Huachicoleros, CJNG, clubes irresponsables e impunidad: así es la tragedia del fútbol mexicano

El investigador de UNAM, Hugo Sánchez Gudiño, lleva años estudiando el comportamiento y la transformación de estos grupos que apoyan a los clubes de fútbol de la liga mexicana.


Lo que sucedió el 5 de marzo en México no fue una simple riña futbolera por el partido entre Atlas y Querétaro. Las primeras investigaciones apuntan a que los cárteles criminales se infiltraron al estadio.

Una barra de fútbol tiene códigos muy parecidos a los de un grupo delincuencial: mientras más se demuestre la resistencia ante los enemigos, más se asciende dentro de la organización. En el balompié, esta característica es conocida como “el aguante”.

Bajo esa lógica, el mejor aficionado, el más leal, es el que aguanta más. El que resiste más cánticos, más viajes, más asistencias para apoyar al equipo. Pero también el que aguanta más trifulcas, riñas, peleas e insultos.

Dentro del universo barrista futbolero, hay una acción que garantiza el reconocimiento total del colectivo: “tumbar” la playera del rival. Y tumbarla no sólo significa robarla: hacerlo implica debilitar al enemigo, despojarlo de su camiseta y, luego, deshacerse de él, generalmente golpeándolo. Muy similar a cuando un sicario debe “bajar” al integrante de una célula rival para dominar la plaza.

Este tipo de fenómenos han sido ampliamente estudiados por sociólogos, comunicólogos y periodistas, quienes desde hace años han alertado sobre la escalada en los niveles de violencia con los que se conducen los integrantes de las barras bravas de los clubes del fútbol mexicano.

Uno de ellos es el reportero mexicano especializado en temas del crimen organizado, Óscar Balderas, quien en entrevista con Sputnik asegura que la tragedia ocurrida el sábado 5 de marzo en el Estadio Corregidora de Querétaro —donde decenas resultaron heridos, aunque versiones extraoficiales apuntan a que hubo más de 20 muertos— pudo haber sido la consecuencia del enfrentamiento entre dos organizaciones del crimen organizado: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y grupos huachicoleros —colectivos que se dedican al robo de combustible— que operan en la zona del Bajío.

“Más allá de una rivalidad en la cancha, lo que sucedió en el estadio fue un motín que tenía que ver con la rivalidad criminal de dos facciones contrarias”, explica el periodista de la cadena MVS Noticias, quien tuvo acceso a una línea de investigación gracias a sus fuentes en la Fiscalía local.

Según las primeras pesquisas, el Betito, líder huachicolero, se infiltró al estadio acompañado por otros integrantes de su grupo delincuencial que opera, sobre todo, en San Juan del Río, un municipio aledaño a donde ocurrieron los hechos.

Las autoridades también identificaron al Gordo, otro supuesto huachicolero conocido por su fanatismo por los Gallos Blancos de Querétaro, equipo que iba perdiendo 0-1 cuando se desató la trifulca.

¿Pero qué hacían tantos huachicoleros en el estadio?

De acuerdo con las fuentes de información del periodista, entre la porra del Atlas había, también, algunos integrantes de un grupo criminal rival: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Ese hecho habría provocado que el juego fuera utilizado sólo como un vehículo para provocar un enfrentamiento.

En los videos difundidos en redes sociales, se observa que los aficionados radicales del Querétaro nunca fueron detenidos por la policía. Al contrario: en algunas zonas, se aprecia cómo el personal de seguridad del estadio abre las compuertas para que los agresores tuvieran acceso al área donde se encontraba la Barra 51 del Atlas, donde presuntamente se encontraban algunos integrantes del CJNG.

“Básicamente, lo que apunta esta línea de investigación es que el estadio fue utilizado [por los huachicoleros] para emboscar a sus enemigos, con el apoyo del personal del estadio”, afirma Óscar Balderas, quien también ha investigado temas relacionados con la delincuencia organizada para medios como Vice y CNN México.

En este video se observa a un policía que no hace nada pese a que una turba de aficionados corre hacia el otro lado del estadio para agredir a los seguidores del Atlas.

