Según un estudio algunas personas podrían estar genéticamente predispuestas a consumir alcohol y tabaco

La investigación muestra que, si bien la influencia cultural es esencial para estos hábitos, uno también nace con ciertas tendencias que aumentan el riesgo de adicción.


El número de fumadores ha disminuido drásticamente en los últimos años. Las prohibiciones públicas de fumar, los impuestos sobre los cigarrillos y más información sobre los efectos nocivos del tabaco claramente han tenido un efecto sustancial.

Los factores culturales y legislativos son muy importantes para decidir si las personas deciden dejar de fumar o comenzar a fumar. Pero para seguir reduciendo la gran cantidad de problemas de salud atribuidos al tabaquismo o al alcoholismo, también es importante comprender los factores biológicos que hacen que ciertas personas sean más propensas a estas adicciones.

La semana pasada, en un estudio publicado en la revista científica Nature, un grupo internacional de científicos informó que han encontrado 4.000 asociaciones genéticas que tienen al menos alguna influencia en el consumo de alcohol o tabaco. El estudio tuvo en cuenta la edad a la que se empezaron a consumir estas sustancias, así como las cantidades que consumían los participantes.

De los tres millones de personas examinadas, el 80% de ellas descendientes de europeos, el estudio observó que, a pesar de vivir en entornos socioeconómicos similares, las personas con una mayor predisposición genética fuman más: “Individuos en el 10% superior de predisposición genética [al consumo de tabaco] fuman, de media, el doble de cigarrillos al día que los del 10% inferior (14 cigarrillos frente a siete)”, afirma Javier Costas, investigador principal del Grupo de Genética Psiquiátrica del Instituto de Investigaciones Sanitarias de Santiago de Compostela.

La capacidad de predecir el consumo de tabaco o alcohol es mucho más precisa cuando se examina a personas de ascendencia europea, ya que hay una menor cantidad de muestras disponibles de otras poblaciones raciales. Sin embargo, los autores del estudio destacan que los efectos aparecieron en individuos de todos los orígenes.

El análisis es el primer paso para comenzar a identificar los factores de riesgo biológicos del tabaquismo o el alcoholismo. Al comprenderlos, será útil para elaborar políticas de salud pública. Por ejemplo, las variantes genéticas pueden ayudar a predecir el riesgo de recaída entre los grupos de adictos en riesgo.

En un estudio similar de 2019, varios científicos, incluidos algunos de los autores del estudio publicado la semana pasada, buscaron correlaciones entre el alcoholismo y otros trastornos mentales. En este estudio genético se observaron correlaciones entre el alcoholismo y el trastorno por déficit de atención, la esquizofrenia y la depresión. Otra cosa que llamó la atención de los autores fue la débil superposición entre los genes asociados con la adicción al alcohol y los asociados con el consumo moderado de alcohol.

Según el Dr. Costas, las principales limitaciones del trabajo publicado por Nature -así como de otros estudios similares- son la falta de especificidad y el hecho de que los participantes autoinformaran su consumo. Por ejemplo, dos patrones muy diferentes de consumo de alcohol, como beber regularmente con las comidas o beber en exceso semanalmente, pueden resultar en la misma cantidad de bebidas alcohólicas consumidas por semana.

“Es bien sabido que las personas con problemas de salud tienden a subdeclarar su consumo de alcohol y tabaco”, explicó.

Los expertos señalan que, si bien los factores biológicos en la adicción ciertamente requieren más estudio, es importante no restar importancia al papel que han jugado las políticas públicas en la modificación del comportamiento de las personas. A modo de ejemplo, en 2014 se cumplieron 50 años de un informe publicado por el Cirujano General de Estados Unidos., la máxima autoridad sanitaria del país, que detallaba los efectos del tabaco en la salud. En el transcurso de medio siglo, el porcentaje de estadounidenses que fuman cayó del 42 % al 18 %, un cambio cultural masivo que evitó más de ocho millones de muertes prematuras, según un estudio de JAMA.

Según las estadísticas de la Asociación Médica Estadounidense, esto no fue solo un fenómeno estadounidense. Desde 1980 hasta 2014, el porcentaje de fumadores en todo el mundo cayó del 41,2 % al 31,1 % entre los hombres y del 10,6 % al 6,2 % entre las mujeres.

Para apoyar mejor la difusión de información y la elaboración de políticas de salud pública, los autores de Nature enfatizan la importancia de ampliar las muestras que están disponibles actualmente. Al aumentar el número de personas de ascendencia no europea que se estudian, se podrá definir mejor la importancia que tienen los genes en el consumo de alcohol y tabaco. La modificación de los métodos de tratamiento y el cambio de las actitudes sociales van de la mano.

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