La periodista mexicana habla sobre su nuevo libro ‘Emma y las otras señoras del narco’ en el que se introduce en la esfera más íntima de los capos y rompe con el mito del todopoderoso señor de las drogas.
A la periodista mexicana Anabel Hernández le hicieron en Italia una pregunta que no supo responder: “¿Cuál es en tu país el papel de las esposas de los señores de la droga?”. Hernández, como la mayoría de los reporteros y autoridades de México, consideró siempre que se trataba de un asunto menor, casi accesorio del entramado criminal. Mujeres ingenuas, quizá poco astutas, con algo de mala suerte muchas veces, sin otra opción, inocentes e irresponsables de su destino. Pero ella misma se sorprendió del discurso simplista —incluso machista— que se había repetido tantas veces. ¿Realmente no sabían lo que hacían?
La periodista, con más de 15 años de carrera desentrañando las relaciones entre el narcotráfico y el poder, concluyó entonces que había una parte fundamental que se había perdido de vista en tanto tiempo de escribir y desenmascarar al crimen. Sus mujeres, a veces amantes o esposas, formaban un pilar fundamental dentro de la dinámica criminal. Son su apoyo emocional, quienes los abrazan después de ordenar una masacre, quienes les recuerdan que no son solo monstruos. Aunque lo sean.
Es en su relación con ellas donde el gran capo de la droga se descubre como un mortal, capaz de jugarse el cuello por un encuentro amoroso —como le sucedió a Joaquín El Chapo Guzmán antes de ser detenido— y a quienes quiere presumirle su Ferrari. “Son su oxígeno”, declara la reportera en una entrevista con EL PAÍS convencida de que obviar la esfera más íntima del crimen organizado ha sido un error y solo ha contribuido a mitificar a unos hombres que no son tan indestructibles como parecen.
Esta semana se ha publicado su nuevo libro, Emma y las otras señoras del narco (Grijalbo), donde la periodista hace un repaso de las esposas y amantes más relevantes de los líderes de los cárteles de la droga, con Emma Coronel, esposa de El Chapo, como protagonista.
Pregunta. ¿Qué es lo que hay en común en las señoras del narco?
Respuesta. En realidad lo interesante es que cada una de las mujeres que investigué tienen perfiles muy diferentes: algunas vienen de familias de narcos y otras pueden ser una Miss Universo. Pero son algo mitómanas muchas de ellas. La propia Emma Coronel me negó a mí y a todos los demás que la entrevistaron cualquier relación de su esposo El Chapo con el narco. Lo niegan en automático. Y lo negarán, pues: ¿quién va a reconocer que ha formado parte de estas redes criminales? Tenemos por ejemplo a la señora Alicia Machado, ex Miss Universo, que establece esta relación con este hombre apodado El Indio, parte de la organización de los Beltrán Leyva, y uno se pregunta: “¿Qué motiva a una mujer como ella, que es exitosa, a meterse en este mundo?”. Y es ahí donde las respuestas obvias comienzan a hacerse más complicadas. No hay una única respuesta para todas ellas.
P. ¿De dónde le nació la idea de hacer un libro sobre las mujeres del narco?, ¿qué explica su vida íntima más allá del morbo?
R. Esto no es un libro simplista ni de chismes. Es realmente una crítica social sobre cómo funcionan todos estos círculos de los grupos criminales que están destruyendo a México, para comprender cada uno de los ángulos.
Todo empezó desde que conocí a Emma Coronel. La conocí en 2016 que me dio su primera entrevista, poco después de que El Chapo fuera arrestado por tercera y última vez. Después de esa cita estuve como dos años en contacto con ella, a través de WhatsApp, llamadas. Y para mí siempre fue un enigma. En Europa hay todo un debate, particularmente aquí en Italia, del rol tan crucial que juegan las mujeres en los clanes mafiosos. A mí me preguntaban: “¿Cómo es en México?”. Y yo siempre había entendido que era algo menor. Pero decidí replantearlo. Hasta este momento han sido principalmente periodistas hombres quienes han tratado de contar en México el papel de estas mujeres y siempre las ponen como las muñequitas de la mafia, pero son mucho más. Su papel es más complejo, es un sustento emotivo. Son realmente parte de la motivación de estos criminales para ser criminales.
