Ser mujer en un mundo de hombres: Alfonsina Storni

Desarrolló un yo poético íntimo, independiente, sincero, muchas veces oscuro u onírico y siempre anhelante. El mar, la tierra y el cuerpo femenino son algunos temas de los cuales configura su voz poética.


Por: Ghada Martínez 

En 2022 se cumplen 130 años del nacimiento de Alfonsina Storni, una de las poetas latinoamericanas más influyentes de su generación. La obra poética de la argentina fue prolífica, a veces hermética, irónica y profundamente introspectiva. Sus poemas más conocidos, y los que suelen recopilarse en las antologías, refuerzan su estampa y mito: una figura rebelde y llena de ira que escribe contra el patriarcado y el lugar que tenía la mujer en la sociedad de su tiempo. Alfonsina Storni es una de las poetas mejor conocidas por su expresión de inconformidad respecto a la desigualdad entre los géneros, las expectativas y discursos masculinos, los roles impuestos a la mujer y el cuestionamiento de la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres.

A menudo comparada con Delmira Agustini y Alejandra Pizarnik, Storni comparte con estas el abordaje de temas como la melancolía y depresión, el erotismo, la muerte, la desesperación o la soledad —además de la forma en la que terminaron sus vidas. Sin embargo, concebir el quehacer literario de Storni únicamente desde la perspectiva de género sería reduccionista, pues, aunque indudablemente su “ser mujer” y lo que esto conlleva determinó su obra, no solo se dedicó a explorar[se] desde la relación con los demás o desde el amor, sino que desarrolló un yo poético íntimo, independiente, sincero, muchas veces oscuro u onírico y siempre anhelante. El mar, la tierra, el cuerpo femenino y el amor son solo algunos temas a través de los cuales configura su voz poética y mediante los cuales expresa sus aspiraciones y angustias.

Alfonsina Storni fue una persona profundamente sensible y que siempre llevó sobre sus hombros el dolor del mundo, de sí misma y del anhelo infinito de libertad. Heredera del modernismo, la atormentaban cuestiones como las contradicciones de la condición humana —la carne y el sueño—, el saberse atrapada en su propio cuerpo y emociones, la búsqueda del “gran azul” y el sentirse sola, incomprendida y excluida de las categorizaciones de su época. “Fuera de ley, mi corazón”, “me consumo en mi fuego” decía. Sentía con ímpetu, frenesí y voracidad a los que siempre sucedían la decepción, la herida de lo superficial y el hastío. Storni presentía un océano profundo e insondable dentro de sí misma que la hacía soñar y a la vez la desesperaba, era siempre presa de “una fiebre azulada que [nutría su] quimera”.

Definitivamente, la poeta argentina nació en el siglo equivocado, en la sociedad equivocada, en el mundo equivocado. No solo se sintió atrapada en sí misma, sino también en un siglo de mojigatería e hipocresía. Sus anhelos de estrellas, mares y crepúsculos se hicieron añicos contra la vulgaridad gris de su entorno y de las limitaciones que le eran impuestas a su sexo. “Y al perder mi barquito / Solíanme embargar / Ideas de infinito / Y rompía a llorar”.

Alfonsina Storni nunca pudo reconciliarse con sus ansias de plenitud y lo que se esperaba de ella: “oveja descarriada” se llamaba a sí misma. Mascarilla y trébol (1938) —su último poemario y el más críptico— refleja su descenso final. Es sabido que durante toda su vida padeció su salud mental; depresiones y episodios de paranoia que, aunados a sus circunstancias y colisiones internas, la llevaron a terminar su vida. Sin duda, la poesía de Storni es preciosa, sincera y tiene alas, pero no solo eso, también muestra un desarrollo formal muy serio y autoconsciente; todos deberían leerla. Los que la definen únicamente como una poeta ardiente y erótica que habla sobre todo del amor y del desprecio que siente por los hombres definitivamente no la entendieron.

Existe la leyenda romántica de que se suicidó adentrándose lentamente al mar, aunque lo más probable es que —como señalan sus biógrafos— se haya lanzado desde una escollera. Aun así, me gusta pensar que se fue de la primera forma y que en lugar de “danzar la danza negra de la muerte que el viento se lleva”, danza en medio de “una gran tela azúrea / de rosados dragones claveteada / muy alta”, que —junto con los “pájaros oscuros”, se baña en “los mares intermedios”— y que, como escribió en su último poema Voy a dormir, duerme con “una lámpara a la cabecera”, debajo de una constelación.

