El reciente estreno de obras como ‘La narcosatánica’, ‘La dama del silencio’ y ‘El show’, sobre el asesinato del conductor Paco Stanley, confirman el desembarco al país del género ‘true crime’, que viene arrasando en plataformas en todas partes del mundo.
Por: Rodrigo Duarte
Un clan de adoradores del diablo que realizaban sacrificios humanos y traficaban drogas a Estados Unidos, y cuya captura tras una sonada balacera, en 1989, tuvo en vilo a México.
Un popular animador de la televisión en la década de 1990 que fue asesinado en su camioneta en pleno día y que, mientras el país lo lloraba, se revelaban sus presuntos vínculos con jefes del narco.
Una asesina serial de adultas mayores, ‘viejitas’, que aterrorizó al entonces Distrito Federal al comienzo del milenio y en cuya sangrienta crónica aparecen algunos de los políticos más importantes de este sexenio.
Estos casos, que forman parte de la lista de crímenes mediáticos más controversiales de las últimas décadas en México, son retomados e investigados en flamantes producciones documentales que acaban de estrenarse en tres distintas plataformas internacionales, ratificando el auge local de series abocadas a reexaminar sucesos policiales que chochearon a la sociedad mexicana en el pasado reciente.
Este fenómeno audiovisual —que tiene como origen el éxito de series en streaming como Making a Murderer (2015-2018) y The Jinx (2015), además del pódcast Serial, estrenado en 2014— había comenzado a aparecer tímidamente en el panorama de contenidos mexicanos en los años previos, con celebrados documentales, como Las tres muertes de Marisela Escobedo (2020) y la ficción de audio Fausto, lanzada por Spotify en el 2019 y encabezada por el actor Damián Alcázar.
Pero ahora, el sucesivo estreno de estas producciones, que ya se encuentran entre los contenidos más vistos de sus respectivas plataformas, confirma el arribo oficial del true crime a México, un género que ha cosechado en esta última década tanto admiradores como detractores, que señalan que estas producciones banalizan irresponsablemente tragedias ajenas sin tener en cuenta a los familiares de las víctimas y buscan ponerse en el lugar de jueces al volver a investigar estos sucesos.
Pero ¿cómo se explica que la sociedad mexicana y su industria audiovisual, en un momento donde la violencia no para de crecer en el país (el actual sexenio ya acumula más de 150.000 homicidios, de acuerdo a la agencia de consultoría TResearch, la mayor cifra de la historia reciente) y la criminalidad del narco cubre las primeras planas de diarios y portales, se vuelque masivamente a consumir y producir estas truculentas historias en las plataformas de entretenimiento?
La tradición de la nota roja
Para el estudioso Pável Granados, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y quien ha analizado la cultura popular mexicana en numerosos libros, este auge se trata no solo del resultado de empresas estadounidenses imponiendo sus modelos narrativos para audiencias mexicanas, sino también de una actualización natural para la era del streaming del histórico apetito local por los contenidos amarillistas.
“Hay que tener en cuenta que en México siempre hemos sido consumidores de la nota roja [denominación local al género periodístico que cubre hechos de sangre]. Desde la invención del término por parte de Manuel Caballero, el director del periódico El Mercurio Occidental, quien en 1889 puso en tapa una mancha de sangre con la foto del asesino del gobernador de Jalisco, Ramón Corona, hasta los diarios sensacionalistas de la época de la Revolución, llegando al más celebre tabloide nacional, el Alarma, el mexicano siempre ha sentido fascinación por lo policiaco”, le explica a Sputnik el experto.
El legendario periodista de policiales, Humberto Huerta, quien en su momento con su cobertura bautizó al clan de traficantes adoradores del demonio como ‘Los narcosatánicos’, concuerda con que el suceso de estos productos está ligado a la histórica tradición mexicana periodística vinculada al sensacionalismo.
“México siempre tuvo una rama de su prensa de nota roja muy robusta. Incluso en los diarios más serios, con los temas políticos y económicos en la tapa, la contraportada siempre estaba reservada para los sucesos violentos, con fotos y mucha información”, recuerda el reportero en conversación con este medio.
“En el caso de los Narcosatánicos, cuando yo destapé y cubrí el tema para el periódico La Prensa, el director me presionaba mucho para que tuviéramos algo nuevo siempre, porque gracias a esa primicia vendíamos entre medio millón y 750.000 ejemplares al día. Esas son cifras imposibles para un diario en la actualidad, pero ese interés se canaliza ahora en las series que mira la gente. Porque al mexicano siempre le gustó lo esotérico y lo raro“, agrega.
Otra explicación para entender el éxito del true crime en México tiene que ver con el componente de crítica social inherente al género policial, en un país donde la impunidad criminal —según un informe del 2021 de la organización México evalúa, menos del 5% de los homicidios se resuelven en el país— está a la orden del día y se registran alrededor de casi 100 crímenes por día, según consigna el Atlas de Homicidios elaborado por el organismo México Unido Contra la Delincuencia A.C.
En muchos casos, la relevancia de estos casos célebres tiene que ver con la persistencia de las incógnitas de estos misterios aún sin resolver —a casi 24 años de su ejecución, todavía no se sabe quién fue el responsable del crimen del conductor de televisión Paco Stanley— o de la actualidad de algunas figuras que aparecen tangencialmente en ellos.
Es el caso de los crímenes de la llamada Mataviejitas, Juana Barraza, ya que el jefe de gobierno del Distrito Federal (ahora Ciudad de Mexico) en aquel momento era el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, quien rivalizaba constantemente con el Partido Acción Nacional (PAN), especialmente con el presidente Vicente Fox. Sus peleas en la prensa eran cuestión de todos los días, como lo siguen siendo veinte años después.
“El otro día nos acordamos con María José (Cuevas, directora del documental), que en ese entonces López Obrador decía que [los crímenes de la Mataviejitas] eran un complot contra sus programas sociales de los adultos mayores, que este asesino serial estaba enojado por los programas sociales. Fue un caso sumamente político”, afirma una de las productoras de La dama del silencio, Laura Wolderberg.
Hablando sobre la importancia de revistar estos episodios criminales del pasado, Wolderberg dice que esta historia “es un viaje al pasado, pero que también nos ayuda a entender nuestro presente, porque es una reflexión sobre el sistema de justicia que tenemos en México hoy en día. Entonces nos permite entender qué cosas deberían de cambiar y cuáles son las cosas que nos deberían todavía de indignar”, concluye.