Justin Timberlake ya no gusta a la generación Z: el “nuevo rey del pop” pidió perdón demasiado tarde

Hace justo 20 años medios como ‘Rolling Stone’ lo proclamaban como el hombre más distinguido del pop, pero una carrera llena de actitudes machistas y comentarios desafortunados ha empezado a pasarle factura ahora.


Hace 20 años la revista Rolling Stone coronaba a Justin Timberlake (Memphis, Tennessee, 41 años) como “el nuevo rey del pop”. Este verano, un vídeo del cantante bailando en el festival Something in the Water en Washington logró acumular millones de reproducciones en las redes sociales, pero no por los motivos que a él le gustarían: ha recibido adjetivos como “grimoso”, “hilarante” o “bochornoso”. “Justin Timberlake creyendo que todavía es atractivo mientras lleva unos pantalones caquis”, bromeó un tuitero.

“Esto es la cima de la gentrificación”, escribió otro. ¿En qué momento Justin Timberlake, el que fuese la mayor estrella del planeta, el mejor bailarín del pop y el hombre más cool de la industria del entretenimiento, se ha convertido en una piñata para la cultura popular? En realidad, Timberlake lleva 20 años irritando a la opinión pública. Solo ahora le han llegado todas las represalias de golpe.


Timberlake publicó su primer disco en solitario, Justified, en 2002, a los 21 años. La campaña promocional coincidió con su ruptura con Britney Spears. Él quiso dejar claro que ella le había sido infiel mediante el vídeo de Cry Me A River, donde aparecía una doble de la cantante. Timberlake reveló, en dos programas de radio distintos, que había mantenido relaciones sexuales con Spears a pesar de que durante su noviazgo ambos habían proclamado su intención de llegar vírgenes al matrimonio.

El cantante siguió hablando sobre Spears a lo largo de los años. A veces directamente, como cuando en 2013 interpretó a un antepasado suyo en un sketch de Saturday Night Live donde exclamaba: “Mi descendiente saldrá con una cantante famosa, en público dirá que son vírgenes pero en privado… se la tirará”. Otras veces indirectamente, como cuando en un concierto de 2007, mientras Spears estaba internada en un centro de rehabilitación por sus problemas mentales y sus adicciones, Timberlake terminó Cry Me A River entonado el estribillo de Rehab de Amy Winehouse: “Intenté llevarla a desintoxicación y ella dijo no, no no”. En otra ocasión, durante una actuación en 2012, Timberlake empezó Cry Me A River diciendo “A veces crees que has encontrado el amor de tu vida… pero luego te das cuenta de que no era más que una zorra”.

En 2004, Timberlake participó en el intermedio de la Super Bowl como invitado de Janet Jackson. Al final de la actuación, él le destapó un pecho que se vio durante 9/16 de segundo ante una audiencia de 143 millones de espectadores. Al bajar del escenario, el cantante bromeó con los reporteros: “Me encanta daros cosas de las que hablar. Ha sido divertido, rápido y al grano. El sueño de cualquier hombre”. Mientras tanto, más de 200.000 espectadores se quejaban a la cadena CBS. En plena guerra de Irak, el denominado pezóngate ocupó un amplio espacio en los medios de comunicación conservadores, que cebaron la polémica hasta hundir la carrera de Jackson: las radios y las televisiones la vetaron, ABC canceló una película sobre Lena Horne que ella iba a protagonizar y Disney World retiró una estatua de Mickey Mouse vestido como Jackson.

Justin Timberlake en el festival Something In The Water (Washington) en junio. Su errático baile fue objeto de mofa en las redes.

Timberlake, por el contrario, no sufrió represalias. Los Grammy cancelaron la actuación prevista de Jackson, pero él sí actuó, ganó dos premios y aprovechó su discurso para disculparse. No mencionó a su compañera. En ningún momento Timberlake defendió, apoyó o se disculpó públicamente con ella. Lo que sí hizo fue criticar la entrevista de la cantante con Oprah Winfrey, en la que Jackson aseguró haberse sentido traicionada por Timberlake. Muchos fans creen que lo hizo a través de la canción Give It To Me: “¿Podrías hablar sin tarta-tartamudear? Es difícil oírte desde la cima. Te echamos de menos en las listas de éxitos. Oh, es cierto, no estás en ellas”. Give It To Me fue número 1 en Estados Unidos.

