Un superpoder llamado fracaso: las tormentas de M. Night Shyamalan

Después del éxito de El sexto sentido, Shyamalan se mantuvo al margen de Hollywood: no vive en Los Ángeles, sigue en su casa en su natal Filadelfia. Para reunirse con los estudios, el cineasta simplemente toma un avión o llama por teléfono, lo que le ha servido, según ha expresado, para seguir conectado con sus raíces sin perderse en la estilización de California. 

 Por: Sergio López Aguirre

“Pensamos que la tormenta es algo malo pero es una oportunidad para cambiar”.

M. Night Shyamalan

“Hice mi primera película los 21. Vendí mi guion de El sexto sentido a los 25 y se volvió el guion por el que pagaron las cantidades más altas en aquella época. Mis películas en conjunto han recaudado más de 3 mil millones de dólares. Soy una de las tres personas en el mundo que han tenido una película número 1 en taquilla en tres décadas diferentes. Todo lo que he escrito desde que era estudiante se ha convertido en película”, así habló el director M. Night Shyamalan a un grupo de estudiantes del Instituto Alpen en 2018, pero el tema no iba sobre los éxitos, sino todo lo contrario.

“A los 21 hice una película con el dinero de mi familia y amigos que falló completamente ​[Praying with Anger, 1992], hice otra para Miramax que fue un fracaso total, nadie vio esa película [Wide Awake, 1998] estaba acabado, las críticas la destrozaron, todo era horrible. Le vendí un guion a 20th Century Fox pero me despidieron inmediatamente como director. Hice películas que fueron muy exitosas y luego otras que al público no les gustaron. He estado en las listas de peores directores por mucho mucho tiempo, y hubo un momento, recientemente, en el que nadie quería hacer una película conmigo”. 

Podría decirse que el camino de M. Night Shyamalan en Hollywood es parecido al mito de Ícaro, quien voló muy cerca del sol y se quemó las alas. Tras un paso sólido en la taquilla alrededor del mundo gracias a películas como El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002) y La aldea (2004)–en donde trabajó con talentos de la talla de Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Toni Colette, Mel Gibson, Bryce Dallas Howard, Adrien Brody y Joaquin Phoenix–, sus «tropiezos» empezaron a dominar las conversaciones sobre él: La dama del agua (2006), El fin de los tiempos (2008). Su punto más bajo llegó con la adaptación de gran presupuesto El último maestro del aire (2010), destrozada tanto por la crítica como por los fans. 

Pero mucho antes de El sexto sentido, Shyamalan experimentó un momento de autoanálisis y aprendizaje que le sirvió para corregir el rumbo:

“Pensé que la forma de entrar a la industria era haciendo películas de festival (Praying with Anger y Wide Awake) porque así es como la gente es conocida, así lo hacían Soderbergh y otros. Traté… pero no soy bueno en eso, soy malo para eso y estaba fallando”, señaló para el American Film Institute durante la promoción de El sexto sentido. “Vi en mi casa los pósters que tenía: Tiburón, El exorcista, Cazadores del arca perdida y solo quería hacer algo así, no sentía que debía pedir permiso para hacer una de esas así que me dije ‘Amo a los fantasmas, hagamos una historia de fantasmas’ y es liberador cuando haces algo que te gusta porque no necesitas la aprobación de nadie”.

En las afueras de Hollywood

Incluso después del éxito de El sexto sentido, Shyamalan se mantuvo al margen de Hollywood: no vive en Los Ángeles, sigue en su casa en su natal Filadelfia. Para reunirse con los estudios, el cineasta simplemente toma un avión o llama por teléfono, lo que le ha servido, según ha expresado, para seguir conectado con sus raíces sin perderse en la estilización de California. La realidad es que el director tiene un profundo amor a su natal Filadelfia, además de ser un gran fanático de los 76ers, equipo de basquetbol que no ha sido campeón en la NBA desde 1983. Aun así, Shyamalan se coloca en su asiento preferencial cada temporada para verlos.

El cineasta disfruta tanto esta libertad de la industria de Hollywood –y el basquetbol–, que este es el ejemplo que usó con los estudiantes: “Si fuera un basquetbolista profesional, pondría en mi contrato que se me dejara jugar también en canchas callejeras, porque eso es algo que no lo permiten y eso a mí me permitiría recordar lo que es jugar por diversión”.

