La cercanía de Ken Salazar con López Obrador preocupa en el gobierno de Biden

Altos funcionarios estadounidenses temen que la relación de Ken Salazar con el presidente de México esté resultando contraproducente y pueda ser un retroceso para los intereses de Washington en la región.


El zar de las elecciones en México tenía un mensaje para el embajador estadounidense: el presidente mexicano estaba montando un ataque a gran escala contra la autoridad electoral sembrando dudas sobre uno de los pilares de la democracia del país.

Pero, en vez de expresar alarma, el más alto diplomático de Estados Unidos en México adoptó una de las líneas de ataque más frecuentes del presidente, al considerar la posibilidad de que al líder mexicano le habían robado las elecciones presidenciales de 2006.

El embajador, Ken Salazar, dijo en una entrevista que no estaba convencido de que esas elecciones habían sido limpias, desafiando la postura de Estados Unidos en un momento en que la democracia está bajo amenaza en ese país y en el resto del hemisferio.

Salazar, quien invitó al alto funcionario electoral mexicano Lorenzo Córdova a su residencia, le dijo a The New York Times que quería saber: “¿Hubo fraude?”.

El asunto se había resuelto hacía tiempo —para el sistema judicial mexicano, la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos—, hasta ahora.

La disposición de este embajador para cuestionar la legitimidad de las elecciones es solo el más reciente ejemplo de un patrón que varios funcionarios estadounidenses califican de preocupante, un patrón en el que el principal diplomático de Estados Unidos en México a veces parece contradecir las políticas de su propio gobierno por alinearse con el presidente López Obrador.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, quien abiertamente apoyó al presidente Donald J. Trump, estuvo entre los últimos líderes globales en felicitar al presidente Biden por su triunfo electoral.

Cuando asumió el cargo en septiembre de 2021, a Salazar se le instruyó que construyera una relación sólida con Lóprez Obrador con la esperanza de impulsar la agenda de la Casa Blanca.

Al ser el líder del principal territorio de contención entre Estados Unidos y la cantidad récord de migrantes que intentan cruzar la frontera, López Obrador dispone de una gran ventaja sobre Biden y su presidencia.

Según los funcionarios del gobierno, mantener la cooperación con México implicaba evitar conflictos con un líder mexicano volátil que tiene el poder de afectar el futuro político de Biden al negarse a contener la migración.

Salazar, de hecho, ha logrado acercarse al presidente mexicano.

Pero al interior del gobierno hay una preocupación creciente de que, en el proceso de acercamiento, el embajador haya arriesgado los intereses estadounidenses y no haya usado la relación para avanzar las políticas cuando Biden más lo necesita, según entrevistas con más de una decena de funcionarios y exfuncionarios y analistas.

El embajador ha retomado las afirmaciones ya desacreditadas del robo de las elecciones que el presidente mexicano emplea para azuzar la desconfianza en la democracia del país; ha cuestionado la integridad de una organización anticorrupción financiada por Estados Unidos que desafió al presidente; y ha causado una tormenta política al dar la impresión de que apoya una transformación energética a la que se opuso el gobierno de Estados Unidos y ha guardado silencio mientras López Obrador ataca sin cesar a los periodistas.

En los países de importancia estratégica gobernados por líderes volátiles, los embajadores estadounidenses a menudo tienen que transitar una delicada línea al cultivar un vínculo con el mandatario de turno e impulsar las prioridades de su propio gobierno.

Salazar insiste en que su “relación directa” con López Obrador beneficia a Estados Unidos.

Sin embargo, al interior del gobierno estadounidense, algunos cuestionan si el enfoque blando de la actual gestión de verdad funciona o más bien envalentona a López Obrador mientras desafía la influencia estadounidense y socava las salvaguardas de la democracia, según altos funcionarios de Estados Unidos que no tenían autorización de hacer declaraciones en público.


El líder mexicano ha impulsado una agenda energética que amenaza a las empresas estadounidenses y a menudo utiliza su tribuna para desacreditar e insultar personalmente a quienes cuestionan su gobierno.

La economía se está desmoronando, la violencia va en aumento y ahora México —y no Centroamérica— se ha convertido en la mayor fuente de migrantes que llegan a la frontera con Estados Unidos.