El disco Future Sex/Love Sounds fue el tercero más vendido de 2006 y generó tres números 1: Sexyback, My Love y What Goes Around Comes Around, otra canción atacando a Spears. Una de las principales influencias de aquel álbum fue Prince, a quien sin embargo Timberlake ridiculizó durante la gala de los Globos de Oro de 2007: entregó el premio a la mejor canción y, como Prince no podía recogerlo por estar en un atasco, exclamó: “Lo agradeceré en su nombre”, se agachó y dijo: “Gracias” con voz infantil. La broma era que Prince medía 1,57, 25 centímetros menos que él.

Su boda con la actriz Jessica Biel en 2012 también generó controversia cuando se filtró un vídeo, orquestado por uno de sus amigos para ser proyectado durante el banquete, en el que varios indigentes de Los Ángeles le daban la enhorabuena y lamentaban no poder asistir al enlace, que se celebró en Puglia (Italia) y costó seis millones de euros. El amigo en cuestión pagó 30 euros a cada indigente por su participación. Aquel mes, el hospital infantil Shriners comunicó el final de su relación con Timberlake. “Lo hemos intentado todo para que se involucrase más con nuestros niños, pero en cuanto las cámaras de televisión se apagaban desaparecía”, comunicó un portavoz del hospital.

Sin embargo, la corriente de opinión no se le volvió definitivamente en contra hasta 2016. El actor de Anatomía de Grey Jesse Williams dio un discurso en la gala de los BET (los premios de la cultura negra) sobre la necesidad de rebelarse contra la apropiación cultural: “Se acabó lo de quedarnos mirando mientras [las personas blancas] abusan de nosotros y nos entierran mientras extraen nuestra cultura, nuestros dólares y nuestro entretenimiento como petróleo. Oro negro”. Timberlake reaccionó tuiteando “#inspirado” y el periodista Ernest Owens le respondió: “¿Significa esto que vas a dejar de apropiarte de nuestra música y cultura? Y discúlpate con Janet”. “Ay, alma de cántaro”, replicó el cantante. “Cuanto más cuenta te des de que somos iguales más podremos tener esta conversación. Adiós”. Ante la polémica, Timberlake borró el tuit pero insistió en que “todos somos uno… una raza humana”.


Aquel intercambio desató una conversación mediática en torno a la apropiación cultural y a la pasividad, bienintencionada pero acomodada, de las celebridades blancas. “A pesar de su fascinación y su uso de la cultura negra, Justin Timberlake nunca ha hecho o dicho nada para probar que esté conectado o preocupado por las personas negras, al menos no las que existen fuera de su estudio de grabación”, observó la autora Kendra James en Cosmopolitan. Timberlake ha construido su carrera recurriendo a la estética, los músicos y la cultura negras: su sonido ha oscilado entre el r&b, el hip hop, el funky o el soul pero para él, según opinó Candance McDuffy en Glamour, “la cultura negra es un lucrativo disfraz que puede quitarse en cuanto deje de beneficiarle”. O como resumió Luria Freeman en Vibe, “Justin le debe su voz a la comunidad negra, pero se mantiene en silencio”.

A partir de aquella polémica la opinión pública observaría cada movimiento de Timberlake con otra mirada. En enero de 2018, en plena eclosión del movimiento Me Too, acompañó a su esposa a los Globos de Oro: la actriz Jessica Biel había recibido la primera nominación a un premio importante de su carrera gracias a la miniserie The Sinner. Para conmemorarlo, su marido publicó una foto en Instagram en la que ambos vestían de negro, tal y como sugería el protocolo de protesta contra los abusos sexuales en la industria de Hollywood, y él llevaba un pin de Time’s Up (la organización que lucha contra dichos abusos). El texto que acompañaba a la foto era: “Qué buena está mi mujer #PorQuéLlevamosNegro #TimesUp”.

Unas semanas después, Timberlake lanzó su cuarto álbum, Man Of The Woods (el hombre del bosque), en el que cambiaba su imagen de galán neo-Sinatra por la franela, los vaqueros y los abrigos de pelo para encontrarse a sí mismo en la naturaleza del salvaje Oeste (el cantante tiene un rancho en Montana). La crítica se ensañó con el proyecto. “Justin Timberlake relanza su marca, ahora como hombre blanco”, titulaba The Outline. “Los nativos de Montana se ríen de que una casa de varios millones de dólares enclavada en un resort privado donde solo viven otros forasteros millonarios pueda evocar ‘el salvaje Oeste’. Otros sugieren que [Timberlake] ha visto El renacido o ha escuchado a Bon Iver y ha cogido sus significantes, con canciones tituladas FranelaMontana o Viviendo de la tierra”, observaba Anne Helen Petersen en Buzzfeed. Esta reinvención de Justin Timberlake como hombre blanco era, según las críticas, un disfraz más: “No es que haya reclamado su masculinidad blanca por primera vez con Man of the Woods. Siempre lo ha acompañado. Es solo que ahora se ha vuelto imposible de ignorar”, opinaba Constance Grady en Vox.

