Él es el Real Madrid

Un año después de la debacle de la Superliga, Florentino Pérez es campeón de Liga de Campeones de Europa, en una etapa que parece consolidar el proceso de convertir un club que es propiedad de sus socios en su reino personal.


Dando zancadas, Florentino Pérez entró al plató de televisión con una apariencia sombría. Aunque sabía que su interlocutor sería un poco más informal —camisa de cuello abierto y saco deportivo—, el presidente del Real Madrid había elegido un sencillo traje negro para la ocasión. Incluso, usó corbata. Se trataba de negocios, no de placer; era algo serio, no algo trivial, y Pérez quería proyectar eso.

En las pantallas detrás de él, un espeluznante logotipo naranja representaba la caricatura de un balón de fútbol con llamas saliendo de su corona rotatoria.

En Inglaterra, en Italia y, en particular, en Estados Unidos, una variedad de financieros, empresarios y magnates de varios niveles —todos ellos, como Pérez, entre la docena de miembros fundadores de la que sería conocida como la Superliga— observaron con horror.

Los 12 clubes se esforzaron, en las semanas previas a su anuncio, por encontrar a alguien que actuara como líder de su idea. Era un proyecto complejo y delicado, que necesitaba una presentación cuidadosa. Pero aunque ninguno de los propietarios estadounidenses de los equipos más ilustres de Inglaterra quería ocupar el centro del escenario, tampoco creían que Pérez, el arquitecto de gran parte del proyecto, diera la impresión de tener autoridad, peso y persuasión.

Pérez fue un portavoz imperfecto de la Superliga aunque, en gran medida, fue responsable de su creación.

Aunque Pérez ocupa una posición de poder casi sin igual en casa —presidente del Real Madrid y presidente ejecutivo de una de las firmas constructoras más grandes del mundo, por lo que su palco en el Santiago Bernabéu es un imán para las personas importantes—, en el extranjero con frecuencia es considerado como rimbombante, arrogante y un poco ridículo. Su participación en El Chiringuito (un programa nocturno de entrevistas a celebridades) pareció confirmar los temores de sus socios.

Unos días después, el proyecto entero colapsó. Y luego, cuando habían pasado apenas un poco más de 12 meses, todo ocurrió de nuevo.

Durante cuatro años, Pérez había anunciado con bombos y platillos que el Real Madrid firmaría a Kylian Mbappé e hizo todo lo posible para convencer al delantero francés (que durante su infancia fue un fanático de los merengues). El club había reservado una parte considerable de sus ingresos por transferencias para la cuota por firma de contrato de Mbappé y su salario y, en marzo, Pérez hacía declaraciones no muy discretas a los medios informativos que indicaban que un acuerdo era inminente.

Luego, a finales de la semana pasada, Mbappé le envió un mensaje a Pérez para agradecerle su oferta e informarle que había decidido quedarse en el Paris Saint-Germain. Pérez apenas tuvo el tiempo suficiente para alertar a su equipo sobre la noticia, antes de que el francés de 23 años apareciera en el campo del Parque de los Príncipes para celebrar su nuevo contrato de tres años.

Por lo general, en un club tan orgulloso y exigente como el Real Madrid, ese par de humillaciones sería suficiente para generar un motín. Sin embargo, Pérez sigue igual de poderoso e inexpugnable como siempre.

La afición del Madrid está acostumbrada a un cierto nivel de éxito.

Por supuesto, en parte, eso puede ser atribuido al único aspecto del club que no está bajo su control directo. En última instancia, Pérez se mantiene o cae con base en la suerte del equipo. A pesar de solo haber hecho cambios cosméticos a la escuadra el verano pasado —las incorporaciones de Eduardo Camavinga, un joven mediocampista; el versátil David Alaba, y el regreso de Carlo Ancelotti como director técnico—, esta ha probado, un poco de manera inesperada, ser una temporada clásica para el Real Madrid.

Un equipo que la temporada pasada fue derrotado por su rival en la ciudad, el Atlético, ha recuperado con facilidad su posición en el campeonato nacional. Un equipo que había sido eliminado de la Liga de Campeones sin problemas por el Ajax, el Manchester City y el Chelsea en los últimos tres años ha vuelto, imperiosamente, a la final. Únicamente el Liverpool, el sábado en París, se interpone entre el Real Madrid y su récord de 14ª Copa de Europa.

En Karim Benzema, el último hombre en pie de aquella primera oleada de fichajes que anunció el regreso de Pérez a la presidencia del Real Madrid en 2009, el club puede poseer al jugador más destacado del mundo. En jugadores como Vinicius Júnior, Camavinga o Rodrygo, están los retoños verdes de una nueva generación que empieza a brotar. Pérez ha supervisado todo esto mientras reconstruía el Bernabéu, convirtiéndolo en un recinto de última generación, con amplias zonas corporativas y un campo de césped retráctil.

El Real Madrid venció al Liverpool, su rival del sábado, en la final de la Liga de Campeones 2018.