Incluso luego de la amigable ofensiva emprendida por el embajador, el mandatario mexicano lideró un boicot a una gran cumbre organizada por el gobierno estadounidense en junio, lo que avergonzó a Biden a nivel global.

“El embajador tiene la impresión de que es cercano a AMLO”, dio Duncan Wood, vicepresidente de estrategia en el Wilson Center. “¿Hay algo que lo demuestre? No veo nada”.

La gestión de Biden, dijo Wood, “está siendo manipulada por AMLO”.

Los diplomáticos advierten que la defensa constante de Salazar a López Obrador ha asustado mucho a la sociedad civil mexicana.

Desde el inicio de su mandato, Biden ha tenido una relación complicada con el presidente mexicano, quien inicialmente se rehusó a reconocer su triunfo electoral.

El presidente Donald Trump, cuando estaba en el poder, forzó a López Obrador a ejecutar su política migratoria de línea dura con la amenaza de imponer aranceles y a cambio dejó en paz al líder mexicano en lo referente a su agenda nacional.

La gestión de Biden igualmente depende de México para hacer respetar la política migratoria y el gobierno de López Obrador ha destinado recursos significativos a ese esfuerzo; el año pasado arrestó una cifra récord de migrantes.

Al mismo tiempo, Biden ha prometido una agenda más amplia en la región que incluye la defensa de los derechos humanos y la democracia sin las tácticas duras de su antecesor.

Salazar era visto como el hombre perfecto para apaciguar al presidente mexicano. Los funcionarios asumieron que el trato sencillo del exsenador demócrata daría buenos resultados con López Obrador, que se presenta como un hombre del pueblo.

“Lo que necesitamos hacer es atender juntos estos problemas inmensos y sin precedentes”, dijo Salazar. “Y no puedes hacerlo si tienes un enemigo”.

El embajador se reúne con el presidente con regularidad, lo que le da un acceso significativo a la persona más poderosa de México.

Mientras López Obrador realizaba transformaciones en materia de energía, el embajador agendó reuniones entre el mandatario mexicano y una serie de empresas estadounidenses afectadas por la medida. Salazar le dijo a Reuters que el gobierno de Estados Unidos está realizando avances en la solución de las disputas, que podrían impactar a más de 30.000 millones de dólares en inversiones estadounidenses en el sector energético de México.

En público, el gobierno de Biden respalda a Salazar.

“Parte de la crítica que se le hace es debido a que está interactuando muy activamente con su gobierno, pero francamente lo hace para intentar impulsar los intereses de Estados Unidos”, dijo Juan Gonzalez, el principal asesor de Biden en materia de América Latina, refiriéndose al embajador.

Partidarios de López Obrador en Ciudad de México en abril

En cuanto a la afirmación de López Obrador de que le robaron las elecciones de 2006, Gonzalez confirmó en una entrevista que la postura de Estados Unidos “no ha cambiado” a pesar del escepticismo del embajador.

“Reconocemos el resultado de las elecciones”, dijo Gonzalez. “Estados Unidos se ha pronunciado públicamente”.

Sin embargo, Salazar le dijo a The New York Times que “no estaba al tanto de la línea del gobierno de Estados Unidos” y que aún tenía dudas. “Mucha gente que vio la votación esa noche me ha dicho, incluso gente que no tiene un interés personal, gente muy creíble, que hubo fraude”, expresó el embajador.

Son episodios como este los que avivan la preocupación entre los funcionarios estadounidenses que dicen que es posible que el embajador haya ido demasiado lejos. En ocasiones, ha causado confusión sobre la postura de Estados Unidos en los asuntos políticos más delicados.

Semanas después de que la secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, viajara a México para expresar su preocupación por los cambios energéticos del país, Salazar le dijo a los periodistas que “el presidente tiene razón” en buscar cambios a la legislación, algo que pareció contradecir el mensaje de Granholm.

El comentario, que Salazar asegura que fue sacado de contexto, fue presentado por López Obrador como señal del apoyo del embajador hacia la legislación que serviría para apuntalar a la empresa estatal de electricidad de México y pondría en riesgo miles de millones de dólares en inversiones estadounidenses.


