Gael García Bernal abraza otra faceta de sí mismo con Cassandro

Respetaaaaable público… lucharaaaaaán a dos de tres caídas… En esta esquina, Gael García Bernal habla de su nueva cinta Cassandro, que narra la vida de un luchador que llegó a sacudir los prejuicios de una sociedad machista. ¿A qué se debe esta obsesión por encarnar a personajes que desafían las reglas? ¿Será el proyecto que finalmente lo lleve al Óscar? Estamos por averiguarlo.


Por: Marisa Meltzer

Gael García Bernal está familiarizado con el concepto de ‘short king’: un hombre bajito y seguro de sí mismo que prospera frente a los estándares de belleza masculinos y sale victorioso. El actor-director-productor mexicano mide 1.70 metros, pero internet lo describe con ese término.

No le importa. Su estatura únicamente fue un problema durante la preparatoria, cuando empezó a darse cuenta de que no iba a ser alto. “No ha sido una molestia”, asegura. Tal vez es chaparro para ser un superhéroe, lo cual está bien, porque no le interesa mucho interpretar a uno. “La noción del superhéroe, de que son indestructibles, de que nunca morirán…”. Disiente con la cabeza. Qué aburrido. No es lo suyo.

“Por fortuna, nunca he permitido que la sociedad, la familia o lo que sea me impongan la definición de hetero. Esto es lo que soy. Si me obligaran a hacerlo, no lo aceptaría. No lo haría jamás”.Whitten Sabbatini

Por el contrario, Gael García Bernal ha construido una carrera envidiable con papeles bien elegidos y discretos. Esto también se refleja en persona. Nos encontramos con el actor en Nashville, donde ha estado viviendo para filmar Holland, Michigan, un thriller hitchcockiano protagonizado por Nicole Kidman y Matthew Macfadyen, famoso por interpretar a Tom en la serie Succession. En persona, es animado, pero de voz suave. Viste unos chinos azules, una chaqueta militar y una t-shirt desgastada color menta. Su pelo tiene mechones de canas y lleva puestos unos pequeños lentes octogonales que dejan ver los mismos ojos verdes e hipnóticos que lo convirtieron en un rompecorazones durante su juventud. A sus 44 años, ha sido famoso más de la mitad de su vida, empezando —a nivel internacional— con Amores perros, la película de Alejandro González Iñárritu del 2000, y el hit del 2001 de Alfonso Cuarón, tu mamá también, que los consagró como habituales, a él y Diego Luna, en la temporada de premios.

La expectativa inicial resultó ser real. Gael recibió un premio BAFTA por interpretar al Che Guevara en Diarios de motocicleta y un Golden Globe por su papel de director de orquesta maniaco en Mozart in the Jungle, la serie de Amazon Prime Video.

Nos encontramos en un restaurante del Gulch, un barrio cerca del centro de la ciudad poblado de mujeres con vestidos color rosa intenso y botas blancas, como Barbies vaqueras. Mientras Gael pide un omelette, las despedidas de soltero suceden a toda velocidad en autobuses o plataformas improvisadas remolcadas por tractores John Deere. Trabajar aquí, en el sur de Estados Unidos, ha sido un poco raro, me cuenta. Siempre tiene la guardia alta. “La gente es encantadora, pero es extraño ver tantos anuncios de iglesias, criptomonedas y armas. Esa tríada da miedo”, asegura.

“Me gustan las mujeres. Pero al mismo tiempo, ser actor me permitió explorar esa cualidad transgénero que todos tenemos en cierto modo. Me dio la libertad de hacerlo. Y si no fuera actor, [de todas formas] habría actuado como un deporte, como un hobby, para explorar eso”.Whitten Sabbatini

Su nueva película, Cassandro, de Amazon Studios, es la historia de un luchador mexicano que es superfamoso y gay. El director Roger Ross Williams le propuso la idea. “Me acordaba de Cassandro, pero no tan bien”, cuenta el actor. “Comencé a pensar que como mexicano, algún día tenía que hacer una película de lucha libre”. Aceptó el papel y comparte créditos con Raúl Castillo, de Looking; Roberta Colindrez, de A League of Their Own, y Bad Bunny, como el coqueto Felipe. “La historia de Cassandro es muy moderna, arquetípica de una persona que tuvo que interpretar a otro personaje para poder ser él mismo”, sentencia. “Interpreto a un personaje diferente para ser yo mismo. Por eso soy actor. Interpreto a personajes para descubrir quién soy”.

Romper moldes

El verdadero CassandroSaúl Armendáriz, fue un luchador mexicano que debutó a finales de la década de 1980. Ocupó un papel único en el mundo de la lucha libre mexicana. Quizá muchos dominan que en este deporte existen diferentes categorías, como los rudos (“los malos”) y los técnicos (“los buenos”). Pero no muchos saben que después estaban los exóticos, que aparecieron por primera vez en la década de 1940: personajes amanerados y un tanto bufonescos. “Para interpretar a un exótico no importa tu sexualidad. Puedes ser heterosexual y hacerlo. Representaban un arquetipo, por lo tanto, antes del movimiento gay [de la década de 1970 en México], esta categoría era algo más, un poco más permisiva en cierto modo”, dice Gael. Trata de explicar la influencia de Cassandro en la masculinidad y la heterosexualidad en México: “De repente, era como si se hubieran roto varios tabúes, y una vez que se habían roto, todo el mundo coincidió en que no era para tanto”.

