Es hombre libre por “fallas en el proceso”

La mujer no dejaba de gritar que la soltaran, mientras ellos reían. Cuando acabaron, tomaron una de las botellas de vodka y se la introdujeron por la vagina siete veces, hasta que sangró.

Por: Valeria Durán

Las autoridades borraron su nombre del expediente, no su confesión, aunque perdió valor ante el juez:

Eran las 18:20 horas del 11 de julio cuando este hombre terminó su jornada laboral. Viajaba en un chevy con su jefe y le pidió que lo dejara en el asta bandera del centro de Puebla.

El hombre caminó al teléfono público más cercano y le marcó a una amiga. “Te espero en el asta bandera para ir a echar unas chelas”, le dijo. Ella respondió que sí.

Cuando la mujer llegó le consultó si podía invitar a una amiga en común. Él aceptó. “¿Quieres ir a echar una chela con nosotros? Estamos en el asta bandera”, le dijo por mensaje. La segunda mujer aceptó.

A las 19:30 horas comenzaron a caminar por el centro de Puebla buscando un bar. Media hora después los tres amigos tenían dos acompañantes más.

En la confesión son identificados como dos hombres de brazos tatuados, altos y fornidos. Juntos entraron a un antro y estuvieron ahí hasta las 23:30 de la noche. Los cinco salieron del bar con ganas de seguir la fiesta.

Tomaron un taxi hacia la casa de uno de los hombres por el ojo de agua de San Martín Texmelucan. En el camino pararon a comprar tres botellas de vodka. Cuando llegaron a la casa bailaron, bebieron y dos de los hombres consumieron cocaína.

Mientras bebían, uno de los sujetos tomó a una de las mujeres y la forzó a bailar. La manoseó contra su voluntad y acto seguido abusó sexualmente de ella, delante de todos.

Ella gritaba, pero nadie la ayudó. Cuando terminó de violarla, le pidió a los otros dos hombres que la sujetaran. La arrojó sobre el sillón y ordenó a los demás que la violaran. Los tres abusaron de ella anal y vaginalmente.

La mujer no dejaba de gritar que la soltaran, mientras ellos reían. Cuando acabaron, tomaron una de las botellas de vodka y se la introdujeron por la vagina siete veces, hasta que sangró.

“¡Déjenme, perros! Los voy a acusar”, gritó una y otra vez, pero su amenaza parecía chiste en los oídos de los violadores.

Cuando vieron que no dejaba de llorar y gritar, el dueño de la casa tomó un martillo y la golpeó en la cabeza. Estalló. La sangre brotó de inmediato y bañó el piso. Todos quedaron en silencio. Estaba muerta.

El hombre confesó que salió a conseguir gasolina, bañaron la ropa de la víctima con el líquido y la quemaron en el patio. Mientras la ropa se consumía, cavaron un agujero, envolvieron con una sábana el cuerpo de la mujer y lo arrojaron en el hoyo. Arriba pusieron los restos de ropa y después cubrieron con la misma tierra del jardín los restos del crimen.

El asesinato estaba consumado, el feminicidio había sido sepultado. Regresaron al interior de la casa, donde la otra mujer los miraba asustada, llorando.

Acordaron que nadie hablaría, el feminicidio que en esa casa había ocurrido jamás sería delatado.

“Mira, dices algo ahora y si nos agarran a nosotros te vamos a buscar. ¿Estás escuchando?”, amenazaron a la otra mujer. Ella respondió que sí. El pacto se cerró.

*****

Carpeta de investigación 419/2013, Hombre libre por fallas en el proceso.

La violación, el homicidio, cada uno de los detalles fueron contados de manera extensa a lo largo de la carpeta archivada con el número 407/2016. Las autoridades tenían la declaración del feminicida.

Habían encontrado el cuerpo de la víctima por un correo electrónico anónimo que llegó a las oficinas del Ministerio Público donde se informaba “la posible existencia de un cuerpo sin vida en el interior de un domicilio”. Los agentes fueron a inspeccionar y confirmaron que ahí estaba enterrado el cuerpo de una mujer. Además se llevaron dos bolsas con evidencia donde iban el martillo con que la mataron y la sábana en la que envolvieron su cuerpo.

Cuando la policía identificó a la víctima, llegó a la última persona que estuvo con ella. El mismo hombre que confesó su crimen y firmó su declaración.

……..

Hay una frase de abogados mexicanos que dice “a confesiòn de parte relevo de prueba”.

La fiscalía tenía la confesión de uno de tres homicidas y durante tres años se dedicaron a buscar a los otros dos. Pero entonces el juicio dio un giro inesperado. El implicado se retractó de su confesión y alegó que había sido torturado para autoincriminarse.

El juez asentó en la sentencia que el sospechoso denunció ser objeto de actos de tortura, para que emitiera una versión autoincriminatoria “lo que invariablemente vulnera un derecho fundamental del justiciado”.

“Es cierto que dentro del acervo probatorio consta la declaración del acusado, como lo alude el representante social, pero tampoco constituye una prueba eficaz para robustecer la declaración y atribuir la responsabilidad penal en el delito de feminicidio, porque ante el Ministerio Público y el juez de primera instancia negó su presencia en el lugar de los hechos”, añadió el juez.

La defensa fue un paso más adelante que la fiscalía. Los abogados del acusado argumentaron que la detención inicial fue prolongada.

“Mi cliente fue invitado a comparecer ante el Ministerio Público a las 18:30 horas. Cuando fue localizado por los policías ministeriales. Pero fue presentado hasta las 22:10 de ese mismo día. Lo que revela que, no obstante a la cercanía entre el lugar donde lo localizaron y las oficinas del órgano investigador, mi cliente estuvo a disposición de los ministeriales por tres horas y cuarenta minutos. Lo que equivale a una detención prolongada injustificada, al ser obligación de los policías presentarlo de inmediato ante el Ministerio Público.

“Además, es evidente que el trato otorgado a mi cliente no fue el de una persona que es citada a declarar en libertad, sino fue la orden de presentación el instrumento procesal para detenerlo y someterlo a una investigación.

“Por consiguiente, la consecuencia de esta cadena de irregularidades no es otra que la ilegalidad de la declaración en la que confesó haber estado presente y observar cuando los otros dos implicados dieron muerte a la víctima.

“Dada la retención indebida, debe excluirse la prueba que derivó de la detención ilegal, pues tiene como fuente directa la demora injustificada”.

La confesión fue eliminada como evidencia y como los otros implicados insistieron en que jamás estuvieron esa noche con él, el caso se cayó. Esa confesión era la única evidencia “firme” que se tenía en contra de él mismo y de los otros dos hombres. Pero al ser desechada el caso se derrumbó. En aquella sábana y martillo que se llevó la policía había sangre, pero nunca hubo un perfil genético para buscar el ADN de los acusados. La fiscalía había basado su caso en la mera confesión.

La sentencia del juez dijo: “El relato es inverosímil y su declaración debe excluirse por derivar de una detención ilegal, con violación a los derechos fundamentales del sentenciado”.

“Las pruebas no son suficientes para demostrar la intervención del acusado como autor o partícipe en el delito de feminicidio (…) Se sostiene la imposibilidad de atribuir desde la declaración del acusado su intervención en la ideación, preparación o realización de la conducta de feminicidio”.

* Los nombres de las víctimas, los acusados y testigos de los juicios fueron reservados por las autoridades judiciales.

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