me puedo imaginar a Chris Rock enfadado con Batman. A propósito de lo cual, ¿qué tal fue ser el protagonista de algo tan grande y culturalmente dominante como aquellas tres películas de Batman que rodaste con Christopher Nolan?

En muchos sentidos, siempre me sentí como si lo hubiera hecho otra persona. Yo era como: ‘Ah, sí. Tal cosa pasó allí. Y he oído que tal otra está funcionando muy bien allá. Qué maravilla’. Y después me iba al supermercado a comprar plátanos.

Cuando las películas empezaron a funcionar tan bien, ¿te preocupaste en algún momento por quedarte atascado en el papel de Batman?

Sí, pero me encantaba hacerlo, porque pensaba que a lo mejor había encontrado mi sitio, y que no podría ser otra cosa. Y para mucha gente no lo seré. Yo pensaba que a lo mejor me forzaría a hacer algo diferente. Que quizá me quedaría fuera de esta jodida profesión que me obligaron a ejercer de niño y que yo no quería desde un principio, y que entonces sería libre. Pero luego no sucedió.


Unos días después, Christian Bale llega al mismo diner de Santa Mónica. Llega tarde otra vez, y me dice que está experimentando un déjà vu: “¿Qué dije la última vez? ¿Que me había olvidado el coche en la autopista? Pues hoy igual”. Nos sentamos en la misma mesa. Vemos a los mismos personajes oscuros de Los Ángeles pasando por nuestro lado como tiburones en un acuario. Lleva la misma barba secesionista.

“Perdona por haberte traído aquí de nuevo”, dice. Y luego me suelta que había pensando en llevarme a practicar motocross. “Pero de repente caí en que no puedes hablar con nadie cuando vas en moto. Lo único que puedes hacer es” —y empieza a imitar el movimiento de la muñeca al acelerar—. “Lo cual posiblemente es lo que más querría”. Resulta que Bale solía competir en carreras de motocross. Estira su brazo izquierdo: “Metal, todo metal, como 20 o 25 tornillos de muñeca a hombro”.

¿Tu brazo izquierdo es todo metal?

No, pero la clavícula, sí; es de titanio. [Mi muñeca] parece un abridor de botellas. Si me abrieras el brazo, encontrarías una enorme pieza de metal uniendo los huesos de la muñeca. Tengo tornillos en la rodilla por lo mismo. Lo cual demuestra que mi entusiasmo pudo más que mi destreza. Después de aquello, dejé de practicarlo. Mi hija no estaba contenta con lo que costó el taxi que vino a recogerme para llevarme al hospital, y me dijo que se había acabado eso de gastarse así el dinero de la familia.

¿Lo echas de menos?

Sí, totalmente. Es hipnótico, absolutamente maravilloso. Estoy seguro de que nadie lo disfrutaría si no hubiera un elemento de peligro. Pero es que es un chute de emoción. Es relajante y euforizante al mismo tiempo. [Aquí mi grabadora empieza a fallar y Bale me ayuda a buscar la aplicación de Notas de voz en el iPhone para seguir grabando la conversación]. Mira en la carpeta de Extras, normalmente está ahí, la uso todo el tiempo.

¿Para qué la usas?

Para hablar conmigo mismo. Y también en plan dialéctico. O cuando entrevisto a gente. Me di cuenta después de hablar contigo el otro día porque, en un momento dado, me dijiste que no ibas a ser tú el que respondiera las preguntas en esta entrevista. Normalmente, eso es lo que yo digo. Así es como veo mi trabajo. En plan: ‘Soy yo quien entrevista y escucha a la gente y después se va. Pero a mí no me entrevistan’. Por eso casi siempre pretendo hablar de algo sin decir realmente nada. Tengo montones de grabaciones fantásticas de toda la gente real a la que he interpretado. Y así sigo. Con mis hijos también lo hago.

¿Cómo se sienten tus hijos cuando los grabas?

Les encanta. No hay nada mejor para captar la atención de los demás que imitarlos. Hay momentos en los que me ignoran completamente, y entonces empiezo; se quedan totalmente anonadados. Pretendo que soy ellos y siempre se acercan. No falla. Es instantáneo.