La noche en la que Justin Timberlake actuó en el intermedio de la Super Bowl de 2018 y se convirtió en la primera persona en pisar ese escenario tres veces, #JusticeForJanet fue trending topic en Twitter: mientras la carrera de Jackson seguía acabada 14 años después del pezóngate, Timberlake regresaba por todo lo alto al lugar de los hechos. Además, muchos fans consideraron la aparición de Prince en un holograma gigante (el evento tuvo lugar en Minneapolis, la ciudad del cantante, entonces ya fallecido) el enésimo espoleo de la cultura negra por parte de Timberlake y una falta de respeto hacia Prince, quien había estipulado que no deseaba aparecer en hologramas porque los consideraba demoniacos. La prensa lo consideró uno de los intermedios menos espectaculares de la Super Bowl. “Justin Timberlake es la personificación del privilegio blanco, masculino y heterosexual”, afirmaba Lea Palmieri en Decider. “Resulta increíblemente fácil dirigir tu ira hacia él, porque funciona como el rostro de una estructura social injusta, un saco de boxeo perfecto”.

Internet empezó a llenarse de retrospectivas que analizaban la problemática trayectoria de Timberlake con otros ojos. “El falso progresismo y ausencia de responsabilidad de Justin Timberlake ya no cuela en 2018″, titulaba Forbes. “20 ocasiones en las que Justin Timberlake fue problemático pero no sufrió consecuencia alguna”, resumía Buzzfeed, que también se atrevía con una galería titulada “Querido Justin Timberlake, para de una puta vez”. “Justin Timberlake oficialmente ha dejado de molar”, afirmaba Vice. “Justin Timberlake ha construido su carrera a costa de mujeres”, sentenciaba Refinery29. “Justin Timberlake es un imbécil y tenemos las pruebas”, anunciaba In Touch.

A principios del año pasado, la serie documental The New York Times Presents dedicó un capítulo a la trayectoria de Britney Spears y otro al colapso de la carrera de Janet Jackson tras la Super Bowl. En ambos, quizá los dos episodios más emblemáticos de la misoginia en la cultura pop de los 2000, Timberlake jugaba un rol antagonista. Y en ambos salía impune. “El brillo de Timberlake se ha desgastado y ha dejado tras de sí el incómodo relato de un hombre que disfrutó de un éxito continuado a costa de las pérdidas de otras personas”, opinaba la periodista Chelsea McLaughlin.

Timberlake quiso matar dos pájaros de un tiro y se disculpó mediante una publicación en Instagram en la que admitía sus errores tanto en el caso de Spears como en el de Jackson. “Lamento profundamente las veces en mi vida en las que mis acciones contribuyeron al problema, en las que dije cosas fuera de lugar o en las que no defendí lo que era correcto. Entiendo que no estuve a la altura en estos momentos y en muchos otros y me beneficié de un sistema que condona la misoginia y el racismo”. La reacción del público podría resumirse en un tuit del peluquero e influencer Elgin Charles: “Ha hecho falta un indignante documental para que Justin Timberlake publique una ‘sentida disculpa’ (seguramente redactada por su publicista) a Britney Spears y Janet Jackson… Es un imbécil y su disculpa llega demasiado tarde”.

El mes pasado Rolling Stone, la misma revista que hace dos décadas lo proclamaba el nuevo rey del pop, analizó el baile viral de Timberlake en Washington y señaló a la Generación Z como artífice del nuevo estatus del cantante. “A los Z, particularmente los que usan TikTok, se les da muy bien hacer que hombres blancos anteriormente alabados parezcan extraordinariamente pasados de moda. Esta maldición ahora ha recaído sobre Justin Timberlake”. Pero el declive de la popularidad del cantante va más allá del chiste, el meme o la anécdota. “Este ajuste de cuentas [alrededor de Timberlake] se siente como un exorcismo cultural”, opina Maria Sherman en Slate. “Una oportunidad de usarlo como vasija para purgarnos a nosotros mismos de los males que ahora él representa para muchos. Timberlake se ha convertido en el emblema perfecto de una época pasada que recompensaba a los tipos como él. Hasta que dejó de hacerlo”.

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