Alfonso Herrera: “Los mexicanos somos unos hijos de la chingada”

El actor mexicano habló con EL PAÍS sobre su participación en la película ‘¡Que Viva México!’ y sobre los orígenes que lo catapultaron a la fama.



ALMUDENA BARRAGÁN / El País

Es uno de los actores más solicitados del cine mexicano. Nacido en Ciudad de México hace 39 años, Alfonso Herrera ha construido, proyecto a proyecto, una sólida trayectoria que le ha llevado a tener reconocimientos dentro y fuera de México. Ganador del premio Ariel a mejor Actor por El Baile de los 41, este año fue galardonado con el Premio Ondas como mejor actor de ficción sonora por Batman desenterrado.

Herrera acaba de estrenar la última película de Luis Estrada, ¡Que Viva México!, una sátira política y social que dará mucho que hablar porque critica a la sociedad mexicana en su conjunto. Comparte cartel con un reparto de lujo entre los que destacan Damián Alcázar, Ana de la Reguera y Joaquín Cosío, entre otros. Se trata de la segunda película de Estrada en la que participa el actor. En 2014, tuvo un papel en La dictadura perfecta, una cinta que criticaba el lanzamiento de un candidato desde la mayor televisora del país. Aquello le costó ser despedido de esa gran televisora, Televisa, donde era uno de los actores de la plantilla. Aquella ruptura, como él mismo reconoce, cambió radicalmente su vida.

Después vendrían Sense 8, la serie de las hermanas Wachowski con la que pegó el salto a Estados Unidos y Ozark, que acabó consolidando a Herrera como un actor versátil que se siente cómodo tanto en el drama como en la comedia. Alfonso Herrera habla con EL PAÍS por videollamada desde su casa en Ciudad de México, a punto de tomar un avión que lo lleve a Argentina, donde le espera su próximo proyecto junto a Camila Sosa Villada. A diferencia de su personaje en ¡Que Viva México!, Herrera no reniega del pasado ni de sus orígenes en el cine, cuando todo México lo descubrió en el drama adolescente Amarte Duele (2002). Después llegaría Rebelde, una de las series adolescentes más exitosas de todos los tiempos, que lo acabó convirtiendo en ídolo para millones de chicas y chicos dentro y fuera de los escenarios. Desde entonces, la mayoría le conoce como Poncho, el diminutivo de su nombre, y le parece bien.


Pregunta. ¿Cómo definiría ¡Que Viva México!?

Respuesta. Como un espejo desalmado de lo que somos, de nuestra sociedad y de la mexicanidad. El cine de Luis no te invita, te empuja hacia la reflexión, pero a la vez el cine funciona para entretener. Creo que se van a topar con un espejo gigante donde probablemente se van a ver a ellos mismos. Y si no ocurre eso, pues probablemente verán a sus familiares, porque retrata muy bien a la familia mexicana.

P. ¿Cómo es trabajar con Luis Estrada?

R. Trabajar con Luis es lo máximo, porque es una biblioteca andante del cine mexicano y del cine mundial. Respira cine, fuma cine, todo lo que tiene que ver con su vida lo asocia con el cine. Entonces yo siempre quiero estar en un set de Luis, no solo por la suerte de contar esa historia, sino por la experiencia de estar junto a él. Estar en este rodaje es como estar en familia, porque todos nos conocemos.

P. ¿Y cómo es hacer nuevamente una película con él después de casi 10 años?

R. Muy divertido pero cargado de rigor. Yo digo que debería de existir un género que se llame. “Género Luis Estrada” en este país, porque utiliza la sátira, la comedia negra y el humor de una forma única para burlarnos de nosotros y también para aprender. Luis lo ha llevado a un lugar en el que es único, otros directores han intentado replicar su tono, pero no les sale.

P. ¿Es cierto que usted dejó todo cuando le cayó este papel?

R. Si Luis me habla, yo ahí voy a estar, igual que él se la jugó por mí en algún momento. A mí, Luis me cambió la vida y me cambió la carrera.

P. Imagino que a Televisa no le sentó muy bien que hiciera La dictadura perfecta…

R. Me corrieron de Televisa. Me dijeron: “Si haces esa película no vas a poder estar en esta empresa”, por dos razones, tenía una exclusividad, un dinero fijo mensual con ellos y, por otro, querían que yo hiciera una novela de cura sexy.

P. Colgó la sotana por escaparse con Luis Estrada…

R. Ni en mis sueños más guajiros hubiera pensado hacer una película de él y me acabó dando un papel.

P. En esta época en que la cancelación está a la orden del día, ¿no tiene miedo de lanzar una película tan políticamente incorrecta?

R. Yo creo que es necesaria. Estamos en unos tiempos muy delicados en que digas lo que digas se te va a juzgar. Más ahora, que las redes sociales se han convertido en una inquisición donde cualquier comentario se catapulta al máximo. Una de las características que tiene Luis es que él habla y dice las cosas como son y su cine es así: directo, crudo y duro. Porque él como persona también es exactamente igual. Yo diría que su cine es necesario y si hay algo que a él le importa mucho es no autocensurarse.