“Me alegra poder trabajar más en producciones del tipo de Hollywood. Por algún motivo, forman parte de un carnaval que me permite seguir adelante”.

El actor tiende a inclinarse por papeles que cuestionan las reglas. Identifica la oportunidad de enfrentar un desafío artístico al interpretar a personajes complejos como Cassandro. Alfonso Cuarón, quien lo dirigió en Y tu mamá también, me dice por teléfono desde Londres que Cassandro lo dejó “completamente asombrado”. “Es Gael en su mejor momento”, comparte el realizador su opinión sobre esta película. “Inteligencia, fuerza, sensibilidad y vulnerabilidad. Logró hacerlo de modo que las emociones no sean cursis, sino auténticas, lo que hace que todo sea mucho más conmovedor. No le tiene miedo a asumir riesgos”.

El actor Gael García Bernal creció en Guadalajara, Jalisco, en una comunidad de actores, gracias a su madre, Patricia Bernal, y a su padre, José Ángel García, quien tuvo un papel pequeño en Amores perros. “Nací en un lugar donde, en cierto sentido, podías ser cualquier cosa”, dice sobre ese círculo. “Como si estuvieras un poco exento de las reglas de la sociedad”. Estaba estudiando actuación en la increíblemente prestigiosa Royal Central School of Speech and Drama de Londres cuando Alejandro González Iñárritu lo buscó para trabajar con él. Pero la escuela tenía que dar permiso para que los alumnos pudieran ausentarse durante temporadas largas. Iñárritu estaba decidido. Tenía tantas ganas de trabajar con Gael, que se le ocurrió una solución. “Tengo un tío en México que es un médico muy conocido”, me cuenta el realizador por teléfono. “Así que inventó una enfermedad [para Gael], una especie de bacteria mexicana, como una giardia en el estómago. Una infección radical. Tenía que reposar. Y fue así como pudo filmar”.

“Nací en un lugar donde, en cierto sentido, podías ser cualquier cosa. Como si estuvieras un poco exento de las reglas de la sociedad”.

Después de Amores perros, Cuarón lo buscó y enseguida lo incluyó en el reparto de Y tu mamá también. “Le escribí un correo y me contestó con un ‘quiubo’. Me cayó bien desde ese momento”, recuerda el director de Roma. La película, que retrata el paso de la adolescencia a la adultez, las clases sociales y el amor en México, supuso una oportunidad para que Gael trabajara con Diego Luna, un amigo íntimo al que conocía desde la infancia.

En conjunto, las películas fueron éxitos internacionales y pilares de los circuitos de premios. García Bernal se convirtió en una estrella y de inmediato le ofrecieron grandes papeles. Rechazó bastantes. Muchos, por las razones correctas, me dice. No eran lo que él quería hacer, o los personajes no coincidían con él, su cultura o su idioma. Pero también se negó a papeles más importantes por las razones equivocadas: “Me preocupaba lo que pensaría la gente, si me etiquetarían de ‘vendido’”.

Su carrera podría ser un manual de “una película para mí” y “una concesión para ellos”, alternando entre el arte por el arte y las grandes producciones de estudio. Tuvo papeles en The Science of Sleep, de Michel Gondry, y La mala educación, de Pedro Almodóvar; interpretó a un padre que envejece muy rápido en el thriller Old, de M. Night Shyamalan, y cantó “Everyone Knows Juanita” como Héctor en la película de animación Coco, de Disney-Pixar. “Me alegra poder trabajar más en producciones del tipo de Hollywood. Por algún motivo, forman parte de un carnaval que me permite seguir adelante”, confiesa.

“Interpreto a un personaje diferente para ser yo mismo. Por eso soy actor. Interpreto a personajes para descubrir quién soy”.

Iñárritu sigue impresionado por cómo Gael García Bernal ha llevado su carrera: “El fracaso puede hacerte humilde y sabio, mientras que el éxito puede hacerte temerario. A pesar del éxito increíble que ha tenido y de ser tan joven, guapo y talentoso, podría haber tomado malas decisiones y no fue así”.

“Tenía un pie en México y Latinoamérica y en películas de arte independientes, y otro en películas más comerciales de Hollywood”, agrega Alejandro G. Iñárritu. “Pertenece a ambos mundos”.

Sin etiquetas

Gael García Bernal parece tener una forma de mantener cerca a la gente. Por ejemplo, él y Cuarón se ven siempre que coinciden en alguna ciudad. “La última vez que lo vi estaba en Italia”, dice Alfonso. “Por supuesto que nos vamos de fiesta. Ambos nos entendemos muy bien. Últimamente, tenemos conversaciones largas sobre la vida y la familia, nos burlamos el uno del otro y hacemos chistes bastante estúpidos”. (Cuando le pido ejemplos de esos chistes, el director declina con amabilidad.)

