Con un tatuaje del mítico guerrillero argentino-cubano Ernesto Guevara en uno de sus brazos y otro de Fidel Castro en una pierna, Maradona simpatizaba con Hugo Chávez y defiende al gobierno de Nicolás Maduro, algo que no sienta bien en algunos lugares de este mundo, donde la derecha tiene sus controles.
Diego Maradona cumple 60 años. El exastro argentino entrena al modesto Gimnasia y Esgrima de La Plata, pero su nombre aparece siempre cuando del mejor jugador de la historia se trata. Es una vieja polémica que parece no tener final.
El hombre que llevó a Argentina a su segundo título mundial no se parece al jugador que brilló en México-1986, una lid donde se puso a la selección a sus espaldas y la encaramó en lo más alto del podio tras actuaciones deslumbrantes ante Inglaterra, Bélgica y Alemania, de cuartos de final a final, por ese orden.
Gordo, medio inválido, con una voz inentendible y con vacíos a la hora de expresarse, el Diego paga el precio del abuso de las drogas, un mundo en el que se enroló desde que jugaba para el Barcelona español y del que a duras penas intentó alejarse alguna vez. Incluso, con dudas de que lo haya conseguido totalmente.
Eso sí, mantiene el mismo arraigo entre sus seguidores, tanto fanáticos como jugadores y exjugadores, los cuales lo veneran y lo consideran el más virtuoso de cuantos saltaron a una cancha de fútbol en toda la historia del más universal.
El viejo dilema: Maradona vs Pelé
Hasta hace 15 años, cuando se hablaba del mejor de la historia, aparecían dos nombres por encima del resto: Maradona y el brasileño Edson Arantes do Nascimento, para el mundo del fútbol Pelé. El resto solo eran actores de reparto en un escenario donde el brasileño y el argentino asumían los protagónicos.
Algún español nostálgico podía insistir en una terna e incluir a Alfredo Di Stéfano, nacido en Argentina, pero nacionalizado en el país ibérico, donde cumplió una brillante carrera con el Real Madrid, al que llevó al título en cinco ediciones de la otrora Copa de Europa, antecesora de la actual Champions League.
Desde Holanda y, sobre todo, de Cataluña, los votos eran para Johan Cruyff. Y nada más. Porque el resto, cualesquiera fueran los nombres, siempre estaban por detrás del brasileño y el argentino.
La polémica a veces se caldeaba en medio de tiranteces entre ambos, zanjadas en ocasiones con un saludo, o unas palabras cariñosas, en tanto la mayor parte del tiempo reclamaban, cada uno por su parte, una corona tan polémica como simbólica. Pelé se mantiene como el único que ganó tres copas mundiales y defiende que hizo más de mil goles en una carrera que comenzó en el Santos brasileño y terminó en el Cosmos de Nueva York.
Diego y sus admiradores dicen que ganó, casi solo, una Copa Mundial (la de México-1986), que llevó a su país a una final cuatro años después y que hizo historia en el fútbol argentino con Boca, en España con el Barcelona y el Sevilla, y en Italia con el Nápoles, que nunca había ganado nada y consiguió dos ligas y una Copa UEFA.
En un fútbol duro, donde los rivales no se quedaban mirando las fantasías de los cracks, Diego recibió mucho castigo y en infinidad de ocasiones tuvo que infiltrarse para salir a la cancha. Aún así dejó un legado enorme de calidad y liderazgo. Tan grande que nadie, ni compañeros ni contrarios, lo pasa por alto.
La llegada de Messi
La aparición en escena de Lionel Messi agregó otro nombre en la porfía por el título simbólico de mejor jugador del mundo, que incluye al mejor argentino, y esas son ya son palabras mayores para una polémica que no tiene para cuándo acabar.
Diego no ganó nunca balones de oro. En sus años de jugador se reservaban solo a los nacidos en Europa. Y Messi suma seis, porque todo cambió. El otrora jugador del Nápoles no consiguió ningún título en la Copa de Europa —era imposible con aquel Milán AC fantástico, entre muchos otros que se coronaron por esos años— y el crack del Barcelona acumula cuatro títulos de Champions.
Eso pesa en el mundo, entre la oleada de seguidores de Leo. Pero cuando se habla de Argentina las cosas cambian. Diego trajo a casa un título mundial y cuando perdió se fue de la cancha mirando al cielo, destrozado, pero contento, porque lo dejó todo sobre el césped.
Messi, en cambio, aún no ganó nada con la albiceleste y la afición le recrimina por eso y, sobre todo, porque supuestamente se rodea de “amigos” como Gonzalo Higuaín, el Kun Agüero y Ángel Di María, que tampoco aportaron nada a las selecciones nacionales.
Con la casaca nacional, Messi perdió varias finales, se comió penales glamorosos y no se echó sobre sus espaldas al equipo en los momentos cruciales. Y eso cuesta y te pasa la cuenta. Aunque aún le queda un Mundial, en Catar 2022 para intentar revertir una situación que parece no tener vuelta atrás.
Si, al final, no le devuelve un título mundial a Argentina, definitivamente en su país estará por detrás de Diego, aunque allende las fronteras le rindan pleitesía absoluta.
El dios de la polémica
Diego, además de un grandísimo jugador, fue siempre un personaje muy polémico. De esos que dijeron lo que pensaron, en cualquier situación. Sus salidas de tono están a la altura de las del tenista Joe McEnroe, el beisbolista Babe Ruth, o el boxeador Mike Tyson, por solo citar algunos de los más grandes de la historia del deporte mundial.
Con un tatuaje del mítico guerrillero argentino-cubano Ernesto Guevara en uno de sus brazos y otro de Fidel Castro en una pierna, Maradona simpatizaba con Hugo Chávez y defiende al gobierno de Nicolás Maduro, algo que no sienta bien en algunos lugares de este mundo, donde la derecha tiene sus controles.
Su vida familiar no escapa a la polémica. Hace años se separó de Claudia Villafañe —madre de sus hijas Dalma y Gianina—, a la que consideró la mujer de su vida. En tanto salieron a la luz muchas de sus aventuras extramaritales y, sobre todo, varios hijos que ha tenido en distintos países.
Uno e Italia, varios en Cuba —dicen que hasta tres—, engendrados mientras se desintoxicaba en la clínica de La Pradera.
Además, las relaciones con sus compañeros o discípulos pasan muchas veces por situaciones extremas. Él y Juan Román Riquelme se piden la cabeza. No se habla y se lanza dardos con Juan Sebastián Verón, con quien compartió en la cancha y a quien entrenó después. Sin embargo, hay otros que lo adoran como el mítico goleador Gabriel Batirtuta, quién ha dicho en muchas oportunidades que con “Diego no me comparo, ni como jugador ni como persona”.
El también campeón mundial de México-1986 Oscar Ruggieri también se rinde a menudo al talento del Diez, como lo llaman muchos, y cree que sin él lo de México hubiera sido imposible, tanto como considera que Argentina hubiera ganado en Estados Unidos-1994 de no haber sido por aquel dopaje fatídico.
Lo cierto, con 60 años, Maradona sigue en el Olimpo del fútbol y allí estará por muchos años, aún muchos más de lo que él mismo pudiera imaginar.