Disfrutar de la música y el canto en directo, leer y escribir, perderse en un museo y pintar no son solo formas de relajarse, sino también de reconstruir.
Billy Wilder solía decir que las películas deberían hacer que los espectadores se olvidaran de las facturas pendientes de pago o de los problemas en el trabajo. Como observó, la cultura es un espacio de sanación. Los dos últimos años lo han demostrado. Disfrutar de un concierto, leer un libro, perderse en un museo o emocionarse con una obra de teatro han servido no solo como formas de entretenimiento y evasión, sino también como formas de aprendizaje y reconstrucción emocional. Esos procesos suceden no solo con las actividades culturales que consumimos, sino también con las que hacemos nosotros mismos, como escribir, esculpir o pintar.
Existe evidencia científica de que cualquier actividad cultural, ya sea pasiva o activa, beneficia la salud mental en varios niveles. Cognitivamente, enfoca nuestra atención en medio de una sobrecarga de datos y estímulos. Reflexionar sobre miedos, dudas e inseguridades en un diario puede ayudarnos a organizar nuestras ideas y calmarnos. Ver una película puede fortalecer nuestra memoria episódica y semántica a través del esfuerzo de almacenar las secuencias que se consolidarán como recuerdos. Reflexionar sobre cuestiones existenciales y antropológicas, retratadas por grandes directores, pintores o escritores, nos estimula intelectualmente. A nivel social, asistir a la ópera o al teatro nos anima a compartir opiniones e ideas, desarrollar el pensamiento crítico y ser más tolerantes.
A nivel físico, la cultura nos revitaliza poniendo en paz nuestra mente, reduciendo los niveles de ansiedad y estrés. Escuchar música, por ejemplo, tiene un efecto beneficioso sobre las sustancias químicas del cerebro como la dopamina y la oxitocina. También puede ayudar a reducir los niveles de cortisol. En términos emocionales, estas actividades nos ponen en contacto con nuestros miedos y preocupaciones, permitiéndonos aceptarlos mejor. Identificarnos con personajes similares en una película o un libro aumenta nuestra introspección y nos ayuda a conocernos. Al mismo tiempo, confrontar personajes antagónicos nos desafía cuestionando nuestros puntos de vista. La cultura también sacia nuestro deseo de placer y entretenimiento. Como dijo Alfred Hitchcock: “Hay algo más importante que la lógica: la imaginación”.
Las instituciones de salud mundial finalmente han reconocido la tesis de que las prácticas artísticas tienen efectos positivos en el bienestar. La Oficina para la Región Europea de la Organización Mundial de la Salud publicó un informe respaldado por más de 3000 estudios científicos en noviembre de 2019. La OMS ha instado a los gobiernos europeos a incorporar las artes en sus políticas de salud y bienestar. En septiembre de 2020, el Senado español solicitó al gobierno que declarara la cultura como un bien esencial.
En entornos sanitarios, algunos proyectos utilizan el arte y la cultura para humanizar la experiencia hospitalaria. La fundación Cultura en Vena ha orquestado algunas iniciativas de este tipo. En uno de ellos, una exposición en un hospital muestra reproducciones de obras del Museo del Prado, junto a textos destinados a conectar con las vivencias emocionales de los espectadores.
Otra forma de participar en la cultura es a través de la lectura. Todos los días, los pacientes atormentados por la ansiedad, la depresión y la impotencia se acercan a los estantes en busca de alivio. Como dice Guillermo Lahera, Catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá, “la literatura es una poderosa fuente de sentido”. El lenguaje estructura la psique y la lectura puede ser una forma de terapia. La iniciativa británica de biblioterapia Reading Well Books on Prescription ha obtenido una amplia aceptación por parte de médicos y pacientes.
A medida que la ansiedad, la depresión, el insomnio y el estrés se han vuelto más comunes, los expertos han comenzado a buscar soluciones que complementen los tratamientos típicos. Los trabajadores de la salud están en una posición importante para recomendar actividades culturales que ayuden a reconstruir el mundo y sanar el alma. Como decía Almudena Grandes, “la cultura es un ingrediente de la felicidad”. La filosofía, la literatura y las artes nos ayudan a comprender mejor la complejidad de la experiencia humana.