A un actor nominado cuatro veces al Oscar le puede funcionar. Pero, en mi caso, no sé yo…

Funciona con todo el mundo porque a todo el mundo le gusta. Tienes que intentarlo. Imagínate que me siento contigo y te das cuenta de que te he estudiado lo bastante como para imitarte, sea una buena imitación o no. Voy y te digo: ‘¿Sabes, Zach? Así es como eres, y esto es lo que hiciste un día’. Y me pongo a imitarte. A la gente le fascina. Dicen: ‘Madre mía, ¿alguien me ha estado observando tanto?’. Creo que piensan eso. Nada mejor para llamar la atención de alguien a la primera, y luego puedes decirles lo que quieras.

Una manera muy curiosa de ver a las personas, pensar que necesitamos que nos adulen para prestar atención…

¡Todos queremos que nos vean!

Eso me lo dijiste en la misma mesa en la que tú y David O. Russell os sentasteis para trabajar en Ámsterdam. ¿Cómo os conocisteis?

Me presenté a una audición para Tres reyes y él ni siquiera me quería allí. De algún modo le insulté. Ya sabía a quién quería para el papel, creo que estaba viendo a otra gente simplemente por ser amable. Estaba ocupado trabajando en un guion o en lo que fuera y dejó que el director de cásting dirigiera el cotarro. Así que me senté ahí en plan: ‘¿No vas a decir nada? ¿Te vas a quedar ahí sentado sin abrir la boca?’. Y el tipo se me quedó mirando con los ojos un poco encendidos y me dijo: “Vale, ¿sabes cómo quiero que lo hagas? ¿Te acuerdas de Macaulay Culkin en Solo en casa?”. Y va y se pega los tortazos en la cara con ambas manos y abre los ojos como platos, y dice: “Ése es el feeling que quiero para esta audición”.


Que alguien te pida que hagas una audición como Macaulay Culkin en Home Alone eso es poco un “vete a la mierda”.

Total. Pero lo amo con locura. Y aquello fue el comienzo de una bonita relación.

Dijiste que colaboraste en el guion de Ámsterdam. También eres productor de la película. ¿Qué significa eso?

Que después de David, soy la persona que más tiempo ha trabajado en el proyecto. ¿Significa que estoy invirtiendo dinero en ello? No, nada de eso. Diría más bien que soy productor creativo.

También eres productor de The Pale Blue Eye, ¿cierto?

Scott fue muy generoso y me preguntó si quería, algo que en realidad viene de mi relación laboral con David y Scott. Ambos me dijeron: “Claro, inténtalo”.

Yo…

En realidad… Perdona, perdona. Sólo quiero añadir, con respecto a David, que le dije: ‘Tío, hemos pensado en algo especial. Quiero tenerlo todo a mi disposición para proteger lo que has creado hasta ahora. No quiero ver que terminamos haciendo una película diferente y que no me lo puedes decir’. Le dije: ‘Tío, hazlo’. Así que no puedo decir si me lo hubiera preguntado o no.

Increíble.

Sí, así que me di cuenta de que era una ilusión mía, que él hubiera preguntado. Pero no lo hizo. Espero haber servido de ayuda y no haber sido una carga.

“ESTAMOS CONTANDO UNA HISTORIA. Y ESO TIENE VALOR. VOY A SONAR COMO UN IMBÉCIL, PERO, COMO YO LO VEO, INTENTAS DESTRUIRTE A TI MISMO PARA CONSTRUIR OTRO PERSONAJE”

Burt, el personaje que interpretas en Ámsterdam, parece hecho totalmente a tu medida. Me pregunto de dónde salen todos esos personajes. Sé que tu trabajo consiste en interpretar diferentes papeles, pero esto no es lo que hace la mayoría de actores.

Bueno, en este trabajo hay diferentes enfoques, y todos son buenos. Por un lado, hay cabrones con un carisma innegable que quieres que sigan haciendo lo mismo; y si hacen otra cosa, te enfadas. Y yo digo: ‘Me encanta que lo hagas porque es algo de lo que te puedes fiar, y es muy entretenido’. Yo no hago las cosas así, y sin embargo lo quiero todo. Estaba pensando en tu pregunta sobre por qué narices hice Thor y…

¡Yo no te lo he preguntado de esa manera!

