Los alucinógenos son una terapia prometedora, pero pueden ser peligrosos para algunas personas

Aunque sustancias como la ketamina y la psilocibina se consideran en gran medida seguras, esto es lo que recomiendan los expertos antes de iniciar cualquier tratamiento.


Por Dana G. Smith

Cuando Charles Nemeroff conoció por primera vez a su paciente, la mujer de 32 años ya había consultado a varios psiquiatras. Al principio, la mujer, cuya identidad no se revelará para proteger su privacidad, tuvo pensamientos paranoides y acelerados e insistía en que había dispositivos auditivos en su teléfono y personas que la vigilaban; incluso vendió su casa en un intento por huir de ellas. Tras tomar medicamentos antipsicóticos, su manía y psicosis disminuyeron, pero fueron reemplazadas por una depresión debilitante.

“En el momento en que la atendí, decía: ‘No siento nada en absoluto. Mi estado de ánimo nunca cambia. Estoy completamente vacía’”, narró Nemeroff, quien es presidente del Departamento de Psiquiatría y Ciencia del Comportamiento en la Universidad de Texas, en la Escuela de Medicina Dell en Austin.

Aunque la mujer estuvo en tratamiento por depresión leve durante 10 años, solía tener una vida social plena y una carrera profesional gratificante. Esto —la psicosis seguida de la depresión grave— fue algo distinto. Y el detonante fue su consumo de psicodélicos.

Ocho meses antes, la mujer había probado los hongos alucinógenos por primera vez con unos amigos y la pasó tan bien que los volvió a consumir al día siguiente. Sin embargo, en la segunda ocasión, algo salió terriblemente mal.

“Sufrió un episodio psicótico intenso por primera vez en su vida”, explicó Nemeroff, quien publicó la historia de la mujer como un informe de caso en la revista The American Journal of Psychiatry en diciembre. Sus amigos, que tomaron la misma sustancia que ella en ambas ocasiones, no experimentaron efectos adversos duraderos.

La popularidad de los psicodélicos ha aumentado en años recientes: 1,4 millones de estadounidenses probaron los alucinógenos por primera vez en 2020, según la Encuesta Nacional sobre la Salud y el Consumo de Drogas. Este entusiasmo se puede atribuir en parte a los estudios clínicos que demuestran que estas drogas, sobre todo la psilocibina y la ketamina, tienen un potencial real para tratar algunos trastornos mentales, en particular la depresión.

También se produjo un cambio en la manera en que se presentan las drogas en la cultura popular y los medios de comunicación, como sucede en Cómo cambiar tu mente, el exitoso libro de Michael Pollan convertido en serie de Netflix. Dos estados, Oregón y Colorado, ya legalizaron la psilocibina para uso terapéutico y se espera que otros más hagan lo mismo.

Conforme estas drogas son cada vez más aceptadas, es probable que más y más personas consideren probarlas, con fines tanto terapéuticos como recreativos. Los expertos que estudian estas sustancias instan a la gente a consumirlas solo en entornos terapéuticos supervisados, como dentro de un ensayo clínico o en una clínica de ketamina establecida, en parte por motivos de seguridad y en parte porque son ilegales fuera de estas circunstancias. Pero, siendo realistas, muchas personas las consumen en otros lugares.

Hay muy pocas probabilidades de que los psicodélicos causen una sobredosis letal y también es poco probable que generen adicción. Por lo tanto, los expertos los han clasificado como algunas de las drogas recreativas menos dañinas. Pero eso no significa que estén totalmente libres de riesgos. Por eso, los ensayos de psilocibina y las clínicas de ketamina tienen criterios de exclusión muy estrictos para tratar de proteger a las personas con vulnerabilidades físicas o psicológicas.

Si estás pensando consumir estas sustancias, a continuación te decimos lo que debes saber sobre cuándo pueden ser peligrosas.

Cuando se habla de efectos secundarios importantes, la principal preocupación de los expertos con respecto a la ketamina, la psilocibina y otros alucinógenos, como el LSD o la ayahuasca, es que pueden detonar un episodio psicótico o de manía. Como el uso de estas sustancias (con excepción de la ketamina) no está aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, no hay muchos datos de seguridad sobre ellas. Entonces, la mayoría de estas preocupaciones se basan en pruebas anecdóticas.

Lo que sí sugiere la poca información disponible es que es poco probable que la población en general desarrolle psicosis. Una encuesta de más de 1000 consumidores de sustancias psicodélicas recreativas que reportaron sus experiencias no consiguió establecer un vínculo entre el consumo de drogas y síntomas parecidos a los de la esquizofrenia. Asimismo, otro estudio no mostró ninguna conexión entre el uso previo de psicodélicos y el padecimiento actual de psicosis u otros trastornos psiquiátricos.

No obstante, los expertos afirman que el riesgo de que los psicodélicos detonen un episodio psicótico o maníaco quizá es más elevado para las personas que tienen antecedentes personales o familiares de esquizofrenia o trastorno bipolar. Como consecuencia, la gente con estos antecedentes se excluye de los ensayos clínicos de psilocibina y los tratamientos de las clínicas de ketamina.

