No todo lo que se muestra en la gran vidriera del sexo es indicador de libertad sexual. Desde qué edad estas actitudes se configuran y qué rol juegan los patrones sociales, culturales y religiosos
Si hablamos de conocimiento sexual no todo lo que reluce es oro, me refiero a que no todo lo que se muestra en la gran vidriera del sexo es indicador de libertad sexual. Si bien las aplicaciones, los medios de comunicación, las modas, la visibilidad de géneros, orientaciones y prácticas permiten conocer y naturalizar el amplio mundo de la sexualidad humana, en la intimidad, en el frente a frente siguen apareciendo tabúes, mitos, conflictos internos y problemas vinculares.
Y, además, la supuesta libertad sexual pone en jaque la sexualidad de aquellas personas que tienen más dificultades para expresarla: “¿Debo estar a tono con los demás?” “¿Cómo hago para mostrarme abierta cuando no lo soy?”, “me propone cosas sexuales que yo no las comparto”. Los interrogantes internos aparecen cuando uno de los miembros de la pareja tiene un actitud más libre y expansiva frente a la retracción, el pudor o la inhibición del otro.
Las diferencias marcadas por las actitudes hacia el sexo se hacen más evidentes en las prácticas eróticas (sexo oral, sexo anal, cualidad del beso, intensidad y ritmo, poses, etc.) que en la inclusión de juguetes sexuales o ver una porno juntos. Es evidente que el cuerpo y el tipo de erotismo en la interacción sexual sigue siendo la guía, más allá de los otros estímulos externos o aditamentos que se le sumen.
Las actitudes sexuales
La mirada aún sigue focalizada en el coito (léase penetración) dándole un valor secundario a las muchas alternativas que brinda el juego erótico. Se denominan actitudes sexuales a la predisposición (abierta, restrictiva, a medias) que una persona tiene para el sexo. Estas actitudes se configuran desde la infancia y son moldeadas por los patrones sociales, culturales, religiosos.
Estas mismas actitudes nos permiten asumir una postura frente a las diferentes circunstancias, incluidas las sexuales. Hay que señalar que de ninguna manera son fijas, ya que tienen la propiedad de ser modificadas por las diferentes experiencias vinculares, así como pueden cambiar al modificar el sistema de creencias, liberándolas de las ataduras provocadas por la represión social.
Estas actitudes sexuales pueden ser coherentes con una postura general ante la vida o estar disociadas, como ocurre en muchos casos, me refiero a personas que son liberales en diferentes áreas, sin embargo, encuentran dificultades para extenderlas al área sexual.
Las desigualdades actitudinales en la pareja
Escucho con frecuencia en la consulta: “No nos ponemos de acuerdo, no sabemos cómo relacionarnos sexualmente, él quiere un sexo más fuerte y eso a mí en vez de calentarme me enfría”. En estos casos el tema no aparece al comenzar o al tomar la iniciativa; ni es por bajo deseo sexual, el problema se manifiesta en “la cama”, en el campo de acción de lo erótico sexual, y es allí donde aparecen las diferencias.
Las desigualdades pueden ser de distinta índole:
1- En la intensidad: a uno le gusta el sexo más fuerte al otro más suave.
2- En la forma: con muchas prácticas o pocas prácticas corporales.
3- En el tiempo: extenso o corto.
4- En la permisividad: con el agregado de estímulos (verbalización de fantasías, ver porno juntos, juguetes sexuales, etc.), o sin agregados.
5- En la apertura a lo nuevo sin abrir la relación: modelo clásico o invariable o con la suma de prácticas nuevas.
6- En la apertura abriendo la relación: uno quiere abrirla y el otro no está de acuerdo o acuerda a que su pareja lo haga.
7- En el autoerotismo: disfrutar de la masturbación en pareja o rechazarla.
8- En el sexo responsable: uso o no uso de profiláctico.
9- En las creencias según el género: despojarse de limitaciones o cerrarse a dinámicas según el género.
10- En el espacio y tiempo (estas últimas también se denominan discronaxias): libertad para el sexo espontáneo o pautarlo según el día y la hora.
Efecto de las desigualdades actitudinales
Es muy frecuente que las parejas se enfrenten a desacuerdos en la expresión sexual, y quizá, sin darle demasiada importancia, busquen consciente o inconscientemente, la forma de llegar a un acuerdo. Sin embargo, un número importante de parejas no encuentran formas de consenso sumergiéndose en una espiral de conflicto y, en el peor de los casos, el sexo se convierte en una contienda para ver quién lleva las de ganar.
Cuando la rivalidad y la competencia aparecen ya no hay lugar para la satisfacción sexual vincular. La actitud de lucha y competitividad impiden toda posibilidad de comunicación y búsqueda de acuerdos.
Las actitudes sexuales saludables
1- Comunicar, hablar, plantear tema.
2- Revisar las creencias y sus orígenes (mitos, ideas naturalizadas, creencias religiosas)
3- Sacar de foco a la genitalidad y darle importancia y participación a todo el sentir corporal.
4- Dejar de lado toda connotación negativa sobre zonas corporales o prácticas sexuales.
5- Dejar de juzgar los comportamientos sexuales como “bueno”, “malo”.
6- Nunca obligar, siempre acordar.
7- No convertir la diferencia en competencia y/o violencia.
8- No convertir las diferencias en miedo o inhibición.
9- Dar libertad a la espontaneidad y en otros casos programar el “día para nosotros”.
10- No hacerse el distraído o dejar que los conflictos se resuelvan solos.