El trabajo no remunerado puede afectar más la salud mental de las mujeres que de los hombres

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Las mujeres suelen tener muchas horas de trabajo en el hogar y tareas de cuidado además de un empleo, mientras que los hombres tienen tareas menos sensibles al tiempo, como cortar el césped.


En todo el mundo, las mujeres realizan más trabajo no remunerado —las labores del hogar, el cuidado de los niños y los ancianos y la carga mental de gestionar una familia— que los hombres. Un nuevo estudio sugiere que esto afecta la salud de muchas de ellas.

Un metaanálisis de 19 estudios, que incluyó a 70.310 personas en todo el mundo, publicado en septiembre en la revista especializada The Lancet Public Health, encontró que cuanto más de este tipo de trabajo realizan las mujeres, peor es su salud mental. Esta investigación analizó el trabajo no remunerado de personas que también tenían un trabajo remunerado. De igual manera, otros estudios recientes han encontrado que el trabajo del hogar que realizan las mujeres se asocia con una mala salud, tanto física como mental.

Los hallazgos señalan una razón por la que a las mujeres se les suele diagnosticar ansiedad y depresión con más frecuencia que a los hombres y ayuda a explicar por qué, ahora que las escuelas están abiertas y las madres regresaron a sus empleos, todavía sienten más estrés del que sentían antes de la pandemia. Los efectos en la salud mental de ese trabajo adicional que las madres hicieron durante los momentos más difíciles de la pandemia aún prevalecen.

“En muchos sentidos, la COVID-19 estancó o en algunos casos revirtió algunas de las victorias tan duramente ganadas de la equidad de género”, dijo Jennifer Ervin, autora del estudio y doctoranda del Centro para la Equidad en la Salud de la Universidad de Melbourne en Australia. Pero, agregó que los resultados demuestran que “reducir la carga desproporcionada de trabajo no remunerado que asumen las mujeres al permitir que los hombres se hagan cargo de una parte equitativa de este tipo de trabajo puede mejorar la salud mental de las mujeres”.

La investigación encontró que las labores domésticas y el cuidado de los niños tienen un menor impacto en la salud de los hombres. Tal vez esto se deba a que lo realizan en una proporción mucho menor. En Estados Unidos, las mujeres trabajan un promedio de 4,5 horas en esas actividades, en comparación con 2,8 horas en el caso de los hombres, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (calcula promedios generales, sin considerar si las personas tienen un empleo remunerado o no). En Grecia, el promedio es de 4,3 horas en el caso de las mujeres contra una hora y media, en el de los hombres. Incluso en los países donde hay mayor equidad de género, como Suecia, las mujeres dedican a esas labores 50 minutos más al día que los hombres.

Durante los confinamientos por la pandemia, los hombres realizaron más trabajo no remunerado del que habían hecho antes, pero lo mismo sucedió con las mujeres, así que sus porcentajes totales continuaron igual. Esto sucedió en diversos países.

Los hombres suelen encargarse de las tareas exteriores, como cortar el césped, que se realizan con menos frecuencia y en un horario más flexible que algunas tareas domésticas típicas.

Pero también se debe a que el tipo de trabajo de esta índole que realizan los hombres no está sujeto a horarios fijos y es más disfrutable o al menos más tolerable. Por ejemplo, los hombres suelen estar a cargo de actividades al aire libre, como podar el césped, que se hacen con menos frecuencia y en un horario variable. Es más probable que las mujeres realicen tareas cotidianas en horarios fijos, como preparar los alimentos o limpiar la casa.

Puede que las expectativas sociales tengan algo que ver. Por ejemplo, hay estudios que han demostrado que las mujeres sienten la presión de mantener la casa limpia y se sienten juzgadas si no lo hacen. Por su parte, a los hombres suele elogiárseles por actividades cotidianas como limpiar la casa o llevar a un hijo a una cita médica.

El trabajo no remunerado en sí no es problemático, según la investigación. Más bien, es todo lo que conlleva: si entra en conflicto con las responsabilidades de alguien más, como el trabajo remunerado, y si es lo que alguien quiere hacer.

Los científicos sociales nombraron por primera vez estos problemas hace más de medio siglo, y desde entonces se han agudizado, ya que cada vez más mujeres han asumido un trabajo remunerado. El término “tensión de roles”, acuñado en 1960 por el sociólogo William J. Goode, describe lo que ocurre cuando los múltiples roles de una persona interfieren con su rendimiento en otros: cuando las largas horas de trabajo doméstico no remunerado hacen que la gente se sienta menos capaz de hacer su trabajo remunerado, o viceversa.

La “pobreza de tiempo” —un término que los científicos sociales utilizan para describir el hecho de no tener suficiente tiempo para trabajar o realizar actividades recreativas— afecta en especial a las mujeres con demandas de cuidado y a personas con trabajos sin flexibilidad y mal remunerados. La pobreza de tiempo contribuye a declives en la salud mental y también dificulta hacer cosas que mejoran la salud como hacer ejercicio, dormir o cultivar amistades. Un estudio encontró que aunque es cada vez más probable que las parejas heterosexuales compartan la responsabilidad del trabajo remunerado y el que no lo es, los hombres tienen mucho más tiempo de ocio los fines de semana mientras las mujeres realizan más labores del hogar.

En algunos casos, se encontró que los padres que renunciaron al trabajo remunerado para cuidar de los hijos se sienten más contentos con sus labores no remuneradas, pero no siempre es así. Depende de qué tanto coincide con lo que querían hacer o si sienten que en realidad no tuvieron muchas alternativas al momento de elegir.

“No está claro que realizar una mayor cantidad o una mayor proporción de trabajo doméstico no remunerado se asocie negativamente con la salud física o mental per se”, dijo Daniel L. Carlson, sociólogo de la Universidad de Utah, que estudia el tema. “Las madres que tienen la responsabilidad mayoritaria de esas tareas, pero que también son muy convencionales en sus roles de género, no están en conflicto con esa responsabilidad. Pero en el caso de las mujeres que creen más en la igualdad, tener esas responsabilidades conlleva una salud mental más deficiente”.

De ahí se derivan en parte las identidades discordantes, explicó: “Quiero ser esta persona, pero no lo soy”.

Resulta revelador que, aunque las parejas del mismo sexo tienden a repartirse la responsabilidad principal del trabajo y la familia una vez que tienen hijos, suelen estar más contentas con la división. Hay investigaciones que han descubierto que esto se debe a que es más frecuente que se hable de quién hará qué, en lugar de suponerlo en función del género.

Los investigadores de The Lancet afirman que es difícil extraer conclusiones definitivas de los 19 estudios y que sería conveniente realizar más investigaciones. Hay un vacío en la investigación académica, que algunos estudios más recientes están empezando a llenar: se trata de un análisis más detallado de cómo afectan a las personas los distintos tipos de tareas y responsabilidades.

Por ejemplo, para algunas personas es más agradable hacer la compra que lavar la ropa o disfrutan más cocinar que lavar los platos. El cuidado de los niños puede resultar más gratificante que las tareas domésticas, y leer o dar un paseo con un niño es más agradable que calmar un berrinche o levantarse a las tres de la mañana a atender a uno de los hijos que se despertó.

Pero, según los investigadores, una cosa está clara, cuando los hombres realizan más trabajo no remunerado, se alivia el impacto en las mujeres.


Claire Cain Miller escribe sobre género, familias y el futuro del trabajo para la sección The Upshot. Se unió al Times en 2008 y formó parte de un equipo que ganó el Pulitzer al servicio público en 2018 por informar sobre temas de acoso sexual en el lugar de trabajo. @clairecm  Facebook

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