A inicios de 2014, después de los reveses de su filmografía, ningún estudio quería trabajar con Shyamalan o producirle sus proyectos, por lo que el director retomó ese pensamiento del basquetbol para rodar «solo por diversión», sin tener que pedir permiso a nadie –o aprobación–, justo como ocurrió cuando escribió El sexto sentido. Sin embargo, no fue nada sencillo: tuvo que poner las escrituras de su casa para obtener un préstamo de $5 millones de dólares. Seis semanas después de haber rodado la película, la proyectó a todos los distribuidores y estudios en Hollywood, pero todos la rechazaron, absolutamente todos, mientras que los agentes del director le decían que intentarían encontrar alguna manera de recuperar el dinero, pero que lo veían imposible.

“Se acabó, es el final. Es esa sensación de que ya terminó. Todos están en contra mía, el sistema, ya no hay más”, pensó Shyamlan, según lo que expresa en la charla.

Al regresar de Hollywood, el director se sentó con su hija para ayudarle a armar un rompecabezas que tenían en la mesa y estuvieron 15 minutos buscando una pieza hasta que finalmente la encontraron. El pequeño acontecimiento provocó una epifanía: el director supo que había una película en lo que había rodado, solo necesitaba encontrar una primera pieza para ajustarla.

En una segunda proyección, la película fue comprada inmediatamente por Universal Pictures y Blumhouse. The Visit se convirtió en la producción más redituable de 2015 y al siguiente año, Shyamalan repitió el proceso de hipotecar su casa para hacer Fragmentado, cinta que marcaría su regreso a las ligas de autor de género. 

Consciente, incluso como propio narrador de historias, de que podemos tener diferentes versiones de nosotros mismos frente al mundo, el director destaca la necesidad de las crisis y las tormentas para ser alguien nuevo. Así nos lo dijo en exclusiva en entrevista por su más reciente película, Viejos:

 “Creo que ahora que he hecho películas a lo largo de los años, sé que cuando he tratado de ir a la segura es cuando me he puesto en gran riesgo y cuando he tomado grandes riesgos me he sentido más seguro. A veces tememos atravesar una tormenta por miedo, pero es una oportunidad para crecer y madurar más rápido. En cambio si tratas de evitar la tormenta te quedas muy similar a como has sido y no estás realmente cambiando, no estás creciendo. Pensamos que la tormenta es algo malo pero es una oportunidad para grandes cambios”.

Las tormentas no son pérdida de tiempo

Tras la tormenta, en efecto, las puertas comenzaron a abrirse: Fragmentado fue un éxito mundial que le permitió cerrar su trilogía de Eastrail 177, formada también por El protegido y que terminara con Glass, mientras que Apple lo contrató para producir la serie Servant, sobre una pareja que al perder un hijo contrata un servicio para sobrellevar su pérdida, pero con misteriosos resultados. Mientras tanto, como parte de un regalo del Día del Padre, las hijas de Shyamalan le dieron la novela gráfica Sandcastle de Frederik Peeters y Pierre Oscar Lévy sobre un grupo de personas que descubren que están envejeciendo siete años por cada hora que pasan en una playa. La novela impactó tanto al director que compró los derechos para adaptarla como su siguiente trabajo: Viejos. Aunque él señala, y la película así lo muestra, que sólo tomó prestada la premisa: el resto es el suspenso y terror propio de su imaginación.

“Christopher Nolan tiene esta parte en Interestelar donde Matthew McConaughey pierde cierta cantidad de años, donde no puede ver a su hija y recuerdo que eso me quitó el aliento”, nos dice Shyamalan “La idea de pensar que pierdo 7 años de la vida de mi hija, eran más pesadilla de lo que podía imaginarme”. 

Incluso mientras rodaba la película, Shyamalan habló con Nolan para compartirle el tipo de película que hacía y naturalmente la cuestión temporal emocionó mucho al director de Tenet, El origen o Amnesia, todas ellas cintas que juegan con el tiempo y nuestra percepción con él.

Para Shyamalan haber atravesado la tormenta, con esta historia de éxitos y fracasos por igual, lo define como uno de los pocos cineastas que no temen a hablar de ello: incluso acepta que es necesario equivocarse, es necesario sentirse perdido para encontrarse nuevamente. Así se lo dice a sus hijas: “Soy muy constante con ellas, les pido que sean líderes pero que se comporten éticamente, que trabajen honestamente y que fallen, que fracasen una y otra y otra vez”, le compartió a la conductora Lily Singh en una charla.

