El matrimonio es difícil, sólo basta preguntarles a Tom y Gisele

En esta encarnación moderna, el matrimonio se ha vuelto menos un contrato entre una pareja y su comunidad, y más una promesa entre dos personas de satisfacer sin ayuda de nadie todas las necesidades del otro.


Por: Elizabeth Spiers, columnista de Opinión, periodista y estratega de medios digitales. Fue editora en jefe de The New York Observer y la editora fundadora de Gawker.

Tom Brady, el mariscal de campo superestrella de 45 años, y Gisele Bündchen, la supermodelo de 42 años, anunciaron la semana pasada que se habían divorciado: según reportajes, no estuvieron de acuerdo sobre la decisión de Brady de salir de su retiro y regresar a jugar con los Bucaneros de Tampa Bay. En mi barrio, Brooklyn, esa no es una razón típica para divorciarse. La mayoría de nosotros no estamos en relaciones en las que todos los involucrados pueden monetizar cuerpos de una belleza increíble por millones de dólares.

Sin embargo, los contornos sí son familiares: una persona en el matrimonio ha renunciado a una carrera para permitir el éxito de la otra. Luego se supone que el beneficiario de ese intercambio sea recíproco, pero no es así. En un matrimonio heteronormado, con una regularidad decepcionante, la carrera de la mujer es la que sufre.

En realidad, nunca sabemos qué ocurre en los matrimonios de los demás, pero, si eres del tipo de persona cuyo cada movimiento siempre termina perfectamente fotografiado en los tabloides de celebridades, tampoco puedes culpar al público por pensar que sí lo entiende. Brady, quien posee siete anillos de campeonato de Super Bowl, decidió que todavía había cosas que podía lograr en el campo. Es fácil imaginar que Bündchen, quien había supervisado los asuntos del hogar, también quería lograr otras cosas.

Mi empatía está con Bündchen por muchas razones y algunas de ellas son por la naturaleza específica de lo que está pidiendo. Mi marido y yo tenemos 45 años y, a esa edad, aunque estés en excelente forma, de todas maneras, te despiertas algunos días y resulta que te torciste el tobillo mientras dormías o que se te olvidó algo obvio que sin duda sabías la semana pasada… y ninguno de nosotros ha pasado toda una carrera recibiendo golpes en la cabeza por parte de linebackers o apoyadores.

En algún momento, parece razonable querer que el padre de tus hijos deje de hacer eso antes de que sufra una lesión de la que no pueda recuperarse. También soy un poco parcial en este asunto porque crecí en Alabama, donde el fútbol colegial es más o menos una religión y soy una apóstata. Tengo hermanos que jugaron fútbol americano y los vi demasiadas veces librarse por un pelo. Tom Brady tal vez sea único en su tipo, pero aun así solo puedo pensar que ese deporte no es más que un “baile de contusiones”.

Mi empatía podría estar con Brady en cuanto a lo que le ocurre a un matrimonio cuando una persona pierde algo que considera una parte importante de su identidad. ¿Qué es el retiro en comparación con la adoración ferviente de los aficionados cada vez que sales al campo? Muchos atletas descubren que no saben bien qué hacer cuando sus carreras comienzan a atenuarse.

Sucede lo mismo con muchas modelos. Sin embargo, Bündchen no era demasiado vieja para su carrera. La dejó de lado para facilitarle la suya a Brady (los aficionados de Brady que lo quieren en el campo desestiman el trabajo de ella pues lo consideran frívolo, insignificante, en el contexto del de él. Sin embargo, seamos honestos: no es como si alguno de los dos estuviera curando el cáncer).

Para cualquier mujer, la maternidad puede desplazar el sentido de quien solía ser, aunque la fortuna, la fama y el poder cultural de Gisele sin duda la eximieran de muchas de las realidades prácticas que les pesan tanto a muchas madres. Fui afortunada de gozar de varios meses de incapacidad por maternidad cuando tuve a mi hijo y fue surreal pasar de tener conversaciones de adultos sobre valuaciones de empresas, durante las horas laborales, a volver a reproducir 200 veces canciones de cuna con tonos de rock independiente para un pequeño humano cuyas únicas formas de comunicación eran gritar, reír y llorar. Disfrutaba estar con mi hijo, pero también necesitaba ser la persona que soy fuera de mis roles de madre y esposa.

Si estás acostumbrada a ser una supermodelo con la fama suficiente como para que te conozcan por un solo nombre, me imagino que la transición es una sacudida todavía más fuerte y tal vez incluso un poco irritante pues la “esposa de Tom Brady” son cinco sílabas más que “Gisele”.

Por supuesto, estos no son problemas para la gente en matrimonios en los que una persona decide tener una carrera y la otra opta por las labores domésticas y ambos están satisfechos con ese arreglo. No obstante, este colapsa cuando ambos consideran el trabajo que hacen como parte de sus identidades centrales y fracasan las concesiones que hacen.

Casi la mitad de las familias estadounidenses son hogares de dos ingresos. Aunque algunas personas consideran que el trabajo les consume el alma, otros tienen la suerte de tener empleos que encuentran satisfactorios, más que tan solo llevar el salario a la casa (para la mayoría de nosotros, puede ser una u otra cosa cualquier día de la semana). Sin embargo, durante la pandemia, cuando una gran cantidad de personas se salieron de la fuerza laboral para ser cuidadoras, el sesgo de género fue extremo. Y es fácil adivinar a quién favoreció.

En esta encarnación moderna, el matrimonio se ha vuelto menos un contrato entre una pareja y su comunidad, y más una promesa entre dos personas de satisfacer sin ayuda de nadie todas las necesidades del otro. Las narrativas de la cultura popular veneran el matrimonio como un logro por sí mismo, por medio del cual dos personas son perfectas la una para la otra e interdependientes emocional y económicamente, desconectadas de amigos, familia y otros miembros de su comunidad; justo la red de apoyo que podría brindar un sentido de validación y valor cuando ya no puedes jugar fútbol americano a nivel profesional.

Si somos justos, es difícil tener una colaboración equitativa todo el tiempo en el matrimonio. Los roles cambian. Cuando estaba comprometida, un amigo que llevaba tiempo casado me contó algo que le había dicho su padre. Desde entonces, he repetido variaciones de eso muchas veces.

Me dijo que imaginara todas las cosas imprevisibles que podían pasar, cambios drásticos durante tu matrimonio: enfermedades graves, incapacidad, desempleo, ruina económica, la muerte de seres queridos, la muerte de hijos, infidelidades y más. Sin importar cuán maravilloso todo parezca ahora, van a surgir alguna o todas esas situaciones. No hay de otra. Nada permanece igual.

Para las mujeres como Bündchen en matrimonios en los que ambas personas tienen intereses fuera del matrimonio y el hogar, los roles a menudo cambian con base en la disponibilidad, el ingreso, la salud y lo que sea que hayan acordado en la relación. También cambian según las expectativas sociales, e incluso las mujeres ricas como Bündchen, que pueden pagar para que les cuiden a los hijos y ayuda externa y tiene más control sobre su tiempo que muchas de las mujeres que trabajan, siguen sujetas a predisposiciones antiguas: que su rol en esencia es de apoyo y sus ambiciones son secundarias.

En la jerga de los videojuegos, son “personajes no jugadores”, personajes que no tienen una narrativa ni una voluntad significativa fuera del papel que desempeñan para permitir que los jugadores salgan victoriosos. No pueden ganar de manera significativa.

Si nunca iba a ser su turno, no culpo a Bündchen por decidir salirse por completo del juego.

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Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.

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