¿Qué sucede con nuestro contenido en redes sociales al morir?

Damos nuestros datos por “consentimiento obligado”, de lo contrario no podemos estar en las plataformas digitales.


Por: Luisa González  

Hay prisa por estar en las redes sociales, crear contenido y compartirlo, consumir información de interés, emitir nuestra opinión para secundar a quienes nos son afines o criticar a quienes no. Construimos narrativas para afianzar nuestra existencia, pero ¿qué pasa con todo ese contenido al morir?, ¿qué hacen las plataformas digitales?, ¿a dónde se van los datos que se dan al abrir una cuenta?

Como usuarios no lo tenemos pensado porque siempre vivimos en el presente. El tema de la muerte es tabú en la sociedad mexicana; no nos gusta hablar de “qué pasaría si yo muriera”, y las plataformas que ofrecen servicio de redes sociales tampoco lo tienen contemplado, explica Raul Anthony Olmedo Neri, maestro en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).

Al abrir una cuenta damos nuestros datos con “consentimiento obligado”, de lo contrario no podemos acceder a las plataformas. Hay una fascinación por estar en internet y en las redes sociales, pero lo primero que tenemos que ceder son nuestros datos, lo cual es un problema ontológico importante, dice el experto en entrevista.

En el boom de Facebook o Twitter en 2008, aproximadamente, los usuarios “inocentemente” otorgaron sus datos verdaderos como nombre y fecha de nacimiento y no revisaron las políticas en términos de uso, en donde se establece qué se hace con la información y que el usuario acepta. “No leemos las letras chiquitas porque tenemos prisa de estar ahí, ¿qué puede salir mal?”, comenta.

Asignar a un encargado en caso de fallecimiento

Cuando una persona fallece se tiene un problema importante porque las personas no se plantean la asignación de un encargado para que, en caso de muerte, pida a las empresas digitales que se elimine todo el repositorio del familiar o ser querido, como fotos, audios y videos o convertir la cuenta en una suerte de estela o lápida virtual.

De acuerdo al académico adscrito al Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de la FCPyS, recientemente se ha activado la opción de “memorial”, en la que, obvio, la persona ya no publicará nada pero ciertos contactos podrán accesar al contenido. Sin embargo, la mayoría de los perfiles siguen activos y es por ello que las personas siguen colocando frases de dolor o tristeza.

En términos funcionales, a las plataformas no les conviene tener activas las cuentas de quienes ya no están, pero en términos de datos sí, continúa el experto, porque los datos que se generaron en su momento terminan en el big data, que contiene perfiles vendidos a las empresas de mercadotecnia y publicidad. Es decir, se sigue lucrando con esa información.

Las compañías tienen que enfrentarse a la capacidad de almacenamiento de contenido de los fallecidos, a la creación de varias cuentas de una misma persona que olvidó su contraseña y prefirió abrir una segunda o tercera y a quienes crean un perfil falso para fines determinados, como espionaje o investigación.

¿Por qué las empresas no han aprovechado las ausencias para crear “sepelios virtuales” o “memoriales”? Porque no están pensando en los muertos, a ellos les interesa recopilar la información de los vivos porque son datos vendibles, “una persona que ya no está viva ya no es importante en términos económicos”.

El profesor rememora que durante la pandemia se realizaron novenarios o rosarios (rezos) a través de la plataforma Zoom y las personas se conectaron con sus celulares “y apuraban a la mujer que los organizaba porque sólo tenían 40 minutos” (duración de la versión gratuita).

Facebook nunca pensó que los usuarios transmitirían sepelios, por ejemplo, tal vez porque su política es vivir y compartir la vida, no la muerte, y pareciera que no han encontrado un modelo de negocio en el que la muerte sea redituable para la empresa.

El avance de la tecnología es tal que nos permite mantener y almacenar voz, gestos y experiencias de un ser querido y hasta “presumirlo” con otras personas: “Mira, a tu abuelita no la conociste pero aquí hay un audio de ella”, es decir, contamos con un proceso que la dimensión tecnológica permite.