“He tenido muchos pacientes que me han contado que estaban más o menos bien, luego tomaron LSD y han tenido esquizofrenia desde entonces”, dijo Bryan Roth, profesor de Farmacología en la Universidad de Carolina del Norte, campus Chapel Hill. “Me imagino que tenían una predisposición subyacente a la esquizofrenia y esto les dio una especie de empujón”.

Por su parte, Nemeroff agregó: “Creo que el problema con estos medicamentos tan potentes es que es probable que haya personas con vulnerabilidades genéticas a padecer un trastorno psiquiátrico importante, pero que aún no han cruzado el umbral. Y estos medicamentos pueden ser el factor que lo detone”.

Como fundamento para estas inquietudes, uno de los pocos estudios que han analizado el consumo de psicodélicos en personas con trastorno bipolar reveló que una tercera parte reportó que sus síntomas empeoraron tras consumir psilocibina de manera recreativa y el tres por ciento tuvo que buscar atención médica de emergencia.

En vista de lo anterior, Roth afirmó: “Cualquiera que padezca un trastorno psiquiátrico grave —como esquizofrenia o trastorno bipolar— no debe tomar psicodélicos”.

La condición jurídica más reciente de los psicodélicos también significa que hay pocas investigaciones sobre su seguridad en el organismo. Los expertos saben que la psilocibina y la ketamina elevan la presión arterial y la frecuencia cardiaca, así que, por exceso de cautela, no se recomienda que las personas con afecciones cardiacas, como hipertensión no controlada, cardiopatías y arritmias, las consuman.

En ensayos clínicos cuidadosamente monitoreados, donde las dosis se supervisan y los pacientes se seleccionan mediante filtros, las sustancias “parecen ser seguras desde una perspectiva cardiaca”, comentó Jeremy Ruskin, profesor de Medicina en el Hospital General de Massachusetts, quien se especializa en Cardiología. Se desconoce su grado de seguridad para personas que están en alto riesgo y las consumen en entornos no controlados.

Una de las razones por las que los psicodélicos parecen ser más seguros que muchas otras sustancias es porque la mayoría de los usuarios los consumen con poca frecuencia, lo cual implica una menor inquietud de que el daño potencial se acumule con el paso del tiempo. Sin embargo, los expertos afirman que existe un segundo riesgo hipotético para la salud cardiovascular si se ingieren todos los días o cada semana.

Se cree que la mayoría de los alucinógenos producen sus efectos psicodélicos activando un receptor específico de la serotonina denominado 5-HT2A (excepto la ketamina que actúa principalmente a través del sistema del glutamato). Las drogas también actúan sobre un receptor de serotonina hermano, el 5-HT2B, que se ha relacionado con las cardiopatías valvulares. Las investigaciones han demostrado que los medicamentos que activan este receptor —entre los que se incluyen algunos utilizados para tratar la enfermedad de Parkinson y las migrañas, así como el infame fármaco dietético fen-phen— causan daños valvulares en aproximadamente el 25 por ciento de las personas que los toman. Dos pequeños estudios sobre consumidores frecuentes y empedernidos de MDMA (otra droga psicodélica que activa el 5-HT2B) mostraron los mismos signos de cardiopatía.

Roth dijo que el riesgo de desarrollar problemas valvulares por tomar alucinógenos unas pocas veces “es casi probablemente cero”. Pero le preocupan las personas que toman microdosis (cantidades minúsculas de drogas) varias veces a la semana.

Hay unos cuantos riesgos importantes relacionados con los medicamentos o el historial médico que deben conocer los usuarios potenciales de psicodélicos.

En primer lugar, estas sustancias alteran la actividad cerebral de manera sustancial, así que es posible que provoquen convulsiones en alguien que padece epilepsia.

Además, Celia Morgan, profesora de Psicofarmacología en la Universidad de Exeter en Inglaterra, dijo que las personas que han sufrido alguna lesión cerebral traumática deben consultar a su médico antes de consumir ketamina porque puede aumentar la presión intracraneal.

“Si tienes algo en el cerebro que aumenta la presión y luego añades más tensión, podrías terminar sufriendo una hemorragia terrible”, explicó.

En cuanto a las interacciones entre medicamentos, las personas que toman antidepresivos que afectan a los niveles de serotonina deben tener cuidado al ingerir psilocibina porque un exceso de ese neuroquímico puede provocar una reacción potencialmente mortal conocida como síndrome serotoninérgico. Según Roth, el riesgo es mayor para las personas que toman inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO); no está claro en el caso de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS, como el Prozac), que se recetan con más frecuencia. Por si acaso, los ensayos clínicos con psilocibina suelen requerir que los participantes dejen primero sus antidepresivos.

En el caso de la ketamina, el mayor riesgo es tomarla mientras se ingieren fármacos que deprimen el sistema nervioso central, como opiáceos, relajantes musculares o benzodiacepinas porque esos medicamentos podrían potenciar o prolongar el efecto sedante de la ketamina.

Por último, aunque el riesgo general de dependencia de los psicodélicos es extremadamente bajo, en el caso de la ketamina no es inexistente. Según Morgan, consumir la droga varias veces a la semana y querer más después de que se pase su efecto sería una señal de adicción.

“Creo que tiene un enorme valor”, afirmó. “Pero lo vamos a desaprovechar, si no somos conscientes de los riesgos”.

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