En marzo de 1941, a un policía mexicano le preocupaba la cantidad de polacos, alemanes e italianos que veía deambular por la Ciudad de México, casi dos años después de que la Alemania nazi invadiera Polonia, punto de estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Convencido de que eran espías, este policía profesional, identificado como Manuel Ortiz González, remitió una propuesta al entonces titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Alemán, durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho, para conformar una Policía mexicana de contraespionaje.
México, argumentó entonces Ortiz González, era territorio de observación “de todas las naciones”, por lo que es necesario la conformación de un cuerpo profesional de investigación, de acuerdo con un expediente recuperado por la iniciativa Archivero Expedientes, asomo al pasado político del país a cargo de la periodista Laura Sánchez Ley y el profesor universitario Dardo Neubauer.
Antecedentes de la Agencia Central de Inteligencia
Además, el policía comparaba a los agentes mexicanos con los agentes especiales del Gobierno de Estados Unidos, conocidos como G-men, posible antecedente político y operativo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) fundada en 1947 y vinculada a distintas operaciones de intervencionismo estadounidense en varios países del mundo a lo largo de su historia.
Involucrada en episodios clave de la historia de América Latina, como el asesinato en Bolivia del guerrillero argentino Ernesto Che Guevara en 1967, o el golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet contra el presidente Salvador Allende en Chile en 1973, la CIA es considerado un brazo ejecutor de la política exterior de Washington.
Una policía bien pagada con facilidades telegráficas
“Como usted sabe, señor licenciado (Miguel Alemán), en nuestro país tenemos elementos quizás tan competentes como los famosos G-mens, pero que desgraciadamente carecen de facilidades, garantías y seguridad para ellos mismos”, abundaba el policía en su propuesta a la Gobernación en 1941.
“Si nosotros, señor licenciado, tuviéramos en nuestro país esas facilidades, México estaría a la altura en Policía de cualquier otro país. Rogándole muy especialmente que disponga de cinco minutos de atención a este asunto, que creo sea de importancia para nuestro México querido, quedo de usted atento”, cerraba su misiva.
Ortiz González extendió cinco propuestas concretas a Alemán, quien sería presidente de México entre 1946 y 1952, para la conformación de este cuerpo especial de contraespionaje.
“Que esta policía sea dependiente de las oficinas de la Gobernación, que los componentes de ella sean policías profesionales, que no tengan malos antecedentes en ninguna parte del país ni del extranjero, que dominen un idioma más del nacional, de preferencia, que esta policía esté bien pagada y, si es posible, con franquicia en Telégrafos Nacionales y pases en todo el sistema”, sugería.
Combatir a espías extranjeros en Tehuantepec
Antes de Ortiz González, en enero de 1934, cuando el presidente de México era el general Abelardo L. Rodríguez, otro ciudadano propuso conformar un cuerpo de contraespionaje en el territorio nacional tras asegurar que percibió labores extranjeras sospechosas en Tehuantepec, Oaxaca.
“Mi espíritu observador y el celo por todo lo que se refiere a mi patria me han hecho examinar los actos de algunos extranjeros residentes en esta ciudad por encontrarlos un tanto sospechosos (hablo el inglés y el francés)”, apuntó en una misiva dirigida al mandatario.
Exempleado de la Inspección General de Policía, el doctor Enrique Durand dijo entonces que el servicio de espionaje de Alemania le permitió dominar a sus adversarios políticos y que necesariamente incluiría a México entre sus enemigos por las dimensiones e importancia del país.
“El enemigo de todo aquello que progresa y, por ende, amenaza así sus intereses, ya nos vigila, nos observa sin darnos nosotros perfecta cuenta”, sostuvo.
“Formemos nuestro servicio secreto de investigación y espionaje, hay que emplear en ello individuos íntegros, llenos de valor, de absoluta discreción, de inteligencia suficiente para responder cuerda y ampliamente cuando las necesidades de su cometido lo requieran… en fin, individuos que, sellando sus labios y sus mentes con supremo juramento, lleven su secreto hasta la tumba”, imaginaba.
El doctor sugería también a la Presidencia de la República que en caso de que fuera atendida su propuesta lo contactaran vía correo en sobre sin membrete, en vez de utilizar el telégrafo.
La CIA a la mexicana que sí existió
Más allá de las propuestas de estos ciudadanos, México sí operó su propia policía política, que hacía labores de control interno en años convulsos de descontento social expresados en diferentes movimientos políticos, como la guerrilla articulada en grupos como la Liga Comunista 23 de Septiembre o el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas.
Se trata de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), fundada el mismo año que la CIA estadounidense, en 1947, y que, en opinión de Sánchez Ley, del Archivero Expedientes, constituía una fuerza de violencia equiparable a la agencia intervencionista norteamericana.
“Claro que era una policía de espionaje, es una locura todo lo que hacían y a quienes espiaban”, señaló en conversación con Sputnik.
Una serie de documentales producidos por el canal de televisión de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) describe cómo la DFS intervino las comunicaciones de personalidades como el periodista Julio Scherer García, el líder religioso de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, vinculado a la Teología de la Liberación, o el propio rector de la UNAM durante el movimiento estudiantil de 1968, Javier Barros Sierra.
También estuvieron en la mira de la DFS la fundadora del Comité ¡Eureka!, Rosario Ibarra de Piedra, en busca de personas desaparecidas en el país; el maestro rural y guerrillero Genaro Vázquez, y el luchador social Heberto Castillo, entre otros.
Responsable de torturas, extorsiones, desapariciones y asesinatos a discreción durante la llamada Guerra Sucia; acusada de participar en el acribillamiento del periodista Manuel Buendía, quien precisamente denunció las labores de espionaje que la CIA perpetraba en México, la DFS fue disuelta en 1985.
Esta CIA a la mexicana desapareció tras décadas de ejercer labores de contrainsurgencia en México en el marco de la Guerra Fría y las tareas desenvueltas en Latinoamérica, orquestadas por Washington, para contener la expansión del comunismo y de proyectos políticos como la Revolución cubana, triunfante en 1959.