La reacción (que no respuesta) de Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa, ante la exigencia de comparecer ante el poder legislativo para explicar la vulnerabilidad de la secretaría y el riesgo de la información, es una muestra de lo que para ha significado la perdida de una de las facultades que otorga la opacidad: la administración de los secretos.
“El recurso del secreto ha sido considerado a lo largo de la historia la esencia del arte de gobernar”. Así comienza Norberto Bobbio el ya clásico ensayo Democracia y Secreto y que en este momento resulta de lo más sugerente para hacer un primer acercamiento de lectura de fondo a lo que significa, para la vida política y social de nuestro país, el boquete hecho por un grupo de hackctivistas a uno de los muros más sólidos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena): la información secreta.
Al paso de los días y las revelaciones periodísticas resultado del robo de información sensible y secreta a la Sedena, por parte del grupo autodenominado Guacamaya, se van abriendo también las reflexiones de conjunto de lo que estos documentos están mostrando más allá de la información que se ha ido difundiendo.
Golpe al orgullo y la soberbia
Comenzaré con uno que por obvio no debe dejarse de lado y por lo que implica e implicará para la historia misma de las fuerzas armadas: el fin al mito del impenetrable muro verde olivo de los secretos.
Habrá quienes vean en esto un elemento menor, pero no lo es si tomamos en cuenta el grado de orgullo que representa para un ejército, como el de México, los secretos internos. Durante décadas se habían logrado consolidar como la institución que podía presumir no que su labor de inteligencia incluía esconder, manipular y contar su historia y sus secretos en el momento en qué ellos quisieran o les conviniera.
Que un grupo de activistas hayan violado los candados de la caja de seguridad más importante, como es el correo del mismo secretario de la defensa nacional, Luis Crescencio Sandoval y se estén asomando periodistas y ciudadanos a mirar sus secretos e “intimidades”, es un golpe en pleno pecho del orgullo y la soberbia militar; un boquete directo a la presumida Sección II (Inteligencia).
Esto, nada menor, llevará rato procesar y será algo que más temprano que tarde se estarán cobrando. La reacción de los altos mandos militares a este golpe, tanto en lo interno como hacia la sociedad, es aún imprevisible. Por eso hay que tenerlo en la lista de observaciones a atender en los días venideros.
El secreto como sistema de poder
A partir de la información que se ha ido extrayendo y la que hemos podido ver de manera directa, esta va consolidando, en su conjunto, lo que teníamos solamente como hipótesis en este gobierno: la continuidad del secreto como parte del sistema político mexicano. Al igual que en otros momentos de la historia reciente, es el secreto y no la transparencia, el cemento que une a las instituciones del Estado.
De ahí que las dimensión e interés social que alcanzan las revelaciones contenidas en los millones de correos del titular de la Sedena, es proporcional al tamaño de la secrecía del sistema político mexicano. No se trata solamente del tamaño de la sombra a la que se acoge el actual gobierno, si no que forma parte del ADN del poder político en México.
Cambian los hombres, los partidos, pero todos en su conjunto forman parte de una continuidad sistémica: un poder político, el de ayer, el de ahora, que no sincroniza su ejercicio con la rendición de cuentas, con los tiempos presente de gobiernos abiertos.
Inteligencia y espionaje
Otro de los elementos que podemos confirmar, siguiendo una línea comparativa entre los archivos secretos que la Sedena entregó en el 2000 al Archivo General de la Nación (AGN) y parte de lo que conocemos de lo develado de los documentos de la Sedena es que sí, ahí se hace inteligencia; pero también, como antes, el ejército hace espionaje. Las formas y los estilos se repiten como si estuviéramos en los años setenta, solo que ahora con la tecnología como la gran herramienta.
Los documentos hackeados comprueban las similitud de las preocupaciones entre el pasado y el presente: los grupos sociales como focos rojos a los que hay que vigilar y espiar; lo mismo periodistas críticos al gobierno en turno que organizaciones y activistas sociales. Que los grupos de mujeres feministas sean una preocupación de alto nivel para el ejército, remite a la agenda de riesgos que, guardando toda la distancia, se tenía en los años de violencia contra lo que consideraban subversivos, guerrilleros, revoltosos.
Ética y secretos
La reacción del poder era previsible. Está en el manual básico de qué hacer en caso de… La descalificación y el silencio como respuesta. La primera, de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador y la segunda, del secretario de la defensa nacional. Ambas son igual de preocupantes.
Esperemos que entre esa negación/descalificación/silencio, haya una valoración de lo que habría que leer en clave positiva: el papel que de manera responsable han asumido los medios y los periodistas.
Algo de lo que habría que sentirnos orgullosos como periodistas y que el mismo presidente de la República y la misma Defensa nacional, con todo y el orgullo lastimado deberán reconocer en su fuero interno, es que la gran mayoría (remarco esta frase) de los medios y periodistas han hecho un uso responsable de la información, depurando y publicando solamente aquello que es de interés público, cuidando al máximo la información y datos sensibles.
Con todo y las tareas pendientes que tenemos como periodistas para con la ética, esta tratamiento de la información habla bien del periodismo, donde ni siquiera los más duros con el gobierno ni con el presidente, han cedido a la tentación de publicar en bruto información sensible y que pondría en riesgo a muchas personas tanto civiles como militares.
Como decíamos al inicio de este texto, pasada la euforia de la nota diaria, vendrá la segunda fase en la que se comience a procesar desde otros niveles todas las capas que tiene esta información. Las investigaciones que den forma a lo que hoy, en gran medida, están en el campo de las hipótesis. De donde se obtengan nuevos modelo teóricos que expliquen de fondo el papel del ejército en las últimas décadas.
El otoño del general
La reacción (que no respuesta) de Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa, ante la exigencia de comparecer ante el poder legislativo para explicar la vulnerabilidad de la secretaría y el riesgo de la información, es una muestra de lo que para ha significado la perdida de una de las facultades que otorga la opacidad: la administración de los secretos.
No solamente es lo que contienen, sino que se hayan atrevido a despojar, pieza por pieza, cada una de prendas de su hermética indumentaria al grado de dejarlos en un estado de desnudez ante la mirada de los mortales ciudadanos.
En uno de los momentos estelares de las fuerzas armadas, cuando mayor poder real tienen en el pecho del secretario de la defensa nacional, no brillará nunca una de las medallas más preciadas por el poder verde olivo: la que se gana salvaguardando una de las principales trincheras: los arcana imperii. (Los secretos de Estado).