“Para interpretar a un exótico no importa tu sexualidad. Puedes ser heterosexual y hacerlo. Representaban un arquetipo, por lo tanto, antes del movimiento gay, esta categoría era algo más, un poco más permisiva en cierto modo”.

A Gael le gusta reunirse con sus colegas creativos para hablar de “problemas de actores”. O sea, ¿de los agentes?, le pregunto. “No, qué aburrido”, responde. “Esos son problemas de agentes, de la industria. No, no, no. Los problemas de los actores son cuando estás aprendiendo esto y haciendo aquello, ¿me explico? Supongo que esos son problemas de actores. Puedes pasar toda la noche hablando de ello”. Le encanta estudiar a otros colegas y empieza a hablar de algunos nombres que admira: Jim Carrey, Jeff Bridges, Morgan Freeman, Charlotte Gainsbourg y Monica Bellucci. También Tom Cruise. “Tom es único. Lo que hace es wow, ¡impresionante! Como quitarse la camisa en una alberca, la forma en que se la quita, ¡nadie se quita así una camisa!”.

Gael es tan cerebral que, casualmente, hace referencia a un libro que leyó del escritor húngaro Sándor Márai y a otro sobre el capitalismo de la economista italiana Mariana Mazzucato. Habla mucho sobre los Pumas de la UNAM y de las complejidades socioeconómicas globales de la política del futbol profesional. Se llama a sí mismo migrante porque se desplaza constantemente por su trabajo, pero su verdadero hogar está en la Ciudad de México. “La gente me pregunta en dónde vivo y le digo que en México”, sentencia. “Y me dice: ‘¿Todavía?’. A muchos les da miedo ir a la CDMX, [mientras] a mí me da miedo ir a un Walmart aquí. Me da miedo, no sé, que alguien se enoje y traiga un arma”.

Gael tiene tres hijos: dos con su ex pareja Dolores Fonzi y una bebé pandémica con su pareja actual, Fernanda Aragonés. “Será curioso cómo verán a la bebé… Van a decir: ‘Sí, nació durante la pandemia’. Sus papás no respetaron el aislamiento social”. Sonríe.


Sin embargo, se resiste a etiquetar su propia sexualidad. “Yo no inventé el término hetero”, dice. “Me gustan las mujeres. Pero al mismo tiempo, ser actor me permitió explorar esa cualidad transgénero que todos tenemos en cierto modo. Me dio la libertad de hacerlo. Y si no fuera actor, [de todas formas] habría actuado como un deporte, como un hobby, para explorar eso”.

“Por fortuna, nunca he permitido que la sociedad, la familia o lo que sea me impongan la definición de hetero”, añade. “Esto es lo que soy. Si me obligaran a hacerlo, no lo aceptaría. No lo haría jamás”.

Ama México, su cultura y su lengua. Busca papeles que lleguen al alma de su país, como la lucha libre o su próxima serie de televisión en español sobre un boxeador que envejece. Pero de lo que está cansado es de tener que ser vocero de toda una nación. Durante el gobierno de Trump, hablar de la relación entre Estados Unidos y México se hizo más frecuente, por no decir inevitable. “Recuerdo haber ido a un talk show, ¿cómo se llama el tipo de lentes?”. Stephen Colbert, le respondo. Asiente con la cabeza. Fue al programa en octubre de 2016 para promocionar la película Desierto, que trata sobre un justiciero a la caza de migrantes que cruzan la frontera de México con Arizona. Después de relatar la trama, Colbert dijo que la inmigración era uno de los temas más candentes del momento: “Donald Trump ha hecho su campaña en torno al muro fronterizo… ¿Cómo perciben a Trump en México?”. Aunque Gael respondió con el tipo de reflexión y seriedad que le imprime a todo, no le entusiasmó que una vez más le pidieran hablar en nombre de todos los mexicanos. “¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Por qué tengo que abordar ese tema?”, dice.

“La historia de Cassandro es muy moderna, arquetípica de una persona que tuvo que interpretar a otro personaje para poder ser él mismo”.

No obstante, es sumamente político. Iñárritu la define como “una cualidad fundamental que lo distingue de otros actores”. Cassandro es una película sobre la cultura fronteriza sin tratar explícitamente de la migración. Por el contrario, los personajes van y vienen con fluidez entre el inglés y el español; entre El Paso y Ciudad Juárez. Es una realidad que a él le gustaría que se representara con mayor frecuencia en la pantalla. “Es rarísimo que en los Óscar una película en español se considere ‘película en lengua extranjera’, ¿no?”, dice. “Porque el español no es una lengua extranjera en Estados Unidos”.

Cuando terminamos de comer, rechaza amablemente la invitación de ayudarme a buscar unas botas vaqueras de 800 dólares en la tienda Lucchese de enfrente. En lugar de eso, se va a un gimnasio a escalar, su ejercicio preferido últimamente. Le hago una pregunta más. Si por fin gana un Óscar por Cassandro, ¿su discurso, ese que todos ensayan en secreto, sería en inglés o español?

Sonríe y dice sin dudar: “En ambos”.

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