La agrupación no se encontraba tan preocupada por el dinero como por su progreso artístico, por lo que en menos de un año ya se encontraba trabajando en nuevo material, el cual se convertiría en uno de los álbumes más icónicos de la música contemporánea.
Es 1971 y para este punto los nombres Waters, Mason, Gilmour y Wright (e incluso Barrett) son bien conocidos más allá de su natal Inglaterra, pero son mejor identificados mundialmente con dos palabras: Pink Floyd.
Por más de la mitad de ese año, la banda británica se encontró en el estudio preparando su sexto álbum, Meddle, el cual se lanzó al público el 30 de octubre en Estados Unidos y un par de semanas después en el Reino Unido. Pero mientras el álbum tuvo éxito en Europa y reseñas positivas a nivel mundial, no se recibió como se esperaba en Norteamérica, obteniendo bajos números en ventas y en las listas de popularidad. “Eran muy un acto de álbum, no de sencillos, lo que eran malas noticias para nosotros”, comenta Rupert Perry, A&R de Capitol Records, durante una entrevista con Matthew Gwyther para The Observer, prácticamente 20 años después del lanzamiento del LP; “tenían un alto factor de credibilidad sin las ventas”, cuestión con la que la crítica parecía coincidir a pesar de que hoy en día se sigue considerando a Pink Floyd como uno de los actos más fuertes de la “era del álbum”1. Pero la agrupación no se encontraba tan preocupada por el dinero como por su progreso artístico, por lo que en menos de un año ya se encontraba trabajando en nuevo material, material que en ese momento nadie sabía se convertiría en uno de los álbumes más icónicos de la música contemporánea y proporcionaría aquellas ganancias que Meddle fracasó en recaudar tras su lanzamiento.
“Las discusiones que propiciaron el desarrollo de The Dark Side Of The Moon tuvieron lugar en una reunión del grupo en la mesa de la cocina de mi casa”, narra Nick Mason en su libro de memorias Inside Out: A Personal History of Pink Floyd. “Era algo atípico, ya que podíamos vernos cualquier otro día en los estudios o en la carretera, pero seguramente pensábamos que necesitábamos un cambio de ambiente para concentramos en sacar adelante nuestro siguiente proyecto”.
Para este punto, tanto Waters como Mason, se habían encontrado trabajando ya en ideas musicales, varias de las cuales eventualmente se transformarían en dos de sus canciones más famosas: “Time” y “Money”. De cualquier modo, a pesar de estos avances, el contenido temático seguía incierto ya que la banda se encontraba en un lugar muy estable con respecto a sus vidas personales a comparación de sus álbumes pasados, álbumes que, como Mason recuenta, “a menudo habían sido diseñados con un aire de desesperación más que de inspiración”.
A partir de este nuevo reto, la banda recurrió a una sesión de brainstorming para definir el rumbo lírico que tomaría el material. “Hicimos una lista de las dificultades y presiones de la vida moderna que podíamos reconocer en especial”, continúa explicando Mason en su libro, “las fechas límite de entrega, los viajes, el estrés de volar, el aliciente del dinero, el miedo a morir y los problemas de inestabilidad mental que podían desembocar en locura”, mucho de ello partiendo de la experiencia de la banda con el ex-miembro Syd Barrett. Una vez definido el camino que tomaría Roger Waters para comenzar a escribir, el álbum fue concebido por el bajista como una manera de tratar temas que “hacen a la gente enojar”.
Así, el nuevo material (que para este momento no era más que un set para tocar en vivo) terminó componiéndose de piezas que indagaban en conceptos familiares para la banda pero que exigieron nuevas dimensiones líricas al considerar, principalmente Waters, que muchos de los mensajes en su música se transmitían de manera muy indirecta.
Para este momento, la banda comenzaba a enfrentarse a la presión de ofrecer algo diferente durante sus conciertos, por lo que no sólo comenzaron a trabajar en música nueva antes de volver a embarcarse en una gira, sino que el acercamiento que tuvieron a ella también tomó una dirección distinta a lo que se había visto durante el ciclo de Barrett como parte de la banda y con los lanzamientos que vinieron una vez que David Gilmour se incorporó a finales de 1967. Mientras es cierto que el álbum no se puede privar de la carga conceptual que era tan propia de Pink Floyd, entre los cambios que se pudieron identificar en la sonoridad del proyecto estuvieron el deslinde de las piezas instrumentales que caracterizaban su música hasta ese punto y las nuevas exploraciones líricas que Waters consideró una necesidad.
De cualquier modo, entre las características que la banda conservó de sus experiencias pasadas, tanto componiendo como grabando en el estudio, se encontraron las técnicas sonoras no-musicales que se pueden escuchar en casi toda su discografía (elementos como los ladridos de los perros, por ejemplo) e incluso ver de manera más explícita en material como Pink Floyd: Live at Pompeii.
