Jack Nicholson, el eterno hedonista que descubrió a los 37 años que su hermana era su madre

He tenido todo lo que un hombre podría desear, pero no se puede decir que he triunfado en el amor(…) Las orgías eran constantes y era famoso por tener dos cocaínas, “la de arriba y la de abajo.

Por: Juan Sanguino

Jack Nicholson era tan inteligente que se saltó un curso en el instituto, como si no pudiera esperar a emprender su vida adulta. Al graduarse fue votado por sus compañeros el más optimista de su promoción. También fue votado el más pesimista. Ese espíritu contradictorio le acabaría convirtiendo en una estrella a los 32 años con su breve papel en Easy Rider: un abogado (la quintaesencia del hombre que trabaja para alimentar la maquinaria del sistema), pero con varios tornillos sueltos y que compartía carretera con dos rebeldes antisistema.

El mismo ‘Jack’ detrás y delante de la gran pantalla

Desde entonces siguió caminando sobre las tensiones de la contradicción, tanto en la vida como en la pantalla. Llegó a ser el actor mejor pagado sin dejar de comportarse como uno de serie B desatado, experimentador y temerario; nunca se ha tomado a sí mismo en serio aunque reconoce que explota su energía para intimidar a los demás (y estuvo a punto de abandonar ‘Mejor imposible’, que le daría su tercer Oscar, por sentir que no era el actor adecuado); y ha reconocido ser un mujeriego (según los rumores, se ha acostado con 2000 mujeres) que sin embargo no ha logrado triunfar en el amor. Nadie dijo que la vida fuera fácil pero en el caso de Jack siempre va a ser, al menos, divertida.

“Me da un poco de miedo Jack Nicholson” admitía Stephen King en 1979, cuando el actor protagonizó la adaptación de su novela ‘El resplandor’, “porque él no es un hombre corriente. Nunca ha interpretado a un hombre corriente y no estoy seguro de que sea capaz”. La única escena en la que el obsesivamente meticuloso director Stanley Kubrick permitió que Nicholson improvisase fue en la que la esposa (Shelley Duvall) interrumpía el flujo creativo del escritor.

“Que no me escuches teclear no quiere decir que no esté escribiendo” bramaba el protagonista al borde de la locura. La frase estaba basada en una discusión que Nicholson tuvo con su primera y única esposa, Sandra Knight, justo antes de divorciarse. “Me di cuenta de que Jack iba a convertirse en una estrella con muchas tentaciones” recordaría ella décadas después, “y yo no podía acompañarle en ese viaje”.

Vivió su drama familiar a los 37

Como actor de método, Nicholson nunca veía diferencia entre las emociones de sus personajes y las suyas. En ‘Mi vida es mi vida’, de 1970, improvisó un monólogo cuando su personaje (un artista superdotado incapaz de estar en control de su propia vida) visitaba a su padre moribundo. “Te preguntarás qué pasó conmigo después de mis prometedores comienzos”, le decía antes de ponerse a llorar. El padre de Jack Nicholson abandonó a su familia antes de que él naciera y siempre fue una figura de autoridad desconocida, pero a los 37 años el actor descubrió que la que él pensaba que era su madre era en realidad su abuela y June, quien él conocía como su hermana, era su madre biológica.

June le había tenido de adolescente, su madre se hizo cargo del bebé para evitar la vergüenza en el pueblo y ese fue el motivo por el que el padre de familia abandonó el hogar. Para cuando se enteró de esto (a través de un periodista de ‘Time’ que estaba trabajando en un perfil sobre él), tanto su madre biológica como la adoptiva ya habían fallecido.

En aquel momento Jack Nicholson era más que una estrella, toda una institución cultural en Estados Unidos por haber personificado la despedida oficial de la nación al idealismo de los 60 mediante el personaje de Jakes Gittes en Chinatown y estaba a punto de ganar su primer Oscar por ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’. En aquella, pagaba caro hacerse pasar por loco tal y como le estaba ocurriendo a él al interpretar a personajes tan extremos. Pero en realidad era solo un hombre cuya vida entera acababa de ser reescrita y ninguna de sus dos madres estaban vivas para ayudarle a comprender.

