Por mi culpa ya no ha tocado Manú Chao en México

Como prometo en el título de este artículo, efectivamente fui el principal culpable de que esta bonita comedia de enredos iniciara.

Por: Juan Alberto Vázquez  /  Nueva York

Por estos días se cumplen dos años de que, tras una queja del PRD, la española-francesa-mexicana Belinda acudió a la Secretaría de Gobernación a preguntar si por haber apoyado la campaña de Andrés Manual López Obrador, merecía que le aplicaran el Artículo 33 Constitucional ese que, presuntamente, faculta a las autoridades mexicanas para expulsar a extranjeros metiches que se inmiscuyen en política mexicana. 

   Consideró que la misma estrategia pudo haber utilizado los pasados 11 años, el cantante franco-español Manu Chao, quien ya cumplió poco más de una década de no presentarse ante sus numerosos fans mexicanos porque, hasta donde entiendo, teme que le apliquen ese mismo artículo tan mítico, extraño y legendario como la figura del chupacabras. 

   Como prometo en el título de este artículo, efectivamente fui el principal culpable de que ésta bonita comedia de enredos iniciara. Arranco la mañana del martes 26 de marzo del 2009, dentro de las actividades del Festival de Cine de Guadalajara al que Chao acudió para cumplir con una serie de actividades en su calidad de invitado de honor, una de ellas, la de hablar ante un nutrido auditorio sobre sus películas favoritas que fueron programadas en diversos foros durante la semana. Esa mañana, ante un auditorio repleto de fans —algunos disfrazados de “reporteros”—, el cantante se olvidó de los ratos imborrables vividos frente a una gran pantalla y utilizó el espacio que las autoridades tan amablemente le otorgaron para improvisar un acto político. Su crítica se concentró en atacar al gobierno mexicano en su acostumbrado tono sobrado y mamón del tío erudito, aunque reconozco que por otra parte buscó hacer visible la terrible situación de algunos activistas de la pequeña población de Atenco, Estado de México, que en mayo del 2006 fue ocupada por 2 mil policías después de que militantes golpearan y retuvieran a 11 de ellos, duros enfrentamientos que dejaron dos muertos, alrededor de 200 detenidos y más de 20 mujeres víctimas de agresiones sexuales. El gobernador de esa demarcación, Enrique Peña Nieto, tres años después ganaría las elecciones para convertirse en el que hoy muchos consideran, el peor presidente en la historia del país. Y también el más guapo, dicen otras.

   ¿Y por qué me puse de pesado con el aún más mamón autor de “Clandestino” y “Me Gustas Tú”? Confieso que no fue tanto porque dejó de hablar de cine sino porque juzgué excesivo que insistiera en llamar “terrorista” al estado mexicano, extasiado como gringo repitiendo una grosería en español. Al final, Manu leyó una carta que le había escrito a Ignacio del Valle, el líder de los macheteros detenido por esas fechas y ahí acabo todo. 


   Tampoco es que a este humilde reportero le haya salido lo patriota y me surgiera el ánimo de hacerle al niño héroe para salir a defender al gobierno de Felipe Calderón, quien por entonces gobernaba y que ya desde entonces me provocaba las mismas sensaciones de repudio que hoy. Pero la actitud del cantante me erizo el ánimo así es que decidí molestarlo y en la ronda de preguntas y respuestas le cuestioné (pese a los encendidos abucheos de sus fans) si estaba enterado de que como extranjero no podía participar en política mexicana. Él me respondió que no lo sabía pero que le daba lo mismo. Como a mí ya me parecía muy pesado desde antes, al terminar el evento marqué a uno de los editores de MILENIO, mi amigo Francisco Garduño, y le comenté lo que había sucedido, dudando aun en cuanto a si el cantante pudiera estar violando el artículo de marras. Garduño me dijo que era probable pero que, por lo pronto, le redactara una nota con ese enfoque. Como buen editor, más tarde mando a otro reportero a la Secretaría de Gobernación a preguntar y ahí les dijeron que “iban a investigar a Chao para ver en qué contexto dijo lo que dijo”, cosa que, a la distancia, fue más una respuesta de cajón que un deseo.