Para este punto, Pink Floyd llevaba meses ensayando el nuevo material en el Rainbow Theatre y en una sala de ensayo que pertenecía a The Rolling Stones. La gira en la que saldrían a inicios de 1972 no sólo tomó lugar antes de que la banda entrara al estudio a grabar las nuevas canciones, sino que también vio a Pink Floyd trabajando proyectos como el mencionado concierto en Pompeya y en el álbum Obscured by Clouds (grabación que se realizó en dos sesiones en los estudios Strawberry en el Castillo de Hérouville en Francia), volviendo a The Dark Side of the Moon su octavo álbum en vez del séptimo en su discografía.
A pesar de que el material que escribieron para esta serie de conciertos estaba listo desde antes de que Barbet Schroeder volviera a buscar a la banda para incorporar su toque musical en su nueva película2, este proyecto salió a la luz durante ese mismo año mientras The Dark Side of the Moon se presentaría en formato físico hasta marzo del siguiente. De cualquier modo, Mason recuenta que “no [se sentían] oprimidos por esta montaña de trabajo, al contrario, era la prueba de que [eran] músicos profesionales muy activos”.
Así, fue el 20 de enero de ese año que The Dark Side of the Moon haría su debut frente a una audiencia. Iniciando lo que denominaron el Dark Side of the Moon Tour, los cuatro músicos se encontraron sobre el escenario del Brighton Dome en Brighton, por séptima vez, dos años después de su última presentación en aquel recinto y probablemente sin saber que los tres conciertos que darían ahí durante la gira serían los últimos que ofrecerían en el lugar antes de pasar a vender arenas y estadios completos.
Priorizando el espectáculo en vivo sobre la noción psicodélica con la que se hicieron un lugar en la cultura popular de la época y hasta hoy en día, el que Pink Floyd haya presentado el material que eventualmente compondría The Dark Side of the Moon durante conciertos por diferentes países antes de grabarlo causó que éste fuera contemplado como un rompimiento a los estándares previos en el proceso creativo de la agrupación.
Entre el inicio de la gira en Brighton y los constantes regresos de la banda al estudio para producir el tan esperado álbum, el proceso de composición y grabación sometió a estas canciones a una serie de cambios que pasaron a ser clave. Esto se reflejaría en cómo la banda presentaría este material en vivo después del lanzamiento del LP como fonograma3.
Sobre la entrada al estudio para trabajar en las grabaciones, Mason platica en su libro: “Desde Meddle habíamos sido nuestros propios productores, por lo que podíamos programar nuestra propia agenda: en ese momento tendíamos a trabajar en el álbum tema a tema hasta que estábamos contentos con cada uno de ellos”. Pero a pesar de que Pink Floyd llevaba años siendo su propio jefe, gran parte de estos nuevos acercamientos surgieron a partir de la participación de Alan Parsons como ingeniero durante las sesiones, incluyendo el uso de sintetizadores análogos, cintas magnéticas y grabaciones multipista, tecnología que apenas comenzaba a ser utilizada por los músicos, productores e ingenieros de la época.
“Era un ingeniero condenadamente bueno”, cuenta Mason sobre Parsons, “pero, además, tenía muy buen oído y era un músico competente. Esto, combinado con su talento diplomático natural, ayudaba en gran manera y suponía que podía contribuir al álbum de manera activa y positiva”. Y, en efecto, fueron estas habilidades por parte del ingeniero, que se había hecho ya de un nombre al haber trabajado los álbumes Abbey Road y Let It Be de The Beatles, que acabaron dando un toque particular al álbum a través de detalles como la participación de Clare Torry en la pista “The Great Gig in the Sky” (canción que originalmente se había planeado como un track instrumental) y el sonido de los relojes al inicio de “Time”.
Mostrando de este modo un interés en evolucionar como artistas, la banda decidió salir de gira con un show en vivo que sus seguidores no habrían experimentado antes y del cual se seguiría hablando incluso 50 años después. Pero a pesar de que hoy se recuerda ese evento como uno que marcó un antes y un después en la historia de la banda, en aquel momento las cosas no salieron de la manera en la que ni los integrantes ni los espectadores esperaban.
Lidiando con problemas técnicos de sonido y no logrando empatar las luces con la música, los fans recuentan cierta frustración por parte de la banda a pesar de previamente haber expresado emoción por tocar sus nuevas piezas con su nuevo equipo. Pero Pink Floyd, distinguiéndose siempre por su pasión al presentarse en vivo, logró que no fueran estos detalles los que perdurarían en la memoria de los presentes, sino un completo sentido de novedad al presentarse con canciones y elementos visuales que diferían drásticamente de lo que habían sacado antes.
Incorporando sonoridades que los seguidores de la banda no habrían esperado tras sus inicios en la psicodelia, el setlist que presentarían aquella noche involucraba piezas más lentas y tonos de jazz, elementos que los pasarían a definir como un acto de rock progresivo y que perduraron hasta The Endless River, incluso cuando Waters ya se encontraba fuera de la imagen.