Jack Nicholson trasladó ese sufrimiento contenido a sus películas (su sonrisa puede ser satisfactoria o rabiosa, sus cejas pueden representar signos de exclamación o de interrogación) y le convirtió en el actor favorito del planeta. Su fama de persona más grande que la vida encajaba con sus personajes y, según él mismo aclararía años después, era buena para el negocio: “Prefería que me vieran como un bala perdida a que me vieran como un mierda. Cuando tenía 25 años senté la cabeza y no fue bueno para mi carrera”. El público disfrutaba con la extravagancia de Nicholson porque su presencia en una película garantizaba que cualquier cosa podía pasar, que él siempre sabía algo que tú no sabías, y su presencia en una revista garantizaba que el texto contaría una anécdota delirante.

Su debilidad: las mujeres y el sexo

Desde sus romances con las mujeres más guapas del mundo (Janice Dickinson, Candice Bergen, Kelly LeBrock, Diane Keaton, Margaret Trudeau, Kate Moss, Julie Delpy, Melanie Griffith) hasta su relación de 17 años con Anjelica Huston, quien le apodaba ‘el mástil caliente’. En una época en la que el valor de un hombre se medía por su trabajo y su virilidad (véase la fama de galanes que todavía hoy conservan coetáneos como Julio Iglesias), Jack Nicholson devoraba ambos con una voracidad insaciable. Las orgías que celebraba su casa, en las que participaban actores, productores y modelos, eran el defcon 3 del libertinaje que marcó el Hollywood de los 70.

Kim Basinger, su compañera en Batman, le definió como “el individuo más sexual que he conocido nunca”. Una modelo de Playboy, en cuya mansión Nicholson pasaba fines de semana enteros, contó que el actor era una máquina sexual imparable, que le gustaba dar azotes, usar esposas y tomar polaroids y que comía mantequilla de cacahuete en la cama para reponer energías. Hasta en 1999, con 62 años, le pidió salir a la actriz Lara Flynn-Boyle con su novio delante. “No es que el sexo sea el elemento primario del universo” explicaba el actor en 1972, “es que no estar satisfecho sexualmente te afecta”.

Esta promiscuidad, que mantuvo durante toda su relación con Anjelica Huston aduciendo que ella era ‘flexible’ con el tema, le costó perder el que él considera el amor de su vida: tras 17 años asegurándole que no quería tener más hijos, dejó embarazada a una mujer 25 años más joven que él. Huston reaccionó abofeteándole y ambos se reconciliarían cinco años después rodando una escena en ‘Cruzando la oscuridad’ en la que él le reconocía que sus momentos buenos juntos habían sido los mejores momentos de su vida mientras ella lloraba. Una vez más, la barrera entre la cámara y la vida fue invisible para él. Nicholson, a petición expresa de Huston, jamás ha hablado en público sobre su relación.

Las drogas no son un tabú para él

En su autobiografía ‘Watch Me Huston’ contaba que Nicholson tenía en casa dos tipos de cocaína, “la cocaína del piso de abajo y la del piso de arriba”. Una era de peor calidad, para compartir con invitados ocasionales y otra era la mejor cocaína de Los Ángeles solo para sus amigos más cercanos. Nicholson nunca ha ocultado que ha probado todas las drogas que han caído en sus manos y en 1980 levantó una polémica cuando contó que le encantaba colocarse: “lo hago unos cuatro días a la semana, creo que eso es una frecuencia estándar para cualquier americano. El año pasado, durante un viaje en lancha, probé la última moda (mescalina) pero no se parece a las alucinógenas que tomábamos en los 60. Yo no defiendo que nadie tome nada, pero prefiero ser sincero porque no me gusta el tabú en torno a las drogas. En otras palabras, tampoco es para tanto. Siempre puedes buscarte la ruina con la droga, pero es que puedes buscarte la ruina con cualquier cosa”.

