El poder de las palabras: ¿cómo fue tu primer beso?

La manera en que relatamos nuestros propios recuerdos da forma a nuestro contorno emocional.


¿Cómo fue tu primer beso? Solemos recordarlo desde la perspectiva de una cámara que filma toda la escena. Pero casi seguro que no fue así como lo experimentamos. Quizás cerramos los ojos y de ese primer beso, en realidad, no vimos nada. Así se editan las memorias para hacerlas encajar con el relato que construimos de nosotros mismos.

A quienes nos mudamos a otro país o a otro lugar suelen preguntarnos “¿por qué te fuiste?”. Cualquier respuesta tiene un dejo de engaño, por más honesta que sea nuestra intención. Lo que se interpone es la inevitable perspectiva del presente: es difícil volver a ponernos en la piel de aquel que fuimos cuando decidimos partir, el único que podría responder cabalmente a esas preguntas.

¿Cómo se construye nuestra identidad? ¿Cómo cambiar todo el tiempo sin dejar de ser nunca uno mismo? La solución es que nuestra identidad se construye desde una perspectiva de movimiento, tal como asimilamos el paisaje en un viaje en coche. Y cuando las cosas no progresan, el cerebro lo resuelve sin darnos aviso, creando un falso recuerdo.

Escribía Arthur Koestler: “El adolescente torpe, el joven necio que una vez fuimos nos suele resultar tan grotesco y ajeno a nuestra propia identidad cuando lo contemplamos en retrospectiva que de inmediato sentimos por él una suerte de desprecio irónico”. Somos traidores de nuestro pasado. Igual que los celos y la envidia nos llevan a crear versiones desfavorables de los demás para sentirnos más valiosos en comparación, el deseo de progreso trastoca el pasado. Tenemos envidia de nuestro propio pasado.

A veces, con el paso del tiempo se da el fenómeno inverso: contraponer el declive propio con recuerdos de una juventud más vigorosa de lo que fue y así el presente empieza a vivir de las glorias pasadas. ¿Sueles denigrar el pasado para realzar tu presente, o, al revés, exagerarlo para vivir de glorias pasadas?

Cada uno de nosotros adopta de forma intermitente estas perspectivas. Es un buen ejercicio identificar los dominios en los que prevalece una o la otra y las implicaciones que esto tiene en nuestra vida. La manera en que relatamos nuestros propios recuerdos da forma a nuestro contorno emocional.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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¿Cómo se construye nuestra identidad? ¿Cómo cambiar todo el tiempo sin dejar de ser nunca uno mismo? La solución es que nuestra identidad se construye desde una perspectiva de movimiento, tal como asimilamos el paisaje en un viaje en coche. Y cuando las cosas no progresan, el cerebro lo resuelve sin darnos aviso, creando un falso recuerdo.

Escribía Arthur Koestler: “El adolescente torpe, el joven necio que una vez fuimos nos suele resultar tan grotesco y ajeno a nuestra propia identidad cuando lo contemplamos en retrospectiva que de inmediato sentimos por él una suerte de desprecio irónico”. Somos traidores de nuestro pasado. Igual que los celos y la envidia nos llevan a crear versiones desfavorables de los demás para sentirnos más valiosos en comparación, el deseo de progreso trastoca el pasado. Tenemos envidia de nuestro propio pasado.

A veces, con el paso del tiempo se da el fenómeno inverso: contraponer el declive propio con recuerdos de una juventud más vigorosa de lo que fue y así el presente empieza a vivir de las glorias pasadas. ¿Sueles denigrar el pasado para realzar tu presente, o, al revés, exagerarlo para vivir de glorias pasadas?

Cada uno de nosotros adopta de forma intermitente estas perspectivas. Es un buen ejercicio identificar los dominios en los que prevalece una o la otra y las implicaciones que esto tiene en nuestra vida. La manera en que relatamos nuestros propios recuerdos da forma a nuestro contorno emocional.

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