Lo que se buscaba era intimidar al grupo delincuencial liderado por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, alias el Mencho, para que no intentaran controlar el negocio del robo y ordeña de combustible en Querétaro, específicamente en San Juan del Río, explica Balderas.

El problema, dice, es que todo se salió de control. Porque aunque los huachicoleros tenían claro su objetivo de atacar a sus enemigos, cuando se desató el caos atacaron a diestra y siniestra.

Testimonios recogidos por la prensa mexicana indican que muchos aficionados que sólo fueron al estadio a disfrutar del partido fueron golpeados por gente del Querétaro y hasta por policías. De hecho, muchos aseguran que hubo decenas de muertos, aunque la versión oficial del Gobierno de Mauricio Kuri indica que, hasta el momento, no se tiene registro de ningún deceso.

Aquí un joven de 16 años narra cómo fue agredido por la policía y por barristas de los Gallos Blancos.

¿Quién apoya a las barras?

Las barras del fútbol mexicano son parecidas a las que operan en países de Sudamérica como Argentina. Hay semejanzas en sus códigos de comportamiento, sus cánticos y sus formas de organización.

Balderas explica que las barras son autorizadas y muchas veces financiadas por las mismas directivas de los clubes. El objetivo es que los equipos tengan una afición leal y continua durante toda la temporada. Los barristas viajan junto con el club a todas partes. Sin embargo, desde hace varios años, las barras se han convertido en un foco rojo de delincuencia, ya que desde estos grupos se opera la venta de droga en los estadios o hasta de mercancías pirata.

“Si rastreamos cuándo empezó a infiltrarse el crimen organizado en el fútbol mexicano, habría que comenzar por la gente de cuello blanco. Comencemos a hablar sobre cómo la criminalidad de cuello blanco utilizó el fútbol, con todas sus reglas tan laxas y sus agujeros legales, para comenzar a meter presiones, intereses económicos y, luego, formar barras deportivas que, en realidad, comienzan como porras y terminan por volverse grupos de choque que son redituables para los propios equipos”, dice el reportero, quien confiesa que hace años también formó parte de una barra de fútbol.

Un ejemplo, dice, de cómo se ha utilizado el deporte para financiar estos grupos es el club de fútbol de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la institución educativa más reconocida de América Latina. Su equipo, los Pumas, ha sido severamente criticado porque su barra —llamada la Rebel— es financiada por la directiva, que a su vez se alimenta del presupuesto público que recibe la UNAM cada año del Gobierno de México.

“También tenemos el lavado de dinero o el amaño de partidos, un tema del que se habló mucho a raíz del atentado contra Salvador Cabañas en el Bar Bar en 2010”, apunta Balderas.

En este video, se aprecia cómo un barrista del Atlas habla sobre los códigos de su grupo, y confiesa su agrado por la violencia y los golpes.

El investigador de UNAM, Hugo Sánchez Gudiño, lleva años estudiando el comportamiento y la transformación de estos grupos que apoyan a los clubes de fútbol de la liga mexicana.

“Buena parte de los grupos delictivos de los cárteles se han venido infiltrando a esos grupos de animación y esos elementos traen consigo más violencia. En Atlas está el Cártel Jalisco Nueva Generación y, en el caso de Querétaro. está el de Santa Rosa de Lima, porque Querétaro está en un corredor donde hay estos carteles que se dedican al huachicol y tienen mucho peso en esa zona”, dijo el académico en una entrevista con el diario Reforma.

El gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, ha dicho que no descansará hasta encontrar a los responsables de esta tragedia. Sin embargo, aunque los testimonios y videos en redes sociales indican lo contrario, la información oficial indica que no hubo muertos durante la riña.

El presidente ejecutivo de la Liga MX, Mikel Arriola, podría ser citado a comparecer ante la Cámara de Diputados de México para explicar lo sucedido, pero sobre todo para detallar con qué mecanismos de seguridad cuenta la liga para que esta clase de trifulcas no vuelvan a suceder.El Gobierno local ha dicho que ya tiene identificadas a 30 personas que participaron en las agresiones del 5 de marzo. En cuestión de horas, estos sujetos serán capturados, según las autoridades.