La actriz Carol Burnett le escribió una carta pública deseando que las drogas “nunca fueran para tanto” en su casa como sí lo eran en muchas casas. El LSD de los 60 le abrió la mente y según su biógrafo Marc Eliot Nicholson experimentó fantasías de castración, homoerotismo y religión, además de la revelación de que nunca había sido un bebé deseado. A lo largo de los 80, el actor fue abandonando las drogas al ver cómo varios de sus amigos morían a causa de sus adicciones.

Retirado y con las gafas de sol puestas

La madurez de un hombre tan vital como Jack Nicholson, que ahora tiene 82 años, resulta particularmente dura. Desde que se retiró del cine hace una década pasa los días jugando al golf y recibiendo a amigos y amantes en su casa porque si va a un restaurante sabe que tendrá que comportarse “como el alcalde del lugar”. Compró la casa de su vecino Marlon Brando cuando este murió para que nadie le molestase y de paso para conservar en ella su colección de arte que incluye Picassos, Dalís y Van Goghs

Hace años que nadie le ve sin gafas de sol, que él usa para que los demás “no tengan acceso a su alma” y porque sin ellas asegura ser un viejo gordo pero con ellas es ‘Jack’. “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” lamenta, “no puedo saltar, no puedo correr tres kilómetros. La decadencia de la energía te vuelve más humilde. Vives sin pagar ningún precio hasta los 28 y, tras un cierto punto, tienes que pagar un precio por todo”.

Su confesión de que solo necesita viagra si va a estar con dos mujeres a la vez podría ser una bravuconada, una realidad o un guiño a su propio personaje público. Con Jack nunca se sabe, aunque lo cierto es que nunca ha sido de los que farda: en ‘El cartero siempre llama dos veces’ (donde se rumoreó que el polvo que echa con Jessica Lange fue real) intentó mostrar una erección auténtica pero admite que “el cuerpo no me respondió”.

Sí resulta más auténtico cuando se explaya en su estado emocional: “Me encantaría tener un último romance, pero soy realista y dudo que ocurra. Lo que no puedo negar es ese anhelo… he tenido todo lo que un hombre podría desear, pero no se puede decir que he triunfado en el amor“. Lo que sí puede decirse es que pocos han aprovechado la vida como él, porque tal y como admiró su amigo Danny DeVito “lo que Jack Nicholson representa es la inmortalidad, su existencia va desde 1937 hasta el infinito”.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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Por: Juan Sanguino

Jack Nicholson era tan inteligente que se saltó un curso en el instituto, como si no pudiera esperar a emprender su vida adulta. Al graduarse fue votado por sus compañeros el más optimista de su promoción. También fue votado el más pesimista. Ese espíritu contradictorio le acabaría convirtiendo en una estrella a los 32 años con su breve papel en Easy Rider: un abogado (la quintaesencia del hombre que trabaja para alimentar la maquinaria del sistema), pero con varios tornillos sueltos y que compartía carretera con dos rebeldes antisistema.

El mismo ‘Jack’ detrás y delante de la gran pantalla

Desde entonces siguió caminando sobre las tensiones de la contradicción, tanto en la vida como en la pantalla. Llegó a ser el actor mejor pagado sin dejar de comportarse como uno de serie B desatado, experimentador y temerario; nunca se ha tomado a sí mismo en serio aunque reconoce que explota su energía para intimidar a los demás (y estuvo a punto de abandonar ‘Mejor imposible’, que le daría su tercer Oscar, por sentir que no era el actor adecuado); y ha reconocido ser un mujeriego (según los rumores, se ha acostado con 2000 mujeres) que sin embargo no ha logrado triunfar en el amor. Nadie dijo que la vida fuera fácil pero en el caso de Jack siempre va a ser, al menos, divertida.

“Me da un poco de miedo Jack Nicholson” admitía Stephen King en 1979, cuando el actor protagonizó la adaptación de su novela ‘El resplandor’, “porque él no es un hombre corriente. Nunca ha interpretado a un hombre corriente y no estoy seguro de que sea capaz”. La única escena en la que el obsesivamente meticuloso director Stanley Kubrick permitió que Nicholson improvisase fue en la que la esposa (Shelley Duvall) interrumpía el flujo creativo del escritor.