Bueno, me ha dado esa impresión, en plan: “Sí, vale, ¿por qué has hecho Thor?”. A mí me encantan esas películas. Me encantan. Hay un estado de ánimo y un momento para todas, y creo firmemente que se puede hacer algo brillante con cualquier tipo de película.

Que conste que la pregunta no era por qué narices hiciste Thor. Está claro que tú, como persona creativa con una carrera creativa, trabajas con gente como David O. Russell, con el que ya has conseguido dos nominaciones a los Oscar. Thor es menos obvio.

Vale, pero no. Me gustan de verdad las películas que hemos hecho David y yo. Se trata del proceso, porque no tengo control sobre el resto. Aunque no siempre tenemos lo que se dice un buen día, los dos estamos totalmente entregados e informándonos de todo. A veces hacemos running juntos por la playa, y otras no nos hablamos durante semanas.

Los rodajes de David tienen fama de difíciles. Has mencionado Tres reyes. Para algunos, fue un rodaje duro. Extrañas coincidencias también fue complicado. Y La gran estafa americana. ¿Cuál ha sido tu experiencia?

Puedo más o menos entender de dónde viene esa fama, pero yo siempre intento ser el mediador; está en mi naturaleza decir: ‘Venga, vamos, sentémonos y resolvamos esto. Tiene que haber una manera de que todo esto funcione’.


Tras el estreno de La gran estafa americana, Amy Adams confesó que había llorado varias veces durante el rodaje. Y se dice que tú intercediste por ella, y que te dijeron que no te metieras.

Mediador.

¿Así que pasó de verdad? Estás asintiendo, o sea que sí. ¿Ver que pasa algo así y tener que intervenir trastoca lo que sientes sobre una película ya terminada?

No, no, no. Estamos hablando de dos talentazos enormes. No dejo que algo así me afecte. Mira, si quieres hacer algo realmente bueno —algo que nunca terminas de lograr, nuestra imaginación es demasiado increíble como para conseguirlo del todo—, pero si alguna vez te acercas, y trabajas con gente con un talento de locura como el de Amy y el de David, siempre va a haber roces. Pero ambos son fenomenales. Recuerda también que así era la naturaleza de los personajes. No eran personajes que recularan ante nada.

Volví a ver la película otra vez y me pregunté si saber que Amy Adams lo había pasado mal con el director durante el rodaje podía afectame…

No, no. Y, que conste, no estoy decidiendo por ella, me lo dijo ella misma.

¿Dijo: “Vale, La gran estafa americana puede seguir existiendo”?

Sí, sí, totalmente.

¿Y tú? ¿Cómo te sientes en retrospectiva sobre cómo manejaste el asunto?

Hice lo que sentí que era lo apropiado, pero muy al estilo de Irv [su personaje en la película].

Tu papel de Irv en La gran estafa americana tiene un elemento de comedia que parecía algo novedoso para ti.

Nadie me había pedido hacer algo así antes y, de repente, ocurrió. Y la gente era como: “¿Ah, pero también puedes hacer eso?”. A veces te dan papeles que te permiten hacer algo completamente diferente y que luego te abren otras vías. Es un soplo de aire fresco… Creo también que la edad ayuda a descubrir más facetas.

La última vez te pregunté si tenías alguna teoría sobre tu éxito como actor protagonista, y me dijiste que no.

Bueno, tengo claro que en parte se debe a que nunca me he visto como  actor protagonista. Es algo que me resulta muy aburrido; nunca te quedas con el mejor papel. Cuando actúo como protagonista finjo que soy el cuarto o el quinto personaje de la trama porque me da más libertad. Tampoco pienso en el efecto que pueda tener [un personaje]. Para mí es como jugar, como hacen los animales o los niños. Es como tener una visión de túnel de lo que estás haciendo, no piensas en el efecto que estás teniendo. He aprendido algunas cosas muy básicas. Antes, si tenía que intepretar una escena que me parecía un poco bochornosa, solía retirar la cara de la cámara. Y el cámara tenía que decirme, literalmente: “Seguro que lo has hecho muy bien, Christian, pero no hemos podido ver nada porque no parabas de girar la cabeza. Tienes que entender que, aunque sea un momento muy privado de la vida de alguien, en el cine nos tienes que dejar verlo, ¿vale?”.