Cuando no se deja un testamento, “los vivos hacen del muerto lo que quieren” porque los familiares pasan por alto la “última voluntad” de quien ya no está y vienen los problemas. Las plataformas deberían preguntar al usuario: ¿qué deseas hacer con tu contenido?, ¿que continúe o se forme un memorial?, dice finalmente el especialista.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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Como usuarios no lo tenemos pensado porque siempre vivimos en el presente. El tema de la muerte es tabú en la sociedad mexicana; no nos gusta hablar de “qué pasaría si yo muriera”, y las plataformas que ofrecen servicio de redes sociales tampoco lo tienen contemplado, explica Raul Anthony Olmedo Neri, maestro en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).

Al abrir una cuenta damos nuestros datos con “consentimiento obligado”, de lo contrario no podemos acceder a las plataformas. Hay una fascinación por estar en internet y en las redes sociales, pero lo primero que tenemos que ceder son nuestros datos, lo cual es un problema ontológico importante, dice el experto en entrevista.

En el boom de Facebook o Twitter en 2008, aproximadamente, los usuarios “inocentemente” otorgaron sus datos verdaderos como nombre y fecha de nacimiento y no revisaron las políticas en términos de uso, en donde se establece qué se hace con la información y que el usuario acepta. “No leemos las letras chiquitas porque tenemos prisa de estar ahí, ¿qué puede salir mal?”, comenta.

Asignar a un encargado en caso de fallecimiento

Cuando una persona fallece se tiene un problema importante porque las personas no se plantean la asignación de un encargado para que, en caso de muerte, pida a las empresas digitales que se elimine todo el repositorio del familiar o ser querido, como fotos, audios y videos o convertir la cuenta en una suerte de estela o lápida virtual.

De acuerdo al académico adscrito al Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de la FCPyS, recientemente se ha activado la opción de “memorial”, en la que, obvio, la persona ya no publicará nada pero ciertos contactos podrán accesar al contenido. Sin embargo, la mayoría de los perfiles siguen activos y es por ello que las personas siguen colocando frases de dolor o tristeza.

En términos funcionales, a las plataformas no les conviene tener activas las cuentas de quienes ya no están, pero en términos de datos sí, continúa el experto, porque los datos que se generaron en su momento terminan en el big data, que contiene perfiles vendidos a las empresas de mercadotecnia y publicidad. Es decir, se sigue lucrando con esa información.

Las compañías tienen que enfrentarse a la capacidad de almacenamiento de contenido de los fallecidos, a la creación de varias cuentas de una misma persona que olvidó su contraseña y prefirió abrir una segunda o tercera y a quienes crean un perfil falso para fines determinados, como espionaje o investigación.

¿Por qué las empresas no han aprovechado las ausencias para crear “sepelios virtuales” o “memoriales”? Porque no están pensando en los muertos, a ellos les interesa recopilar la información de los vivos porque son datos vendibles, “una persona que ya no está viva ya no es importante en términos económicos”.

El profesor rememora que durante la pandemia se realizaron novenarios o rosarios (rezos) a través de la plataforma Zoom y las personas se conectaron con sus celulares “y apuraban a la mujer que los organizaba porque sólo tenían 40 minutos” (duración de la versión gratuita).

Facebook nunca pensó que los usuarios transmitirían sepelios, por ejemplo, tal vez porque su política es vivir y compartir la vida, no la muerte, y pareciera que no han encontrado un modelo de negocio en el que la muerte sea redituable para la empresa.

El avance de la tecnología es tal que nos permite mantener y almacenar voz, gestos y experiencias de un ser querido y hasta “presumirlo” con otras personas: “Mira, a tu abuelita no la conociste pero aquí hay un audio de ella”, es decir, contamos con un proceso que la dimensión tecnológica permite.

Cuando no se deja un testamento, “los vivos hacen del muerto lo que quieren” porque los familiares pasan por alto la “última voluntad” de quien ya no está y vienen los problemas. Las plataformas deberían preguntar al usuario: ¿qué deseas hacer con tu contenido?, ¿que continúe o se forme un memorial?, dice finalmente el especialista.

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