Durante la presentación, la sala de conciertos se llenó del sonido de grabaciones tanto de instrumentos como de voces que estaban diseñadas para generar cierta atmósfera a lo largo de la noche, muchas de ellas recitando oraciones que, aunque la banda no definió como explícitamente cristianas, contaban con una innegable carga religiosa, haciendo referencia a conceptos como el Espíritu Santo y citando textualmente varios versos bíblicos.
Pero a pesar de la actitud positiva de la banda con respecto a esta nueva faceta, los problemas técnicos continuaron, y lo hicieron a tal grado que en un punto tanto Waters como Gilmour decidieron dejar sus instrumentos y bajar del escenario al notar que gran parte de los elementos que se encontraban secuenciados no sólo no eran distinguibles a través del PA, sino que mucho de lo que debió haber sonado nunca lo hizo; Mason posteriormente procedió a explicar a la audiencia y a la prensa que fue un problema con la electricidad que los llevó a usar un mismo circuito para el equipo de luces y el de audio, saturándolos como consecuencia. Este imprevisto implicó constantes interrupciones y errores mientras tocaban, lo que hizo a la banda decidir que, en vez de que el show debiera continuar, éste debía detenerse.
Minutos después, la banda regresó al escenario para tocar varias piezas de sus trabajos pasados, aunque la elección del repertorio circuló alrededor del estado mental y emocional de la banda tras las dificultades que habían experimentado durante la primera mitad del concierto; fue la tensión en los miembros el factor que los llevó a tocar “Careful with That Axe, Eugene” en vez de “Cut You into Little Pieces”, por ejemplo, para tratar de evitar cualquier problema eléctrico durante el resto de la presentación.
Eventualmente, el concierto recuperó el estado de energía que era característico de Pink Floyd, explotando temas como “Echoes” y parte de la suite que conforma Atom Heart Mother. Pero a pesar de que la presentación del nuevo material no resultó como la banda habría querido, esto impulsó una nueva etapa de la agrupación, una en la que más que músicos ya se asentaban como artistas interdisciplinarios, fusionando lo visual con lo auditivo sin pensar dos veces en regresar a su estilo pasado de ofrecer conciertos.
“Francamente, creí que mucho de esta noche fue fantástico”, comentó Mason durante la velada para la revista británica New Musical Express (mejor conocida hoy en día como NME). “Hay todo tipo de cuestiones con las entradas que debemos solucionar, pero el sistema de luces es increíble; es un nuevo inicio”.
Bibliografía:
Concert Setlist at Brighton Dome, Brighton on January 20, 1972. setlist.fm. 12 de octubre de 2021. Web. Recuperado el 12 de enero de 2022.
Gwyther, Matthew. “The Dark Side of Success”. The Observer, 2 de marzo de 1993: pg. 33.
Harris, John. “Dark Side” at 30: David Gilmour. Rolling Stone. 12 de marzo de 2003. Recuperado el 12 de enero de 2022. http://www.rollingstone.com/artists/pinkfloyd/articles/story/5937468/dark_side_at_30_david_gilmour
Mason, Nick. Dentro de Pink Floyd: El largo y extraño viaje hacia el éxito de un grupo mítico. Trad. Jordi Planas. Epublibre, 2004.
Reader, Adam. “Alan Parsons Story of Pink Floyd Album The Dark Side Of The Moon”. YouTube. Professor of Rock, 4 de agosto de 2020. https://www.youtube.com/watch?v=6PJOgD-btOU
Stewart, Tony. “Electric Chaos, but Just Great — Tony Stewart at the Debut of Pink Floyd’s New Masterwork”. New Musical Express, 27 de enero de 1972.
Wawzenek, Bryan. How Pink Floyd Flubbed the Live Debut of ‘The Dark Side of the Moon’. Ultimate Classic Rock. 20 de enero de 2017. Recuperado el 12 de enero de 2022. https://ultimateclassicrock.com/pink-floyd-live-debut-dark-side
- La era del álbum, conocida como album era, se define como un periodo de tiempo en la música popular en idioma inglés entre la mitad de la década de 1960 y del 2000 donde el formato dominante para consumir música era, precisamente, el álbum, ya fuera en LP, cassette o disco compacto.
- Schroeder, director y productor suizo, hizo su debut en el cine como director con More (1969), película en la cual Pink Floyd participó con la composición y ejecución musical y después lanzó como su tercer álbum (llamado también More). Tres años después, volvieron a colaborar para su segundo proyecto, La Vallée, dando como resultado el álbum Obscured by Clouds.
- Muchas de las aportaciones del ingeniero Alan Parsons al álbum terminaron adaptándose a las presentaciones en vivo de la banda después de su lanzamiento. Entre éstas, se encuentran la inclusión de coristas y la participación del saxofonista Dick Parry, quien era amigo de la infancia de Gilmour y continuaría participando en más producciones de la banda después de The Dark Side of the Moon.