   Por supuesto que eso no le importó al muy listo de Garduño quien al otro día en una de las notas secundarias de la portada de MILENIO tituló “Manu Chao llama fascista al estado mexicano; Segob lo investiga”. La nota le dio la vuelta al mundo (es en serio), y en el Festival del Cine de Guadalajara causo tal revuelo que a los periodistas de todos los medios los pusieron a chambear en el asunto. “Ya estábamos bien tranquilos, ¿por qué nos haces esto?” me reclamaban los colegas que en la sala de prensa me identificaban como “el güey de MILENIO” y que sólo esperaban dos días más para regresar a sus lugares de origen.

   La noche del jueves 28 acudí a la Rambla Cataluña, un andador peatonal en la céntrica Colonia Americana de la capital de Jalisco, donde habría una función al aire libre con una de las películas favoritas de Manu Chao, previa a un recital que él mismo catalán-francés daría acompañado de su guitarra e inspiración. Dándole seguimiento a mi propio desmadre, me presenté con la que entonces era mi novia, y ahora mi mujer, la Wendy, esperando la reacción del “investigado”. Pero al acabar la película, las más de mil personas que se dieron cita no lo escucharon a él sino al director de festival que subió a disculparse y decir que el concierto se había cancelado pues el visitante tenía miedo de que lo fueran a arrestar.

   Escondido detrás de un árbol, escuché los abucheos y los rumores del desilusionado auditorio, y antes de que algún colega periodista me reconociera y azuzaran a la Fuenteovejuna para iniciar mi linchamiento (la paranoia se pega) escapé con mi novia a conseguir algunos de los mejores tamales del mundo, los del Expiatorio a dos cuadras de ahí. 

   Al día siguiente Manu Chao envió un comunicado de prensa disculpándose con la opinión pública y diciendo que temía que la llegada de la policía al recital generara violencia si es que alguno de sus fans hubiese intentado impedir que se lo llevaran. Las actividades del viernes por la mañana también fueron canceladas y mejor tomó un vuelo que lo llevó de regreso a su patria.

   La noticia de que en México investigaban a Chao se publicó en todos los periódicos del país, en muchos de centro y Sudamérica y en algunos de Europa, según un ególatra monitoreo que hice horas después de mi nota más global. Días después en Zacatecas, el argentino Fito Páez (quien ya anteriormente había criticado a Manu por “querernos dar lecciones de humildad con sus diez tarjetas de crédito”), le recomendó “mejor mantenerse calladito” cuando llegara con visa de turista a un país extraño. 

   Luego todo el chisme se apagó hasta el 2016 en que un tal Osvaldo Torres abrió una petición en change.org, para pedir a la Segob que dejaran regresar a Manu a México. Y por ese tiempo, la talentosa diseñadora y querida amiga mía Nancy, fan # 1 de Manu Chao en México y amiga de él, incluso me habló para que yo intercediera ante la Segob. Le repetí la tesis de que no le iban a hacer nada al cantante y que lo suyo eran sólo alucinaciones. Por otro lado. en la misma semana del escandalito, la Segob salió a aclarar que no pensaba expulsar ni sancionar al artista el cual estaba en su derecho de ejercer su libertad de expresión. ¿Entonces?  

   Hubo un hecho que me hizo sospechar luego de que un reportero de El Universal envió a en el 2018 una solicitud de información a la Segob (algo que debí hacer yo hace años), para que le facilitaran el expediente de Chao pero se lo negaron. ¿Por qué? Pues tampoco lo aclararon.  