P. ¿Ese nivel de responsabilidad tienen?
R. Sí, porque en un sistema machista, patriarcal, como existe en México, el machismo en los circulos criminales es exacerbado. Estos hombres imponen su ambiente machista a través de la violencia y esto se impone también en su casa. Bajo esa óptica también coleccionan mujeres. Hay una frase de un testigo que entrevisté que dice una cosa muy interesante: “Cuando los hombres terminan de tener todo económicamente, comienzan a comprar personas”. Y principalmente, los narcotraficantes compran mujeres. Desde esposas, a casar a las hijas con otros narcotraficantes, de buscar amantes… Estas mujeres son un apoyo emocional, las que no los repudian, los abrazan, las que hacen que ellos se justifiquen de: “Bueno, yo hago esto por mi familia”. Las mujeres son indispensables, son su oxígeno. Estos hombres solos no podrían traficar, no existirían, no sobrevivirían. Necesitan ese apoyo sentimental, emotivo, sexual, de gratificación.
P. ¿Por qué Emma Coronel es la protagonista de su libro?
R. Desde que yo empecé a investigar este tipo de fenómenos del narcotráfico, desde 2005, supe dos años más tarde que El Chapo Guzmán se había casado con una adolescente, desde entonces intenté hacer contacto con ella. Eso nunca fue posible en esos años, y Emma se convirtió para mí en una pregunta sin respuesta. Luego de que la entrevisto y la veo mentir una y otra y otra vez y me pregunto: “Bueno, ¿quiénes son estas mujeres?, ¿qué hay en sus cabezas?”. Después, a través del juicio de El Chapo Guzmán nos enteramos realmente que Emma no era tan feliz como nos decía, pude entrevistar a personas que estuvieron muy cerca de ella durante el juicio y que la veían entrar al hotel destrozada. En la corte se presentaba con esta cara de piedra, sin mostrar enojo, podía escuchar los testimonios más sangrientos y más horribles de su marido, incluyendo violaciones a niñas, y ella se mantenía impasible. ¡Esa era la actuación! Porque cuando regresaba al hotel se ponía a llorar desesperada, estaba enojada principalmente con ella misma. Emma es el hilo conductor de mi libro porque es una especie de paradigma de este rol de las mujeres en el narcotráfico en México y además es un paradigma que se rompe, porque lo que hace Emma al final es romper con el cartel. Se declara culpable. Y hace saltar por los aires la ley de omertá a la que están obligadas todas las mujeres de la cúpula.
P. Siempre se les retrata como ingenuas, poco astutas, inocentes, siempre a la sombra y cuidando a la familia. ¿Qué tanto de eso es real y qué tanto ha descubierto que no?
R. Justo ahí está lo antropológicamente interesante. Pues que de inocentes no tienen nada. No pueden decir que no sabían quién era su marido, su amante, aunque lo niegan siempre. Algunas, como Emma, eran menores de edad cuando los conocieron; pero otras no, y aún siendo mujeres trabajadoras y con éxito en su profesión, se involucran en este mundo criminal. En los testimonios que he recabado, de gente cercana a ellas y a ellos, el que conducía el carro, que abrieron y cerraron puertas o que estaban ahí al lado del jefe o participando directamente en los hechos, además de las investigaciones patrimoniales que realicé, revelan que esto es real. Y uno se da cuenta de que su círculo íntimo es como una corte medieval, donde el rey es el narco, la reina es la esposa y alrededor circulan actrices, cantantes, actores, los grupos musicales, todos aplaudiendo, alabando al capo.
P. Y, según algunos de los casos que plantea, como el de Lucero Sánchez, la amante de El Chapo, que le ayudaba con las operaciones del tráfico de drogas, no solo le aplaudían y lo consolaban al llegar a casa, también participaban.
R. Participan y disfrutan y gozan de los bienes criminales obtenidos a través del narcotráfico. Saben que son narcotraficantes, porque estos hombres van acompañados de sus escoltas armados hasta los dientes. Es muy evidente quiénes son y qué es lo que hacen.
P. Hablando de la corte, su libro hace justo un repaso no solo de las mujeres de los capos, sino de la relación de esos con el poder y la farándula. Menciona incluso al exalcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, y al diputado de Morena, Sergio Mayer, como asiduos a las fiestas de los capos del cartel de Sinaloa en Guerrero, ¿cómo era esa relación entre el narco, el poder y la farándula?