Shyamalan seguirá buscando no la perfección, sino encontrarse en el fracaso.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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 Por: Sergio López Aguirre

“Pensamos que la tormenta es algo malo pero es una oportunidad para cambiar”.

M. Night Shyamalan

“Hice mi primera película los 21. Vendí mi guion de El sexto sentido a los 25 y se volvió el guion por el que pagaron las cantidades más altas en aquella época. Mis películas en conjunto han recaudado más de 3 mil millones de dólares. Soy una de las tres personas en el mundo que han tenido una película número 1 en taquilla en tres décadas diferentes. Todo lo que he escrito desde que era estudiante se ha convertido en película”, así habló el director M. Night Shyamalan a un grupo de estudiantes del Instituto Alpen en 2018, pero el tema no iba sobre los éxitos, sino todo lo contrario.

“A los 21 hice una película con el dinero de mi familia y amigos que falló completamente ​[Praying with Anger, 1992], hice otra para Miramax que fue un fracaso total, nadie vio esa película [Wide Awake, 1998] estaba acabado, las críticas la destrozaron, todo era horrible. Le vendí un guion a 20th Century Fox pero me despidieron inmediatamente como director. Hice películas que fueron muy exitosas y luego otras que al público no les gustaron. He estado en las listas de peores directores por mucho mucho tiempo, y hubo un momento, recientemente, en el que nadie quería hacer una película conmigo”. 

Podría decirse que el camino de M. Night Shyamalan en Hollywood es parecido al mito de Ícaro, quien voló muy cerca del sol y se quemó las alas. Tras un paso sólido en la taquilla alrededor del mundo gracias a películas como El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002) y La aldea (2004)–en donde trabajó con talentos de la talla de Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Toni Colette, Mel Gibson, Bryce Dallas Howard, Adrien Brody y Joaquin Phoenix–, sus «tropiezos» empezaron a dominar las conversaciones sobre él: La dama del agua (2006), El fin de los tiempos (2008). Su punto más bajo llegó con la adaptación de gran presupuesto El último maestro del aire (2010), destrozada tanto por la crítica como por los fans. 

Pero mucho antes de El sexto sentido, Shyamalan experimentó un momento de autoanálisis y aprendizaje que le sirvió para corregir el rumbo:

“Pensé que la forma de entrar a la industria era haciendo películas de festival (Praying with Anger y Wide Awake) porque así es como la gente es conocida, así lo hacían Soderbergh y otros. Traté… pero no soy bueno en eso, soy malo para eso y estaba fallando”, señaló para el American Film Institute durante la promoción de El sexto sentido. “Vi en mi casa los pósters que tenía: Tiburón, El exorcista, Cazadores del arca perdida y solo quería hacer algo así, no sentía que debía pedir permiso para hacer una de esas así que me dije ‘Amo a los fantasmas, hagamos una historia de fantasmas’ y es liberador cuando haces algo que te gusta porque no necesitas la aprobación de nadie”.

En las afueras de Hollywood

Incluso después del éxito de El sexto sentido, Shyamalan se mantuvo al margen de Hollywood: no vive en Los Ángeles, sigue en su casa en su natal Filadelfia. Para reunirse con los estudios, el cineasta simplemente toma un avión o llama por teléfono, lo que le ha servido, según ha expresado, para seguir conectado con sus raíces sin perderse en la estilización de California. La realidad es que el director tiene un profundo amor a su natal Filadelfia, además de ser un gran fanático de los 76ers, equipo de basquetbol que no ha sido campeón en la NBA desde 1983. Aun así, Shyamalan se coloca en su asiento preferencial cada temporada para verlos.

El cineasta disfruta tanto esta libertad de la industria de Hollywood –y el basquetbol–, que este es el ejemplo que usó con los estudiantes: “Si fuera un basquetbolista profesional, pondría en mi contrato que se me dejara jugar también en canchas callejeras, porque eso es algo que no lo permiten y eso a mí me permitiría recordar lo que es jugar por diversión”.