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En 2022 se cumplen 130 años del nacimiento de Alfonsina Storni, una de las poetas latinoamericanas más influyentes de su generación. La obra poética de la argentina fue prolífica, a veces hermética, irónica y profundamente introspectiva. Sus poemas más conocidos, y los que suelen recopilarse en las antologías, refuerzan su estampa y mito: una figura rebelde y llena de ira que escribe contra el patriarcado y el lugar que tenía la mujer en la sociedad de su tiempo. Alfonsina Storni es una de las poetas mejor conocidas por su expresión de inconformidad respecto a la desigualdad entre los géneros, las expectativas y discursos masculinos, los roles impuestos a la mujer y el cuestionamiento de la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres.

A menudo comparada con Delmira Agustini y Alejandra Pizarnik, Storni comparte con estas el abordaje de temas como la melancolía y depresión, el erotismo, la muerte, la desesperación o la soledad —además de la forma en la que terminaron sus vidas. Sin embargo, concebir el quehacer literario de Storni únicamente desde la perspectiva de género sería reduccionista, pues, aunque indudablemente su “ser mujer” y lo que esto conlleva determinó su obra, no solo se dedicó a explorar[se] desde la relación con los demás o desde el amor, sino que desarrolló un yo poético íntimo, independiente, sincero, muchas veces oscuro u onírico y siempre anhelante. El mar, la tierra, el cuerpo femenino y el amor son solo algunos temas a través de los cuales configura su voz poética y mediante los cuales expresa sus aspiraciones y angustias.

Alfonsina Storni fue una persona profundamente sensible y que siempre llevó sobre sus hombros el dolor del mundo, de sí misma y del anhelo infinito de libertad. Heredera del modernismo, la atormentaban cuestiones como las contradicciones de la condición humana —la carne y el sueño—, el saberse atrapada en su propio cuerpo y emociones, la búsqueda del “gran azul” y el sentirse sola, incomprendida y excluida de las categorizaciones de su época. “Fuera de ley, mi corazón”, “me consumo en mi fuego” decía. Sentía con ímpetu, frenesí y voracidad a los que siempre sucedían la decepción, la herida de lo superficial y el hastío. Storni presentía un océano profundo e insondable dentro de sí misma que la hacía soñar y a la vez la desesperaba, era siempre presa de “una fiebre azulada que [nutría su] quimera”.

Definitivamente, la poeta argentina nació en el siglo equivocado, en la sociedad equivocada, en el mundo equivocado. No solo se sintió atrapada en sí misma, sino también en un siglo de mojigatería e hipocresía. Sus anhelos de estrellas, mares y crepúsculos se hicieron añicos contra la vulgaridad gris de su entorno y de las limitaciones que le eran impuestas a su sexo. “Y al perder mi barquito / Solíanme embargar / Ideas de infinito / Y rompía a llorar”.

Alfonsina Storni nunca pudo reconciliarse con sus ansias de plenitud y lo que se esperaba de ella: “oveja descarriada” se llamaba a sí misma. Mascarilla y trébol (1938) —su último poemario y el más críptico— refleja su descenso final. Es sabido que durante toda su vida padeció su salud mental; depresiones y episodios de paranoia que, aunados a sus circunstancias y colisiones internas, la llevaron a terminar su vida. Sin duda, la poesía de Storni es preciosa, sincera y tiene alas, pero no solo eso, también muestra un desarrollo formal muy serio y autoconsciente; todos deberían leerla. Los que la definen únicamente como una poeta ardiente y erótica que habla sobre todo del amor y del desprecio que siente por los hombres definitivamente no la entendieron.

Existe la leyenda romántica de que se suicidó adentrándose lentamente al mar, aunque lo más probable es que —como señalan sus biógrafos— se haya lanzado desde una escollera. Aun así, me gusta pensar que se fue de la primera forma y que en lugar de “danzar la danza negra de la muerte que el viento se lleva”, danza en medio de “una gran tela azúrea / de rosados dragones claveteada / muy alta”, que —junto con los “pájaros oscuros”, se baña en “los mares intermedios”— y que, como escribió en su último poema Voy a dormir, duerme con “una lámpara a la cabecera”, debajo de una constelación.

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