Con información de Sputnik

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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Lo que sucedió el 5 de marzo en México no fue una simple riña futbolera por el partido entre Atlas y Querétaro. Las primeras investigaciones apuntan a que los cárteles criminales se infiltraron al estadio.

Una barra de fútbol tiene códigos muy parecidos a los de un grupo delincuencial: mientras más se demuestre la resistencia ante los enemigos, más se asciende dentro de la organización. En el balompié, esta característica es conocida como “el aguante”.

Bajo esa lógica, el mejor aficionado, el más leal, es el que aguanta más. El que resiste más cánticos, más viajes, más asistencias para apoyar al equipo. Pero también el que aguanta más trifulcas, riñas, peleas e insultos.

Dentro del universo barrista futbolero, hay una acción que garantiza el reconocimiento total del colectivo: “tumbar” la playera del rival. Y tumbarla no sólo significa robarla: hacerlo implica debilitar al enemigo, despojarlo de su camiseta y, luego, deshacerse de él, generalmente golpeándolo. Muy similar a cuando un sicario debe “bajar” al integrante de una célula rival para dominar la plaza.

Este tipo de fenómenos han sido ampliamente estudiados por sociólogos, comunicólogos y periodistas, quienes desde hace años han alertado sobre la escalada en los niveles de violencia con los que se conducen los integrantes de las barras bravas de los clubes del fútbol mexicano.

Uno de ellos es el reportero mexicano especializado en temas del crimen organizado, Óscar Balderas, quien en entrevista con Sputnik asegura que la tragedia ocurrida el sábado 5 de marzo en el Estadio Corregidora de Querétaro —donde decenas resultaron heridos, aunque versiones extraoficiales apuntan a que hubo más de 20 muertos— pudo haber sido la consecuencia del enfrentamiento entre dos organizaciones del crimen organizado: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y grupos huachicoleros —colectivos que se dedican al robo de combustible— que operan en la zona del Bajío.

“Más allá de una rivalidad en la cancha, lo que sucedió en el estadio fue un motín que tenía que ver con la rivalidad criminal de dos facciones contrarias”, explica el periodista de la cadena MVS Noticias, quien tuvo acceso a una línea de investigación gracias a sus fuentes en la Fiscalía local.

Según las primeras pesquisas, el Betito, líder huachicolero, se infiltró al estadio acompañado por otros integrantes de su grupo delincuencial que opera, sobre todo, en San Juan del Río, un municipio aledaño a donde ocurrieron los hechos.

Las autoridades también identificaron al Gordo, otro supuesto huachicolero conocido por su fanatismo por los Gallos Blancos de Querétaro, equipo que iba perdiendo 0-1 cuando se desató la trifulca.

¿Pero qué hacían tantos huachicoleros en el estadio?

De acuerdo con las fuentes de información del periodista, entre la porra del Atlas había, también, algunos integrantes de un grupo criminal rival: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Ese hecho habría provocado que el juego fuera utilizado sólo como un vehículo para provocar un enfrentamiento.

En los videos difundidos en redes sociales, se observa que los aficionados radicales del Querétaro nunca fueron detenidos por la policía. Al contrario: en algunas zonas, se aprecia cómo el personal de seguridad del estadio abre las compuertas para que los agresores tuvieran acceso al área donde se encontraba la Barra 51 del Atlas, donde presuntamente se encontraban algunos integrantes del CJNG.

“Básicamente, lo que apunta esta línea de investigación es que el estadio fue utilizado [por los huachicoleros] para emboscar a sus enemigos, con el apoyo del personal del estadio”, afirma Óscar Balderas, quien también ha investigado temas relacionados con la delincuencia organizada para medios como Vice y CNN México.

En este video se observa a un policía que no hace nada pese a que una turba de aficionados corre hacia el otro lado del estadio para agredir a los seguidores del Atlas.