¿Te refieres a tu propio bochorno o al de tu personaje?

A no ser que estés interpretando a un exhibicionista redomado, o a alguien que no está siendo del todo sincero con sus emociones, no te pones a llorar y giras la cabeza para que todo el mundo te vea. La gente reconoce que es un momento por el que está pasando y llora en silencio, para sí misma. Si eres muy consciente de la cámara, también retiras la cara, porque piensas que no deberían estar viéndote así. Es natural. Humano.


Tienes que ser un 95% humano y ceñirte al personaje y un 5% consciente de…

Estamos contando una historia. Y eso tiene valor. Voy a sonar como un imbécil, pero, como yo lo veo, intentas destruirte a ti mismo para construir otro personaje. He hecho varias películas que, si las vieras, seguramente pensarías: “¿En serio? ¿Mereció la pena todo eso por esta mierda?”. De alguna manera intentas destruirte a ti mismo para que no te afecte la humillación. No estás abochornado, porque —y recuerda que he comenzado la respuesta diciendo que iba a sonar como un imbécil— has olvidado en la medida de lo posible que ése eres tú. Lo cual me hace pensar en algo bastante divertido, porque, como sabes, no sé cuándo fue la última vez que hablé durante tanto tiempo sobre mí. Estoy acostumbrado a esquivar las preguntas, a no decir nada, a pretender que estoy contando algo, y entonces se acaba.

Me han pasado un par de cosas desde la última vez que hablé contigo. Un amigo mío tenía un problema y me llamó para pedirme ayuda y tal y entonces empecé a pensar: ‘Qué gran error haber hecho esta entrevista con Zach’. En plan: ‘Mierda, se merece que le cuente cosas, y lo único que estoy haciendo es no decir nada’; o: ‘Esto ya lo he dicho en otra ocasión, no voy a decir nada nuevo en esta entrevista’. A ver, a mí me gusta que se estrenen las películas, y me preocupa de verdad que deje de pasar. The Pale Blue Eyes tiene el colchón de Netflix, pero Ámsterdam no. Y pienso: ‘Mierda’. La gente me dice que este tipo de cosas [dar entrevistas] ayuda. Nunca me lo he creído. Pero dije: ‘Vale, venga’. Porque es algo que me importa. Esto no va de personajes protagonistas; esto es política pura porque quiero seguir haciendo esto. Ésa era mi motivación original. Dije: ‘Vale. De acuerdo. A lo mejor ha llegado el momento’.

En lo que respecta a nosotros, ¿me acabas de decir que te tiraste toda nuestra primera entrevista intentando no decir nada?

Espera, espera, espera. ¿Qué quieres decir?

A ver si he entendido bien. ¿Me estabas diciendo que después de nuestro primer encuentro te fuista a casa pensando: “La próxima vez, Zach se merece la verdad?”.

Estás intentando sacarme más cosas. No es que no te estuviera contando la verdad, pero pensaba: ‘¿Cómo hago esto respetando al mismo tiempo lo que quieres?’.

¿Después de nuestra última conversación, sentiste que me habías puesto obstáculos o que habías evitado responder a mis preguntas?

No era eso. Hacía mucho tiempo que no hacía algo así, y por eso no sabía qué había ocurrido. Cuando me fui, pensé: ‘¿Qué ha pasado? Le he dado algo o está pensando que no le he contando nada interesante?’. Y, por cierto, ¿no deberíamos estar hablando de otras cosas? Porque ahora mismo me siento como un perfecto egocéntrico.

¿Te refieres a cosas que no sean Christian Bale?

Sí, no sé. ¿De qué suele hablar la gente? Porque siento que estamos hablando de mí todo el rato.

De eso va este ejercicio.

