Entre 2020 y 2021, el número de personas que pasan hambre aumentó en 40 millones. Conflictos, crisis sanitarias y cambio climático son los principales responsables. Los expertos coinciden: prevención, cadenas de suministros resilientes y que cada país tenga su propio sistema alimentario son la solución.
En 2021, 193 millones de personas de 53 países se encontraban en situación de crisis por inseguridad alimentaria aguda. Es decir, tenían problemas para satisfacer sus necesidades diarias más básicas y dependían de la asistencia humanitaria para salir de esta situación.
Se trata de una cifra que no para de crecer. Entre 2020 y 2021, el número de personas que pasan hambre se incrementó en 40 millones, y se estima que puede seguir aumentando. De acuerdo con la FAO, la situación empeora a un ritmo alarmante.
Entre las causas destacan factores como los conflictos, la crisis sanitaria y el cambio climático. Detrás de ellos, subyacen siempre dos problemas estructurales: la pobreza y la desigualdad. Esta es una de las principales conclusiones del informe Global Report on Food Crises 2022, del Global Network Against Food Crisis, una alianza internacional que trabaja para hacer frente a las crisis humanitarias.
Las cinco categorías del hambre
Hambre: ganas y necesidad de comer. Escasez de alimentos básicos. Sensación incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Existen multitud de acepciones de la palabra hambre, así como diferentes formas de medirla.
Una de ellas es la que propone la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF). Esta establece cinco grandes categorías, que van desde la general, con riesgo mínimo, hasta la quinta, la de catástrofe humanitaria:
- Fase 1 o de riesgo mínimo: se trata de aquella en la que los hogares tienen acceso adecuado y estable a los alimentos.
- Fase 2 o de riesgo acentuado: los hogares acceden a un consumo mínimo adecuado, pero para conseguirlo deben recurrir a estrategias no convencionales o no sostenibles en el tiempo.
- Fase 3 o de crisis: los hogares consiguen alimentos de forma irregular, por lo que sufren malnutrición. Cuando los consiguen de forma habitual, lo hacen con métodos que agotan sus medios de subsistencia.
- Fase 4 o de emergencia: la irregularidad en el acceso a alimentos provoca niveles muy elevados de malnutrición y mortalidad. La única solución es recurrir a estrategias de emergencia.
- Fase 5 o de hambruna: los niveles de inanición, desnutrición y muerte son críticos.
De acuerdo con el ‘Global Report on Food Crises 2022‘, al menos 193 millones de personas se encontraban en la fase tres o superior en 2021. De ellas, 40 millones se situaban en fase cuatro y más de medio millón en fase cinco.
El mapa del hambre nos lleva a África. De los diez países más afectados, la mitad son africanos: República Democrática del Congo, Etiopía, Madagascar, Nigeria y Sudán del Sur. La lista la completan Afganistán, Yemen, Siria, Pakistán y Haití.
El informe pone también la lupa sobre América Latina, para resaltar que más de 12 millones de personas de cinco países sufren inseguridad alimentaria aguda (categoría tres o superior). Son, además de Haití, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
De la guerra al cambio climático
Los conflictos fueron la principal causa de las crisis alimentarias en 2021. En total, dejaron en situación de riesgo a 139 millones de personas de 24 países. Entre ellos, Etiopía, Sudán del Sur y Yemen, en donde existe población en categoría cinco o de hambruna.
Otro de los países en los que más personas sufren hambruna es Madagascar. Allí, la principal causa es consecuencia directa del cambio climático: el sur del país arrastra desde hace ya cinco años intensas sequías que han dejado las tierras yermas y a millones de personas en situación de emergencia. La de Madagascar ha sido considerada la primera hambruna del cambio climático.
Diferentes fenómenos meteorológicos extremos, la pandemia provocada por la COVID-19 y las crisis económicas son otros de los factores que se retroalimentan y empeoran una situación determinada por la pobreza y la desigualdad. En 2022 se suma, además, la crisis generada por la guerra de Ucrania.
Entre las soluciones, los autores del informe destacan mejorar la prevención. Ayudar a los países a contar con sus propios sistemas alimentarios sostenibles, menos dependientes del exterior y con cadenas de suministro resilientes, para evitar que los alimentos vuelvan a faltar.