P. ¿Podría terminar esta frase? Los mexicanos somos…

R. Los mexicanos somos unos hijos de la chingada, como diría Octavio Paz. Porque ser un hijo de la chingada implica una profundidad mucho mayor, implica el mestizaje, implica la peripecia, implica la ironía, implica también este tono festivo que generalmente tenemos. Entonces, sí, los mexicanos somos unos hijos de la chingada.

P. ¿Cree que esta sociedad está preparada para ver una sátira de la autodenominada Cuarta Transformación?

R. Creo que el cine de Luis genera radiografías claras de cuál es el contexto y nos ha acostumbrado sexenio a sexenio a analizar la coyuntura en la que nos encontramos. Creo que todo México está esperando la opinión de Luis Estrada sobre esta época. Desde La ley de Herodes hasta La dictadura perfecta, todo ese cine, todos esos problemas que Luis ha presentado en sus películas anteriores, siguen latentes de alguna manera, directa o indirectamente.

P. ¿En quién se inspiró para preparar su personaje de Pancho, un tipo de origen humilde que aspira a mejorar y convertirse en clase media alta?

R. En realidad, Pancho somos todos. Pancho es un amplio sector de la sociedad mexicana y de la masculinidad representado en un personaje. Pancho es mi papá, Pancho soy yo. Pancho es el pollero, es el electricista. Tiene muchos rasgos de personas y de masculinidades que me he topado a lo largo de mi vida. Es un hombre de clase media, media alta, que tiene un trabajo y que aspira a más. Tenía muy bien planchado ese personaje porque tuve tiempo para prepararlo durante la pandemia. Lo más sencillo de mi día de trabajo era grabar Ozark y lo complicado empezaba después, cuando me tocaba desglosar las 200 páginas del guion de Luis.

P. Una parte importante de la película habla sobre dejar los orígenes y los comienzos atrás cuando uno se avergüenza de ellos. ¿A usted le sucede eso con el comienzo de su carrera?

R. Para nada. Cualquier etapa es importante, los inicios para mí son igual de importantes que el momento en el que me encuentro ahora. Mi pasado me hace la persona que soy en este momento y miro al pasado con mucho cariño, con mucha humildad y con mucho agradecimiento. Todo suma y hay que verlo con esa óptica.

P. ¿Por qué decidió no sumarse al regreso de RBD?

R. Porque estoy muy feliz con los proyectos que tengo en este momento y dónde tengo la energía en este momento. Sé que ese proyecto [los nuevos conciertos de RBD] será un éxito rotundo y no tengo otra cosa más que buenos deseos para ellos. En algún momento una revista sacó que yo había pedido una cantidad exagerada de dinero para regresar y lo que digo es que mejor se lo paguen a ellos [a sus compañeros] por toda la chinga que se metieron durante tantos años. No tiene que ver con dinero, tiene que ver con lo que es lo justo.

P. ¿A qué se refiere con justo?

R. Cuando hablas de Televisa y de lo que fue Rebelde, este… fue duro, porque firmamos un contrato en el que cedimos los derechos del personaje, la imagen del personaje y todo lo que se explotó en temas de merchandising, nosotros no vimos ni un solo peso. Tenía 23 o 24 años y veía la cara de mis compañeros y mi cara en todos los aparadores vendiendo galletas, chicles, jugos, cuadernos, tenis, lápices y nada. La televisora dueña de este proyecto no fue justa y no es un tema de dinero, vuelvo a decirlo, tiene que ver con un tema de trabajo, de que hicimos un Coliseo de Los Ángeles con 63.000 personas, por ejemplo, y a mí me pagaron 18.000 pesos por aquello.

P. ¿Y cómo es su relación con Televisa?

R. Quedé muy bien con Televisa, o sea, ahí tengo amigos que aprecio, que quiero. Pero cuando el proyecto fue mutando, fue yéndose a un lugar mucho más amplio que fue un éxito, lo lógico hubiera sido que todo creciera en proporción porque era lo justo. Pese a todo, hubo mucha gente en ese proceso con los que sigo hablando porque así es el entretenimiento.

P. ¿Y con sus compañeros?

R. Me encanta que les vaya bien porque les tengo aprecio, les tengo cariño y les tengo respeto. Compartimos cosas que nadie más va a poder saber y que nosotros seis estuvimos ahí en momentos duros, en momentos alegres y momentos difíciles como cuando fue lo de Brasil… [donde tres chicas murieron en una firma de autógrafos por una avalancha humana]

P. Imagino que nunca se está preparado para vivir algo así…

R. Hasta la fecha sigo teniendo un poco de miedo cuando voy a un lugar donde hay mucha gente. Íbamos solos y entre nosotros nos apoyamos porque no tuvimos apoyo psicológico para poder lidiar con esta situación. Fue muy duro. Años después regresamos a Brasil, conocimos a los familiares y conocí al papá de una de las niñas que perdió la vida. Ese evento me marcó de una manera muy profunda y por más que intento darle la vuelta, todavía ahí está.

P. ¿Qué sigue para Alfonso Herrera, tiene pensado pegar al salto a Hollywood como han hecho otros de sus compañeros?

R. A mí el norte no me quita el sueño. Como puedo ir al norte, puedo ir al sur o puedo regresar a México. Lo único que me interesa es trabajar en cosas que me emocionen, que me entusiasmen y que me reten como ¡Que Viva México!

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