“Que no me escuches teclear no quiere decir que no esté escribiendo” bramaba el protagonista al borde de la locura. La frase estaba basada en una discusión que Nicholson tuvo con su primera y única esposa, Sandra Knight, justo antes de divorciarse. “Me di cuenta de que Jack iba a convertirse en una estrella con muchas tentaciones” recordaría ella décadas después, “y yo no podía acompañarle en ese viaje”.

Vivió su drama familiar a los 37

Como actor de método, Nicholson nunca veía diferencia entre las emociones de sus personajes y las suyas. En ‘Mi vida es mi vida’, de 1970, improvisó un monólogo cuando su personaje (un artista superdotado incapaz de estar en control de su propia vida) visitaba a su padre moribundo. “Te preguntarás qué pasó conmigo después de mis prometedores comienzos”, le decía antes de ponerse a llorar. El padre de Jack Nicholson abandonó a su familia antes de que él naciera y siempre fue una figura de autoridad desconocida, pero a los 37 años el actor descubrió que la que él pensaba que era su madre era en realidad su abuela y June, quien él conocía como su hermana, era su madre biológica.

June le había tenido de adolescente, su madre se hizo cargo del bebé para evitar la vergüenza en el pueblo y ese fue el motivo por el que el padre de familia abandonó el hogar. Para cuando se enteró de esto (a través de un periodista de ‘Time’ que estaba trabajando en un perfil sobre él), tanto su madre biológica como la adoptiva ya habían fallecido.

En aquel momento Jack Nicholson era más que una estrella, toda una institución cultural en Estados Unidos por haber personificado la despedida oficial de la nación al idealismo de los 60 mediante el personaje de Jakes Gittes en Chinatown y estaba a punto de ganar su primer Oscar por ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’. En aquella, pagaba caro hacerse pasar por loco tal y como le estaba ocurriendo a él al interpretar a personajes tan extremos. Pero en realidad era solo un hombre cuya vida entera acababa de ser reescrita y ninguna de sus dos madres estaban vivas para ayudarle a comprender.

Jack Nicholson trasladó ese sufrimiento contenido a sus películas (su sonrisa puede ser satisfactoria o rabiosa, sus cejas pueden representar signos de exclamación o de interrogación) y le convirtió en el actor favorito del planeta. Su fama de persona más grande que la vida encajaba con sus personajes y, según él mismo aclararía años después, era buena para el negocio: “Prefería que me vieran como un bala perdida a que me vieran como un mierda. Cuando tenía 25 años senté la cabeza y no fue bueno para mi carrera”. El público disfrutaba con la extravagancia de Nicholson porque su presencia en una película garantizaba que cualquier cosa podía pasar, que él siempre sabía algo que tú no sabías, y su presencia en una revista garantizaba que el texto contaría una anécdota delirante.

Su debilidad: las mujeres y el sexo

Desde sus romances con las mujeres más guapas del mundo (Janice Dickinson, Candice Bergen, Kelly LeBrock, Diane Keaton, Margaret Trudeau, Kate Moss, Julie Delpy, Melanie Griffith) hasta su relación de 17 años con Anjelica Huston, quien le apodaba ‘el mástil caliente’. En una época en la que el valor de un hombre se medía por su trabajo y su virilidad (véase la fama de galanes que todavía hoy conservan coetáneos como Julio Iglesias), Jack Nicholson devoraba ambos con una voracidad insaciable. Las orgías que celebraba su casa, en las que participaban actores, productores y modelos, eran el defcon 3 del libertinaje que marcó el Hollywood de los 70.

Kim Basinger, su compañera en Batman, le definió como “el individuo más sexual que he conocido nunca”. Una modelo de Playboy, en cuya mansión Nicholson pasaba fines de semana enteros, contó que el actor era una máquina sexual imparable, que le gustaba dar azotes, usar esposas y tomar polaroids y que comía mantequilla de cacahuete en la cama para reponer energías. Hasta en 1999, con 62 años, le pidió salir a la actriz Lara Flynn-Boyle con su novio delante. “No es que el sexo sea el elemento primario del universo” explicaba el actor en 1972, “es que no estar satisfecho sexualmente te afecta”.