   A la distancia acepto que todos exageramos un poquito. En mi favor, debo decir que en ocasiones eso hacemos los periodistas. En la SEGOB pudieron haber aclarado todo pero yo insisto en que haber llamado “terrorista al estado mexicano” no amerita prohibir la entrada al país. A menos que los implicados escondan algo más. 

   Pero de no existir ninguna otra actividad ilegal en la cual estuvo involucrado, el más alucinado y paranoico de todos ha sido hasta hoy el frontman de Mano Negra. Él sabe que de haberse presentado aquella noche en la Rambla Cataluña, ni la policía ni el ejército o el FBI habrían ido tras sus huesos y si acaso hubiera tenido que guardar por una noche su discurso de revolucionario fashionista. Puede ser que los organizadores del festival se lo hayan pedido y él decidió que no se iba a callar, pero esto ya es especulación mía. Así es que, si él lo desea, puede organizar desde ya su gira de regreso a México (ahora que pase la pandemia y a menos que él no quiera) con la garantía de que nada le sucederá. ¿Por qué no pregunta, como le hizo Belinda?  

   Por cierto, algunos sitios mexicanos que han contado esta historia (como Sopitas.com) toman como fuentes al periódico español El Mundo y la agencia Reuters, mostrando con ello una sólida mezquindad e enciclopédica ignorancia. Ya que todo el mitote inició y corrió a cargo del glorioso MILENIO de esos días en que alistábamos el lanzamiento del canal de televisión que ahora goza de cabal salud. Como el único periodista que enfrentó la arrogancia y mamonería de Chao, las recuerdo como semanas muy divertidas en mi profesión y ahora siento mucha curiosidad por escuchar su versión la siguiente vez que se presente en México. 

 Finalmente, me disculpo por tantos derivados de mamón esparcidos en el texto pero considero que ninguna palabra se ajusta mejor para nombrar una ley absurda o la actitud insistente de un reportero. Pero sobre todo es perfecta para describir el desdén y la cannábica confusión de un cantante, bueno a secas, que a final de cuentas no ha podido superar su imagen de explotador de movimientos sociales, de activista de boutique.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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Por: Juan Alberto Vázquez  /  Nueva York

Por estos días se cumplen dos años de que, tras una queja del PRD, la española-francesa-mexicana Belinda acudió a la Secretaría de Gobernación a preguntar si por haber apoyado la campaña de Andrés Manual López Obrador, merecía que le aplicaran el Artículo 33 Constitucional ese que, presuntamente, faculta a las autoridades mexicanas para expulsar a extranjeros metiches que se inmiscuyen en política mexicana. 

   Consideró que la misma estrategia pudo haber utilizado los pasados 11 años, el cantante franco-español Manu Chao, quien ya cumplió poco más de una década de no presentarse ante sus numerosos fans mexicanos porque, hasta donde entiendo, teme que le apliquen ese mismo artículo tan mítico, extraño y legendario como la figura del chupacabras. 

   Como prometo en el título de este artículo, efectivamente fui el principal culpable de que ésta bonita comedia de enredos iniciara. Arranco la mañana del martes 26 de marzo del 2009, dentro de las actividades del Festival de Cine de Guadalajara al que Chao acudió para cumplir con una serie de actividades en su calidad de invitado de honor, una de ellas, la de hablar ante un nutrido auditorio sobre sus películas favoritas que fueron programadas en diversos foros durante la semana. Esa mañana, ante un auditorio repleto de fans —algunos disfrazados de “reporteros”—, el cantante se olvidó de los ratos imborrables vividos frente a una gran pantalla y utilizó el espacio que las autoridades tan amablemente le otorgaron para improvisar un acto político. Su crítica se concentró en atacar al gobierno mexicano en su acostumbrado tono sobrado y mamón del tío erudito, aunque reconozco que por otra parte buscó hacer visible la terrible situación de algunos activistas de la pequeña población de Atenco, Estado de México, que en mayo del 2006 fue ocupada por 2 mil policías después de que militantes golpearan y retuvieran a 11 de ellos, duros enfrentamientos que dejaron dos muertos, alrededor de 200 detenidos y más de 20 mujeres víctimas de agresiones sexuales. El gobernador de esa demarcación, Enrique Peña Nieto, tres años después ganaría las elecciones para convertirse en el que hoy muchos consideran, el peor presidente en la historia del país. Y también el más guapo, dicen otras.

