Miedos, dudas, inseguridades y falta de referentes son las grandes dificultades a las que se enfrentan los padres y madres de hijos LGTBI cuando les hacen partícipes de cómo se sienten.
Los jóvenes cada vez exploran con más naturalidad su identidad y su sexualidad. Los padres a veces son conscientes de que algo es diferente. Otras no se lo imaginan y se sorprenden al encontrar a sus hijos, muchas veces en las redes sociales, en relaciones con personas de su mismo sexo o con dudas sobre su identidad de género. Situaciones que pueden vivirse con asombro e incluso disgusto. La sociedad está cambiando y los padres deben adaptarse para afrontar situaciones complejas en el núcleo familiar que se manifiestan en la infancia o en la adolescencia, momento clave en el crecimiento y desarrollo de las personas.
“Mi caso es un poco particular”, comienza Luz Martín. Su hijo empezó a expresar su disconformidad con el sexo asignado a muy temprana edad. “Antes de los 3 años empezó a decir que por qué lo percibían como una niña cuando él no era una niña. Me preguntaba si me había equivocado al ponerle el nombre”, recuerda. Ahora tiene 7 años y durante este viaje, Luz ha ido buscando ella misma las respuestas: “La infancia trans es una gran desconocida. Desde nuestra mirada de adulto nunca pensamos que un niño tan pequeño pueda darse cuenta de ese tipo de cosas”.
El renacer de un hijo
En primer lugar pasó por una fase de miedo e incomprensión por parte del entorno, por no saber a lo que se estaban enfrentando. Cuando vio que esa idea se iba asentando en la cabeza del niño, decidió afrontar la situación, informarse y hacer todo lo posible por que su hijo pudiera ser feliz. “Después vino una fase de duelo, de pérdida por una hija. Luego te vas dando cuenta que esa persona es la misma y que no has perdido nada, al revés, ganas mucho viendo su felicidad”, explica. Una vez superada la etapa de tránsito social “sentimos alivio, porque todas esas situaciones que nos habían generado dudas o conflicto se habían solucionado de una forma natural y mi hijo era percibido de la misma forma que se percibe él mismo”.
“Nuestra organización trabaja para dar respuesta a todos estos interrogantes y su evolución”, explica Pepe Mellinas, presidente de la Asociación de Madres y Padres Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales (AMPGYL). En los años 90, cuando nació la entidad, situaban en 23-24 años la media de edad en la que los hijos salían del armario con sus familias. Actualmente, apenas llega a los 14 años, signo de la evolución social y de la confianza ganada en el seno familiar, pero que supone un importante reto: “A los 24 años una persona está suficientemente preparada para formar a sus padres; hoy en día no es así ya que el adolescente de 14 años todavía está en un periodo de desarrollo”.
Los padres de ahora tienen que abordar primero su propio aprendizaje, su propia afrontación de la diversidad y, al mismo tiempo, acompañar a sus hijos en su desarrollo como jóvenes. Todo un desafío dado el poco conocimiento sobre la materia del que disponen. Qué hacer es la gran pregunta. “Una madre o padre, normalmente, no sabe cómo gestionar sus propias emociones y, en ocasiones, sentimientos de culpa que aparecen cuando su hijo o hija sale del armario”, comenta Ízaro Assa de Amilibia, líder de Be Yourself en BBVA. Por eso es importante la labor pedagógica desde la empresa o asociaciones como la de Pepe.
A falta de herramientas, el refuerzo del entorno familiar se convierte casi en el único instrumento con el que cuentan los padres en esos momentos. “Por miedo y desconocimiento, me encerré en mí misma para gestionarlo yo sola antes de poder salir en sociedad”, recuerda Cristina Rubio, empleada de Nationale Nederlanden, cuando su hijo le dijo que era un niño trans. No quería ser una madre doliente y necesitó su tiempo para “no hablar desde el dolor y el miedo”. Describe el tránsito de su hijo en dos vertientes: una relativamente fácil, en la que su hijo lo comunicó en el colegio y a sus amigos, y otra más difícil al hacerlo público en el entorno familiar e incluso en su trabajo. “Me di cuenta que era importante contarlo en el trabajo cuando mis compañeros empezaron a escribirme tras conocer mi caso; me preguntaban y se preocupaban por aprender. Ahí pensé que tenía que estar orgullosa de mi familia, hablar de ellos, y transmitir esa normalidad en nuestra diversidad”, afirma.
“Es increíble ver la naturalidad con la que los niños asumen este tema”, dice Luz, sabiendo que esa tranquilidad con la que viven actualmente puede cambiar. La aceptación social es un trabajo de las familias desde la comunicación, un cambio de mentalidad que tienen que experimentar los padres para hacer su propio tránsito, superar el conjunto de prejuicios a los que hasta ese momento no le había prestado atención. Pepe Mellinas lo ejemplifica muy bien. “El hecho de tener un hijo gay me sirvió para descubrir que yo tenía actitudes homófobas sin ser consciente de ello. Si no hubiese tenido un hijo que me hubiera revelado esa realidad, yo seguiría con las mismas actitudes erróneas”, relata. Desde AMPGYL luchan por ese aprendizaje continuo, reivindicando cambios sociales, defendiendo a los hijos ante las discriminaciones pero siempre desde esa perspectiva de lucha contra la intolerancia por género.
Una lucha que empieza en ámbito familiar, no solo desde la tolerancia, sino fomentando una vivencia plena de la diversidad: “Que mi hijo gay pueda traer a su novio a nuestra casa y expresar sus afectos con total tranquilidad como lo hace mi hija heterosexual”. Se trata de desaprender preconceptos normativos interiorizados y desprenderse de los propios miedos.
Por su parte, Cristina incide en lo injusto que resulta un tipo de discriminación basada en el puro desconocimiento, más en aspectos como la búsqueda de empleo: “Mi hijo ya parte con una desventaja, porque ya hay una visión predeterminada hacia las personas trans”. Inseguridades muy fundadas, ya que las tasas de desempleo de las personas trans son de las más altas del colectivo LGTBI (algunos estudios la sitúan en torno al 80%).
Las empresas como agentes de cambio
Está muy extendida la idea de que aproximadamente el 12% de la población pertenece al colectivo LGTBI. Lo cierto es que las nuevas generaciones son cada vez más diversas. Así lo confirma una reciente encuesta del CIS, donde cerca del 20% de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años no se considera heterosexual. “Las nuevas generaciones vienen más diversas que nunca y tenemos que ser capaces como sociedad, como empresas y como familias, de respetar, de entender y de acompañar estas realidades”, afirma Marta Fernández Herraiz, directora de REDI, una red empresarial que ve cómo cada vez son más las empresas que velan por crear espacios de trabajo inclusivos para cualquier persona independientemente de su orientación sexual o su identidad o expresión de género.
“Esto es importante para las personas LGTBI, pero también para todos los aliados que no forman parte del colectivo. Las empresas pueden contribuir enormemente a que las sociedades donde operan cambien mentalidades. Es fundamental que desde los entornos de trabajo se fomenten estos debates, hablar de diversidad LGTBI, de inclusión y tratar de sensibilizar y educar a las plantillas”, añade.