R. Es un juego de puertas donde la corrupción entra y sale con la misma velocidad que estas mujeres y las amantes y las hijas y las esposas y todo el mundo. En medio de las relaciones entre funcionarios, políticos y empresarios con narcotraficantes, circulan mujeres de uno y otro mundo que se convierten en vasos comunicantes. Es muy significativo el caso de Andrea Vélez que tenía una agencia de modelos que igual enviaba prostitutas al cartel de Sinaloa que a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. Las mujeres iban de la cama del narco a la cama del político.
P. También muchas de sus esposas y amantes que menciona usted en el libro eran caras muy conocidas, como Galilea Montijo, Ninel Conde o Lucha Villa. ¿Por qué los narcos siempre se han sentido atraídos por figurar en los círculos de los famosos?
R. Porque lo necesitan. ¿De qué le sirve tener millones y millones de dólares si no los puede compartir ni presumir a nadie? ¿De qué le sirve tener un Ferrari si no hay quien se suba de copiloto? Pareciera una cuestión muy, muy elemental, pero es así. Estos narcotraficantes son animales sociales, como cualquier otro ser humano, criminales desalmados, pero también necesitan este rol de sentirse aceptados, amados, deseados, respetados, no solo porque son criminales, sino porque son los patriarcas de su clan.
P. ¿Qué es lo que ellas llegan a conocer estos narcos que nadie más sabe?
R. Son su soporte emocional. Finalmente, estos hombres necesitan que alguien les aplauda y les reconozca sus victorias, aunque sean victorias criminales. Y, de alguna forma, les ayuden a huir del repudio social, que desgraciadamente cada vez es menor. Todas estas mujeres son el pilar emocional y esto es fundamental para cualquier ser humano. Por eso es tan importante conocer cómo es la dinámica de estas células, porque si no las entendemos realmente, no podemos combatirlo. Aquí están sus puntos débiles.
P. Resulta contradictorio que acumulen mujeres, y algunas muy conocidas, como la relación de El Chapo con Kate del Castillo, cuando en muchas ocasiones precisamente esto los pone en riesgo y los atrapan.
R. Es que hay una dosis de irracionalidad por sus propias necesidades emocionales y físicas. Te das cuenta que los narcos no son estos hombres súper inteligentes que nos quieren pintar. No todo es estrategia. El libro desmitifica todas esas figuras y te los muestra como lo que son, cualquier hombre equis. Al final tienen las mismas debilidades y errores que cualquier hombre infiel podría tener. Siempre se ha creado esa imagen de hombres indestructibles porque solo se ha tenido en cuenta el punto de vista masculino y no han abierto la parte emotiva, ni los periodistas, ni los directores de las series, ni las propias autoridades. Y digamos que no sobreviven, que necesitan cosas más simples, como un Ferrari y una hermosa chica a la que presumírselo.
P. No hay ninguna mujer en su libro que realmente sea la jefa del grupo criminal, ¿no ha existido ninguna o no existe? Me vienen a la cabeza dos nombres: Enedina Arellano Félix y La Reina del Pacífico.
R. Porque o no las hay o yo no las he encontrado. Sandra Ávila Beltrán (La Reina del Pacífico) era como muchas de estas mujeres que eran amantes, parejas sentimentales. No era ningún cerebro de un cartel. Enedina, pues ella quedó con el poder de una manera casi accidental y era su hijo el que principalmente se quedó con el cartel, no ella. Yo hasta este momento no he encontrado ninguna mujer que diga que es como El Chapo o El Mayo en mujer.
P. Y ¿por qué, viniendo muchas del mismo ambiente criminal, hijas, hermanas o esposas de capos, no han tomado el poder de algún grupo delictivo?
R. Por el mismo esquema machista. Fíjate, es un contraste muy interesante porque las mujeres de las familias mafiosas de Sicilia, cuando los maridos entran en prisión, ellas toman su lugar. No es el caso de México. Las esposas no tienen ninguna independencia, ni siquiera económica, no pueden tomar ninguna decisión, no tienen nada a su nombre y aunque viven la gran vida, dependen completamente de ellos. No pueden decidir nada como cerrar la etapa criminal de sus vidas e irse a otro país, por ejemplo. Porque ellos no las quieren con iniciativa, las quieren esclavas.
Sobre la autora:
Elena Reina es redactora de la delegación de México de EL PAÍS desde 2014. En 2020 ganó el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo por la cobertura de la crisis migratoria en la frontera sur. Se ha especializado en temas de narcotráfico, migración y violencia de género.