   ¿Y por qué me puse de pesado con el aún más mamón autor de “Clandestino” y “Me Gustas Tú”? Confieso que no fue tanto porque dejó de hablar de cine sino porque juzgué excesivo que insistiera en llamar “terrorista” al estado mexicano, extasiado como gringo repitiendo una grosería en español. Al final, Manu leyó una carta que le había escrito a Ignacio del Valle, el líder de los macheteros detenido por esas fechas y ahí acabo todo. 


   Tampoco es que a este humilde reportero le haya salido lo patriota y me surgiera el ánimo de hacerle al niño héroe para salir a defender al gobierno de Felipe Calderón, quien por entonces gobernaba y que ya desde entonces me provocaba las mismas sensaciones de repudio que hoy. Pero la actitud del cantante me erizo el ánimo así es que decidí molestarlo y en la ronda de preguntas y respuestas le cuestioné (pese a los encendidos abucheos de sus fans) si estaba enterado de que como extranjero no podía participar en política mexicana. Él me respondió que no lo sabía pero que le daba lo mismo. Como a mí ya me parecía muy pesado desde antes, al terminar el evento marqué a uno de los editores de MILENIO, mi amigo Francisco Garduño, y le comenté lo que había sucedido, dudando aun en cuanto a si el cantante pudiera estar violando el artículo de marras. Garduño me dijo que era probable pero que, por lo pronto, le redactara una nota con ese enfoque. Como buen editor, más tarde mando a otro reportero a la Secretaría de Gobernación a preguntar y ahí les dijeron que “iban a investigar a Chao para ver en qué contexto dijo lo que dijo”, cosa que, a la distancia, fue más una respuesta de cajón que un deseo.

   Por supuesto que eso no le importó al muy listo de Garduño quien al otro día en una de las notas secundarias de la portada de MILENIO tituló “Manu Chao llama fascista al estado mexicano; Segob lo investiga”. La nota le dio la vuelta al mundo (es en serio), y en el Festival del Cine de Guadalajara causo tal revuelo que a los periodistas de todos los medios los pusieron a chambear en el asunto. “Ya estábamos bien tranquilos, ¿por qué nos haces esto?” me reclamaban los colegas que en la sala de prensa me identificaban como “el güey de MILENIO” y que sólo esperaban dos días más para regresar a sus lugares de origen.

   La noche del jueves 28 acudí a la Rambla Cataluña, un andador peatonal en la céntrica Colonia Americana de la capital de Jalisco, donde habría una función al aire libre con una de las películas favoritas de Manu Chao, previa a un recital que él mismo catalán-francés daría acompañado de su guitarra e inspiración. Dándole seguimiento a mi propio desmadre, me presenté con la que entonces era mi novia, y ahora mi mujer, la Wendy, esperando la reacción del “investigado”. Pero al acabar la película, las más de mil personas que se dieron cita no lo escucharon a él sino al director de festival que subió a disculparse y decir que el concierto se había cancelado pues el visitante tenía miedo de que lo fueran a arrestar.

   Escondido detrás de un árbol, escuché los abucheos y los rumores del desilusionado auditorio, y antes de que algún colega periodista me reconociera y azuzaran a la Fuenteovejuna para iniciar mi linchamiento (la paranoia se pega) escapé con mi novia a conseguir algunos de los mejores tamales del mundo, los del Expiatorio a dos cuadras de ahí. 