Lo que se buscaba era intimidar al grupo delincuencial liderado por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, alias el Mencho, para que no intentaran controlar el negocio del robo y ordeña de combustible en Querétaro, específicamente en San Juan del Río, explica Balderas.

El problema, dice, es que todo se salió de control. Porque aunque los huachicoleros tenían claro su objetivo de atacar a sus enemigos, cuando se desató el caos atacaron a diestra y siniestra.

Testimonios recogidos por la prensa mexicana indican que muchos aficionados que sólo fueron al estadio a disfrutar del partido fueron golpeados por gente del Querétaro y hasta por policías. De hecho, muchos aseguran que hubo decenas de muertos, aunque la versión oficial del Gobierno de Mauricio Kuri indica que, hasta el momento, no se tiene registro de ningún deceso.

Aquí un joven de 16 años narra cómo fue agredido por la policía y por barristas de los Gallos Blancos.

¿Quién apoya a las barras?

Las barras del fútbol mexicano son parecidas a las que operan en países de Sudamérica como Argentina. Hay semejanzas en sus códigos de comportamiento, sus cánticos y sus formas de organización.

Balderas explica que las barras son autorizadas y muchas veces financiadas por las mismas directivas de los clubes. El objetivo es que los equipos tengan una afición leal y continua durante toda la temporada. Los barristas viajan junto con el club a todas partes. Sin embargo, desde hace varios años, las barras se han convertido en un foco rojo de delincuencia, ya que desde estos grupos se opera la venta de droga en los estadios o hasta de mercancías pirata.

“Si rastreamos cuándo empezó a infiltrarse el crimen organizado en el fútbol mexicano, habría que comenzar por la gente de cuello blanco. Comencemos a hablar sobre cómo la criminalidad de cuello blanco utilizó el fútbol, con todas sus reglas tan laxas y sus agujeros legales, para comenzar a meter presiones, intereses económicos y, luego, formar barras deportivas que, en realidad, comienzan como porras y terminan por volverse grupos de choque que son redituables para los propios equipos”, dice el reportero, quien confiesa que hace años también formó parte de una barra de fútbol.

Un ejemplo, dice, de cómo se ha utilizado el deporte para financiar estos grupos es el club de fútbol de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la institución educativa más reconocida de América Latina. Su equipo, los Pumas, ha sido severamente criticado porque su barra —llamada la Rebel— es financiada por la directiva, que a su vez se alimenta del presupuesto público que recibe la UNAM cada año del Gobierno de México.

“También tenemos el lavado de dinero o el amaño de partidos, un tema del que se habló mucho a raíz del atentado contra Salvador Cabañas en el Bar Bar en 2010”, apunta Balderas.

En este video, se aprecia cómo un barrista del Atlas habla sobre los códigos de su grupo, y confiesa su agrado por la violencia y los golpes.

El investigador de UNAM, Hugo Sánchez Gudiño, lleva años estudiando el comportamiento y la transformación de estos grupos que apoyan a los clubes de fútbol de la liga mexicana.

“Buena parte de los grupos delictivos de los cárteles se han venido infiltrando a esos grupos de animación y esos elementos traen consigo más violencia. En Atlas está el Cártel Jalisco Nueva Generación y, en el caso de Querétaro. está el de Santa Rosa de Lima, porque Querétaro está en un corredor donde hay estos carteles que se dedican al huachicol y tienen mucho peso en esa zona”, dijo el académico en una entrevista con el diario Reforma.

El gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, ha dicho que no descansará hasta encontrar a los responsables de esta tragedia. Sin embargo, aunque los testimonios y videos en redes sociales indican lo contrario, la información oficial indica que no hubo muertos durante la riña.

El presidente ejecutivo de la Liga MX, Mikel Arriola, podría ser citado a comparecer ante la Cámara de Diputados de México para explicar lo sucedido, pero sobre todo para detallar con qué mecanismos de seguridad cuenta la liga para que esta clase de trifulcas no vuelvan a suceder.El Gobierno local ha dicho que ya tiene identificadas a 30 personas que participaron en las agresiones del 5 de marzo. En cuestión de horas, estos sujetos serán capturados, según las autoridades.


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