Aunque las sondas Curiosity y Perseverance son resultado de grandes avances tecnológicos, ni así son capaces de detectar vida en Marte.
La presencia de tecnología humana en Marte supone un suceso sin precedentes, y aunque sus descubrimientos han sido asombrosos, los robots que actualmente exploran el Planeta Rojo podrían no ser capaces de detectar posibles rastros de vida, según indica nuevo estudio.
Los orbitadores gemelos Viking que la NASA envió a Marte hace casi medio siglo descubrieron que el Planeta Rojo poseía agua líquida en su superficie al principio de su historia, hace entre 3 mil y 4 mil millones de años. Misiones posteriores han corroborado estos hallazgos, sugiriendo que los organismos podrían haber vivido allí alguna vez, y podrían seguir haciéndolo, ya que la vida se encuentra prácticamente dondequiera que haya agua en la Tierra.
Sin embargo, los dos módulos de aterrizaje Viking de la NASA no detectaron ninguna sustancia química orgánica nativa inequívoca en el suelo marciano, ni siquiera a niveles de partes por billón. Incluso los instrumentos más recientes y avanzados de los posteriores exploradores Curiosity y Perseverance de la NASA solo han encontrado trazas de moléculas orgánicas simples en antiguos lechos de lagos y deltas fluviales marcianos. Y estos compuestos no son pruebas sólidas de vida; podrían haber sido producidos por procesos geológicos, han subrayado los científicos.
Aún no se sabe con certeza si la búsqueda de vida pasada o presente en Marte ha fracasado porque el Planeta Rojo siempre ha sido estéril o porque las sondas enviadas allí no son lo bastante sensibles para detectar vida in situ. Para ayudar a resolver este misterio, los científicos probaron instrumentos que actualmente se envían o podrían enviarse a Marte junto con equipos de laboratorio de alta sensibilidad.
Los investigadores analizaron muestras de Piedra Roja, los restos de un delta fluvial en el desierto chileno de Atacama, uno de los más antiguos y secos de la Tierra. Estos depósitos, que se formaron en condiciones de gran aridez hacen entre 100 y 160 millones de años, se parecen mucho al cráter Jezero de Marte (donde se tomó una espectacular fotografía de más de 2 mil millones de píxeles), que Perseverance está investigando actualmente.
Piedra Roja experimenta regularmente nieblas que suministran agua a los microbios que viven en el lugar. Las técnicas de laboratorio más avanzadas que utilizaron los científicos encontraron allí una mezcla de sustancias bioquímicas procedentes tanto de microorganismos extinguidos como de microorganismos vivos. Aproximadamente la mitad de las secuencias de ADN detectadas en Piedra Roja procedían del “microbioma oscuro“, es decir, microbios que los investigadores aún no han descrito adecuadamente.
Sin embargo, las versiones de banco de pruebas de los instrumentos que se encuentran actualmente en Marte o que están previstos para él (incluido uno 10 veces más sensible que el del Curiosity) apenas fueron capaces de detectar señales orgánicas de vida en las muestras de Piedra Roja.
Estos hallazgos sugieren que las sondas a Marte encontrarán difícil, si no imposible, detectar los tipos de bajos niveles de materia orgánica que se espera que haya en el Planeta Rojo hoy en día si la vida microbiana existió realmente allí hace miles de millones de años.
Los investigadores sugieren que las futuras misiones a Marte deberían tener como objetivo devolver muestras del Planeta Rojo a la Tierra, donde puedan ser analizadas por los equipos más avanzados de que disponen los científicos para ayudar a resolver el enigma de si alguna vez hubo vida en Marte. La NASA y la Agencia Espacial Europea pretenden hacer precisamente eso, por cierto, trayendo de vuelta a la Tierra el material recogido por Perseverance ya en 2033.
Futuras investigaciones podrán analizar el microbioma oscuro de Piedra Roja. Estos microbios son tan diferentes de cualquier microorganismo conocido que desafían las categorías actuales, o son restos de la vida que solía vivir en la zona cuando tenía agua hace millones de años, los cuales no tienen parientes actuales con los que se puedan comparar.