En marzo, el presidente mexicano invitó al embajador a unirse a su conferencia matutina de prensa, un evento diario en el que toma la palabra para impulsar los temas de discusión del gobierno y atacar a cualquiera que perciba como adversario, incluido el gobierno de Estados Unidos.

Salazar quería asistir, le dijo al Times, pero su personal lo instó a reconsiderar la invitación, con el argumento de que estar junto a López Obrador durante alguna de sus diatribas sería riesgoso para el gobierno de Biden.

Al final se logró evitar la posible incomodidad debido a lo que el embajador calificó como un “problema de agenda”.

A principios de este año, una líder destacada de la sociedad civil le escribió a Salazar en busca de apoyo contra los ataques de López Obrador hacia las organizaciones de defensa. La líder, María Amparo Casar, fue citada a la residencia de Salazar.

La organización sin fines de lucro que dirige Casar, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, realiza investigaciones sobre sobornos y cohecho y es blanco regular del desdén de López Obrador.

El presidente también había criticado al gobierno de Estados Unidos por financiar a la organización, que fue cofundada por un empresario que abandonó el grupo para formar un movimiento de oposición.

Un alto funcionario del gobierno de Biden ya le había dicho a Salazar que Estados Unidos no le retiraría el financiamiento a la organización, dijeron dos funcionarios estadounidenses que no están autorización para dar declaraciones públicas.

Pero, antes de la reunión, le dijo a su personal que tenía dudas sobre el grupo y quería investigarlo.

El embajador le dijo al Times que consideraba que el activismo del fundador del grupo “creaba la apariencia de incorrección” y dijo que “propondría que le corten el financiamiento” si hallaba que las acusaciones de actividad política resultaban creíbles.

En la reunión, Salazar interrogó a Casar, y le preguntó si su grupo participaba secretamente en asuntos políticos. Casar, sorprendida, dijo que no y explicó que los auditores del gobierno de Estados Unidos habían determinado en repetidas ocasiones que su organización no se inmiscuía en política.

El embajador, aficionado a los sombreros vaqueros, habla a menudo de su herencia mexicana y tiene un modo campechano de ser que muchos creían que lograría agradar a López Obrador, escéptico durante mucho tiempo de la influencia estadounidense.

“¿Por qué tendría que creerte?”, preguntó el embajador, según dos personas con conocimiento de la reunión que pidieron que no se les nombrara por temor a represalias.

“La única prueba que tengo es mi palabra”, respondió Casar. El embajador le dijo que “esto no huele bien” antes de ponerse de pie abruptamente y concluir la reunión de manera anticipada.

Salazar le dijo al Times que tenía todo el derecho de tocar temas “legales y éticos” con un receptor de financiamiento estadounidense. Y añadió: “Alguien puede decirte muchas cosas que simplemente no son verdad”.

Gonzalez le dijo al Times que el gobierno de Estados Unidos seguiría financiando al grupo de Casar. “La política de Estados Unidos es clara al respecto”, dijo.

Todo el capital político que el embajador ha intentado reunir con el presidente de México no fue suficiente para evitar que emitiera una reprimenda humillante contra Biden a principios del mes pasado.

Previo a la Cumbre de las Américas, un encuentro regional clave organizado por el gobierno de Biden en junio, el presidente mexicano criticó en varias ocasiones a Estados Unidos por no invitar a la reunión a Cuba, Nicaragua o Venezuela.

El embajador le pidió que asistiera, dijo un funcionario de la embajada que pidió el anonimato para evitar una represalia, pero el mandatario mexicano siguió amenazando con boicotear el evento y motivó a una ola de países a seguir su ejemplo.

En un último esfuerzo diplomático, Salazar acudió al santuario religioso más importante de México, la Basílica de Guadalupe, un día antes del inicio de la cumbre.

“Le ruego a la santa patrona de las Américas para que ayude a nuestros líderes a establecer una nueva era transformadora para las Américas y para la relación entre México y Estados Unidos”, publicó Salazar en Twitter.

López Obrador se retiró oficialmente del evento al día siguiente.


Sobre la autora: Maria Abi-Habib es la jefa de la corresponsalía para México, Centroamérica y el Caribe. Ha reportado para The New York Times desde el sur de Asia y el Medio Oriente. Encuéntrala en Twitter: @abihabib

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.

Artículos relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

spot_imgspot_imgspot_imgspot_img