   Al día siguiente Manu Chao envió un comunicado de prensa disculpándose con la opinión pública y diciendo que temía que la llegada de la policía al recital generara violencia si es que alguno de sus fans hubiese intentado impedir que se lo llevaran. Las actividades del viernes por la mañana también fueron canceladas y mejor tomó un vuelo que lo llevó de regreso a su patria.

   La noticia de que en México investigaban a Chao se publicó en todos los periódicos del país, en muchos de centro y Sudamérica y en algunos de Europa, según un ególatra monitoreo que hice horas después de mi nota más global. Días después en Zacatecas, el argentino Fito Páez (quien ya anteriormente había criticado a Manu por “querernos dar lecciones de humildad con sus diez tarjetas de crédito”), le recomendó “mejor mantenerse calladito” cuando llegara con visa de turista a un país extraño. 

   Luego todo el chisme se apagó hasta el 2016 en que un tal Osvaldo Torres abrió una petición en change.org, para pedir a la Segob que dejaran regresar a Manu a México. Y por ese tiempo, la talentosa diseñadora y querida amiga mía Nancy, fan # 1 de Manu Chao en México y amiga de él, incluso me habló para que yo intercediera ante la Segob. Le repetí la tesis de que no le iban a hacer nada al cantante y que lo suyo eran sólo alucinaciones. Por otro lado. en la misma semana del escandalito, la Segob salió a aclarar que no pensaba expulsar ni sancionar al artista el cual estaba en su derecho de ejercer su libertad de expresión. ¿Entonces?  

   Hubo un hecho que me hizo sospechar luego de que un reportero de El Universal envió a en el 2018 una solicitud de información a la Segob (algo que debí hacer yo hace años), para que le facilitaran el expediente de Chao pero se lo negaron. ¿Por qué? Pues tampoco lo aclararon.  

   A la distancia acepto que todos exageramos un poquito. En mi favor, debo decir que en ocasiones eso hacemos los periodistas. En la SEGOB pudieron haber aclarado todo pero yo insisto en que haber llamado “terrorista al estado mexicano” no amerita prohibir la entrada al país. A menos que los implicados escondan algo más. 

   Pero de no existir ninguna otra actividad ilegal en la cual estuvo involucrado, el más alucinado y paranoico de todos ha sido hasta hoy el frontman de Mano Negra. Él sabe que de haberse presentado aquella noche en la Rambla Cataluña, ni la policía ni el ejército o el FBI habrían ido tras sus huesos y si acaso hubiera tenido que guardar por una noche su discurso de revolucionario fashionista. Puede ser que los organizadores del festival se lo hayan pedido y él decidió que no se iba a callar, pero esto ya es especulación mía. Así es que, si él lo desea, puede organizar desde ya su gira de regreso a México (ahora que pase la pandemia y a menos que él no quiera) con la garantía de que nada le sucederá. ¿Por qué no pregunta, como le hizo Belinda?  

   Por cierto, algunos sitios mexicanos que han contado esta historia (como Sopitas.com) toman como fuentes al periódico español El Mundo y la agencia Reuters, mostrando con ello una sólida mezquindad e enciclopédica ignorancia. Ya que todo el mitote inició y corrió a cargo del glorioso MILENIO de esos días en que alistábamos el lanzamiento del canal de televisión que ahora goza de cabal salud. Como el único periodista que enfrentó la arrogancia y mamonería de Chao, las recuerdo como semanas muy divertidas en mi profesión y ahora siento mucha curiosidad por escuchar su versión la siguiente vez que se presente en México. 

 Finalmente, me disculpo por tantos derivados de mamón esparcidos en el texto pero considero que ninguna palabra se ajusta mejor para nombrar una ley absurda o la actitud insistente de un reportero. Pero sobre todo es perfecta para describir el desdén y la cannábica confusión de un cantante, bueno a secas, que a final de cuentas no ha podido superar su imagen de explotador de movimientos sociales, de activista de boutique.

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