Esta promiscuidad, que mantuvo durante toda su relación con Anjelica Huston aduciendo que ella era ‘flexible’ con el tema, le costó perder el que él considera el amor de su vida: tras 17 años asegurándole que no quería tener más hijos, dejó embarazada a una mujer 25 años más joven que él. Huston reaccionó abofeteándole y ambos se reconciliarían cinco años después rodando una escena en ‘Cruzando la oscuridad’ en la que él le reconocía que sus momentos buenos juntos habían sido los mejores momentos de su vida mientras ella lloraba. Una vez más, la barrera entre la cámara y la vida fue invisible para él. Nicholson, a petición expresa de Huston, jamás ha hablado en público sobre su relación.

Las drogas no son un tabú para él

En su autobiografía ‘Watch Me Huston’ contaba que Nicholson tenía en casa dos tipos de cocaína, “la cocaína del piso de abajo y la del piso de arriba”. Una era de peor calidad, para compartir con invitados ocasionales y otra era la mejor cocaína de Los Ángeles solo para sus amigos más cercanos. Nicholson nunca ha ocultado que ha probado todas las drogas que han caído en sus manos y en 1980 levantó una polémica cuando contó que le encantaba colocarse: “lo hago unos cuatro días a la semana, creo que eso es una frecuencia estándar para cualquier americano. El año pasado, durante un viaje en lancha, probé la última moda (mescalina) pero no se parece a las alucinógenas que tomábamos en los 60. Yo no defiendo que nadie tome nada, pero prefiero ser sincero porque no me gusta el tabú en torno a las drogas. En otras palabras, tampoco es para tanto. Siempre puedes buscarte la ruina con la droga, pero es que puedes buscarte la ruina con cualquier cosa”.

La actriz Carol Burnett le escribió una carta pública deseando que las drogas “nunca fueran para tanto” en su casa como sí lo eran en muchas casas. El LSD de los 60 le abrió la mente y según su biógrafo Marc Eliot Nicholson experimentó fantasías de castración, homoerotismo y religión, además de la revelación de que nunca había sido un bebé deseado. A lo largo de los 80, el actor fue abandonando las drogas al ver cómo varios de sus amigos morían a causa de sus adicciones.

Retirado y con las gafas de sol puestas

La madurez de un hombre tan vital como Jack Nicholson, que ahora tiene 82 años, resulta particularmente dura. Desde que se retiró del cine hace una década pasa los días jugando al golf y recibiendo a amigos y amantes en su casa porque si va a un restaurante sabe que tendrá que comportarse “como el alcalde del lugar”. Compró la casa de su vecino Marlon Brando cuando este murió para que nadie le molestase y de paso para conservar en ella su colección de arte que incluye Picassos, Dalís y Van Goghs

Hace años que nadie le ve sin gafas de sol, que él usa para que los demás “no tengan acceso a su alma” y porque sin ellas asegura ser un viejo gordo pero con ellas es ‘Jack’. “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” lamenta, “no puedo saltar, no puedo correr tres kilómetros. La decadencia de la energía te vuelve más humilde. Vives sin pagar ningún precio hasta los 28 y, tras un cierto punto, tienes que pagar un precio por todo”.

Su confesión de que solo necesita viagra si va a estar con dos mujeres a la vez podría ser una bravuconada, una realidad o un guiño a su propio personaje público. Con Jack nunca se sabe, aunque lo cierto es que nunca ha sido de los que farda: en ‘El cartero siempre llama dos veces’ (donde se rumoreó que el polvo que echa con Jessica Lange fue real) intentó mostrar una erección auténtica pero admite que “el cuerpo no me respondió”.

Sí resulta más auténtico cuando se explaya en su estado emocional: “Me encantaría tener un último romance, pero soy realista y dudo que ocurra. Lo que no puedo negar es ese anhelo… he tenido todo lo que un hombre podría desear, pero no se puede decir que he triunfado en el amor“. Lo que sí puede decirse es que pocos han aprovechado la vida como él, porque tal y como admiró su amigo Danny DeVito “lo que Jack Nicholson representa es la inmortalidad, su existencia va desde 1937 hasta el infinito”.

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