Sí, pero tú puedes, no sé… ¿No es esto una manifestación de vanidad rampante? No sé. Me gusta ponerme en tu lugar. Me gusta sentarme con gente de verdad y entrevistarlos, sacarles toda la información, hablarle a la grabadora, transcribirlo, y después imaginarme un personaje. No estoy acostumbrado a que hagan eso conmigo.

Siento decírtelo, pero tú también eres una persona de verdad.

¿Qué?


Estoy intentando pensar de qué más podemos hablar que no sea sobre ti.

Bueno, hablar de mis intereses y de mis pasiones es hablar de mí. Durante los últimos 10 años, he estado intentando sacar un proyecto adelante. Si la historia de mi familia es correcta, una de mis hermanas estuvo temporalmente de acogida, algo que debería ser irrelevante porque no hace falta tener una conexión personal con alquien para que te importen las cosas. En el Condado de Los Ángeles, hay más niños de acogida que casi en cualquier otro lugar de Estados Unidos, y la mayoría de la gente no tiene ni idea de que eso es así. Conocí SOS Children’s Villages, una organización que se fundó en Austria tras la II Guerra Mundial que ayuda a mantener a los hermanos de acogida juntos, y viajé a Chicago para hablar con ellos.

Que es algo que al parecer te sucedió a ti.

Al parecer. Era una hermana mayor. No recuerdo mucho, pero si la historia de mi familia es cierta, eso pasó. Pero quiero hacer hincapié en que no debería importar. A la gente le deberían importar esos chavales porque son niños, por Dios. Decidí comprar un terreno aquí [y ayudar a] fundar un Children’s Villages California. Me imaginé algo como Sonrisas y lágrimas, a un montón de chavales con un trauma a cuestas correteando todo contentos con ¿cómo se llaman? ¿la familia Von Trapp? No he visto la película, pero luego me enteré de que estaba siendo muy poco realista. De lo que se trata es de integrarlos en la comunidad. Así que me ha costado un eternidad, pero tengo unos socios maravillosos. Hemos comprado un terreno de poco más de dos hectáreas y estamos construyendo [un centro] para mantener a los hermanos unidos. Y si se quieren quedar ahí hasta los 21 años, podrán hacerlo. Así que ahí estamos, y ahora me toca meterme en terreno desconocido, que es la recaudación de fondos. No creo que se me dé muy bien pedir ayuda a nadie. Tengo que aprender a hacerlo.

¿No podrías inventarte un personaje que sea un eficaz recaudador de fondos e interpretar ese papel?

Exactamente. Recuerdo una época en la que estuve años sin trabajar. Tenía que pensar en cosas como mi póliza de seguros porque una vez se cayó un árbol en el patio de mi vecino, pero me veía incapaz de leerla. Y pensé: ‘Me voy a convertir en un personaje a quien lo que más le gusta en el mundo es leer pólizas de seguros’. Y al final me lo leí de arriba abajo y llamé a mi representante de la aseguradora y se lo conté todo. Terminaron agotados. Me dijeron que nunca habían conocido a nadie tan exhaustivo. Pero tienes razón: tengo que convertirme en alguien a quien le encante recaudar fondos.

Veo que estás metido hasta el fondo en este proyecto. Nada de medias tintas, ¿no?

No, nada de medias tintas. Pienso: ‘Bah, todo bien’, o ‘¿Ah, sí? Venga, lleguemos más lejos de lo que nadie ha llegado nunca’. La vida así es más entretenida.

¿Es una manera muy agotadora de vivir?

Me gusta estar agotado. Me gusta agotarme. Quiero estar jodidamente consumido cuando llegue el final. Te lleva a alguna parte, ¿sabes lo que te digo?


Zach Baron es redactor de GQ. Traducción y adaptación de Marta Caro.

Una versión de esta entrevista se publicará en el número de noviembre de 2022 de GQ, con el titular: El rey de Hollywood (a su pesar). 


CRÉDITOS DE PRODUCCIÓN: 
Fotografías: Gregory Harris
Estilismo: Mobolaji Dawodu
Grooming: David Cox con Kevin Murphy 
Set design: Heath Mattioli para Frank Reps 
Producción: Patrick Mapel y Alicia Zumback, de Camp Productions

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.

Artículos relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

spot_imgspot_imgspot_imgspot_img