No obstante, Pérez, de 75 años, no es tan vulnerable a las vicisitudes de la forma y la fortuna como podría esperarse de un presidente elegido de manera democrática. Después de todo, el Real Madrid es propiedad de sus socios, pero se siente cada vez más como el reino personal de Pérez.

El verano pasado, una de las pocas figuras en el club que fungió como contrapeso de Pérez, el jugador de la era galáctica del equipo (un término que fue popularizado por los medios periodísticos españoles para referirse a la primera etapa del empresario como presidente del Real Madrid) y que se convirtió en entrenador durante la misma etapa, Zinedine Zidane, renunció y dio como razón que el club “ya no me daba la confianza que necesito”. En su proceso de salida, Zidane comentó que no había sido “valorado” como un “ser humano”.

Al mismo tiempo, el capitán del equipo, Sergio Ramos, también se iba. Ramos rompió en llanto en la conferencia de prensa convocada para confirmar su partida, donde reveló que el club no había cumplido con la promesa de una extensión contractual de un año. “Nunca me comunicaron que la oferta tenía fecha de caducidad”, comentó Ramos. “Tal vez entendí mal”.

No son las únicas figuras definitorias en la encarnación moderna del Real Madrid que se sintieron un poco alienadas por Pérez. Sus relaciones con las estrellas de la era previa Iker Casillas y Raúl González también han sido tensas a veces (aunque ambos han regresado al club).

No obstante, a Pérez ya no le preocupan los riesgos de traicionar a exjugadores venerados, no ahora que su dominio sobre el Real Madrid es, en esencia, inexpugnable, tanto de manera oficial como conceptual.

En 2012, cambió los estatutos del club para decretar que cualquier candidato a la presidencia debe haber sido socio durante al menos 20 años, y poseer una fortuna personal equivalente al 15 por ciento de los ingresos del equipo.

Pérez es el centro de atención en su palco del Bernabéu junto a amigos, políticos y empresarios.

Afirmó, en su momento, que era una medida necesaria para evitar que el Real Madrid fuera vendido a un inversor extranjero, pero desde entonces existe el chiste de que los candidatos a la presidencia también deben trabajar en la construcción, tener tres hijos y usar zapatos talla nueve. Pérez ha disputado tres elecciones presidenciales desde entonces. Ningún rival ha podido cumplir con los criterios reglamentarios.

No obstante, lo más significativo es que Pérez ha anulado a casi cualquier medio crítico. Por ejemplo, ha sido aleccionador leer los relatos en gran parte de los medios informativos de Madrid sobre el acuerdo con Mbappé. En vez de un fracaso para el Madrid, la decisión de Mbappé ha sido descrita como la de un mercenario y la de un traidor, un desertor que le dio su palabra a Pérez y luego lo traicionó.

Los familiares de Mbappé han estado tan preocupados por la manera en que los medios han mostrado al jugador que su madre dio un paso adelante e hizo una corrección pública en Twitter afirmando que su hijo nunca “dio su palabra” al Real Madrid.

El hecho de que eligió El Chiringuito para conversar sobre la Superliga por primera vez tampoco fue un accidente. Con frecuencia, el programa presenta a periodistas prominentes que respaldan al Madrid y que son conocidos por comenzar a llorar por los éxitos del club o hablar mal de aquellos —Gareth Bale, Eden Hazard— que se considera que han deshonrado al equipo.

En ese aspecto, el programa no es la excepción. Pérez supervisa una vasta red de medios informativos dóciles, dependientes no solo de su gracia y favor para obtener información y acceso, sino también acobardados por la magnitud y el peso de sus intereses comerciales. Pérez siempre ha asegurado que solo es poderoso porque es el presidente del Real Madrid, pero eso no es del todo cierto. Es poderoso de muchas otras maneras.

Eso le ha permitido dirigir al Real Madrid como le parece conveniente. A pesar de su tamaño, la jerarquía del club es relativamente cercana, muchas decisiones de reclutamiento son supervisadas por Pérez; su director general, José Ángel Sánchez, y su jefe de ojeadores, Juni Calafat. El Real Madrid es, en ese sentido, un caso único, casi como una involución en una era en la que la mayoría de sus colegas han diversificado y profundizado su personal.

Pérez diría, por supuesto, que funciona: cinco finales de la Liga de Campeones en nueve años son todas las pruebas que necesita. Ese es, quizás, su mayor don. No importa lo que haga, no importa lo improbable que parezca, Pérez tiene una notable capacidad para salir triunfante.

Este podría haber sido el año que desestabilizara el reino que con tanto esfuerzo ha construido. En cambio, es posible que sea el año que lo consolide para siempre.


Sobre el autor: Rory Smith es el corresponsal principal de fútbol, con sede en Mánchester, Inglaterra. Cubre todos los aspectos del fútbol europeo y ha reportado tres Copas Mundiales, los Juegos Olímpicos y numerosos torneos europeos. @RorySmith

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