A inicios de 2014, después de los reveses de su filmografía, ningún estudio quería trabajar con Shyamalan o producirle sus proyectos, por lo que el director retomó ese pensamiento del basquetbol para rodar «solo por diversión», sin tener que pedir permiso a nadie –o aprobación–, justo como ocurrió cuando escribió El sexto sentido. Sin embargo, no fue nada sencillo: tuvo que poner las escrituras de su casa para obtener un préstamo de $5 millones de dólares. Seis semanas después de haber rodado la película, la proyectó a todos los distribuidores y estudios en Hollywood, pero todos la rechazaron, absolutamente todos, mientras que los agentes del director le decían que intentarían encontrar alguna manera de recuperar el dinero, pero que lo veían imposible.

“Se acabó, es el final. Es esa sensación de que ya terminó. Todos están en contra mía, el sistema, ya no hay más”, pensó Shyamlan, según lo que expresa en la charla.

Al regresar de Hollywood, el director se sentó con su hija para ayudarle a armar un rompecabezas que tenían en la mesa y estuvieron 15 minutos buscando una pieza hasta que finalmente la encontraron. El pequeño acontecimiento provocó una epifanía: el director supo que había una película en lo que había rodado, solo necesitaba encontrar una primera pieza para ajustarla.

En una segunda proyección, la película fue comprada inmediatamente por Universal Pictures y Blumhouse. The Visit se convirtió en la producción más redituable de 2015 y al siguiente año, Shyamalan repitió el proceso de hipotecar su casa para hacer Fragmentado, cinta que marcaría su regreso a las ligas de autor de género. 

Consciente, incluso como propio narrador de historias, de que podemos tener diferentes versiones de nosotros mismos frente al mundo, el director destaca la necesidad de las crisis y las tormentas para ser alguien nuevo. Así nos lo dijo en exclusiva en entrevista por su más reciente película, Viejos:

 “Creo que ahora que he hecho películas a lo largo de los años, sé que cuando he tratado de ir a la segura es cuando me he puesto en gran riesgo y cuando he tomado grandes riesgos me he sentido más seguro. A veces tememos atravesar una tormenta por miedo, pero es una oportunidad para crecer y madurar más rápido. En cambio si tratas de evitar la tormenta te quedas muy similar a como has sido y no estás realmente cambiando, no estás creciendo. Pensamos que la tormenta es algo malo pero es una oportunidad para grandes cambios”.

Las tormentas no son pérdida de tiempo

Tras la tormenta, en efecto, las puertas comenzaron a abrirse: Fragmentado fue un éxito mundial que le permitió cerrar su trilogía de Eastrail 177, formada también por El protegido y que terminara con Glass, mientras que Apple lo contrató para producir la serie Servant, sobre una pareja que al perder un hijo contrata un servicio para sobrellevar su pérdida, pero con misteriosos resultados. Mientras tanto, como parte de un regalo del Día del Padre, las hijas de Shyamalan le dieron la novela gráfica Sandcastle de Frederik Peeters y Pierre Oscar Lévy sobre un grupo de personas que descubren que están envejeciendo siete años por cada hora que pasan en una playa. La novela impactó tanto al director que compró los derechos para adaptarla como su siguiente trabajo: Viejos. Aunque él señala, y la película así lo muestra, que sólo tomó prestada la premisa: el resto es el suspenso y terror propio de su imaginación.

“Christopher Nolan tiene esta parte en Interestelar donde Matthew McConaughey pierde cierta cantidad de años, donde no puede ver a su hija y recuerdo que eso me quitó el aliento”, nos dice Shyamalan “La idea de pensar que pierdo 7 años de la vida de mi hija, eran más pesadilla de lo que podía imaginarme”. 

Incluso mientras rodaba la película, Shyamalan habló con Nolan para compartirle el tipo de película que hacía y naturalmente la cuestión temporal emocionó mucho al director de Tenet, El origen o Amnesia, todas ellas cintas que juegan con el tiempo y nuestra percepción con él.

Para Shyamalan haber atravesado la tormenta, con esta historia de éxitos y fracasos por igual, lo define como uno de los pocos cineastas que no temen a hablar de ello: incluso acepta que es necesario equivocarse, es necesario sentirse perdido para encontrarse nuevamente. Así se lo dice a sus hijas: “Soy muy constante con ellas, les pido que sean líderes pero que se comporten éticamente, que trabajen honestamente y que fallen, que fracasen una y otra y otra vez”, le compartió a la conductora Lily Singh en una charla.

Shyamalan seguirá buscando no la perfección, sino encontrarse en el fracaso.

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