El cubrebocas resta comunicación a personas con problemas auditivos

Impide ver la boca y la expresión facial, fundamentales para que se puedan leer los labios o entender al interlocutor.


Por: Laura Lucía Romero Mireles 


La utilización de cubrebocas, debido a la emergencia sanitaria, resta herramientas de comunicación a las personas con problemas de audición, señaló Antonio Soda Merhy, académico de la Facultad de Medicina (FM).

Su uso correcto protege de contagios por la Covid-19 y otras enfermedades que se transmiten a través de pequeñas gotas que se producen cuando las personas infectadas tosen, estornudan o hablan, por lo que se ha vuelto indispensable durante la pandemia.

No obstante, la mascarilla deforma la voz y disminuye los decibeles a los que nos escuchan; aún más, impide ver la boca y la expresión facial, fundamentales para que alguien con disminución auditiva pueda leer los labios o entender mejor a su interlocutor. De esa manera se convierte en un hándicap (circunstancia desfavorable) y su uso en desventaja laboral, escolar y de relación con otras personas, alertó.

Durante la emergencia sanitaria, los pacientes han tenido que enfrentar la situación como pueden: tomar distancia, solicitar que el interlocutor hable con más volumen o que lo haga con lentitud. Por ello es importante que la población tenga paciencia y tratar de ayudar en cuanto detecte que una persona tiene una discapacidad, y facilitarle la comunicación, sugirió Soda Merhy.

El especialista recordó que en términos médicos la reducción auditiva se describe como hipoacusia, y tiene diferentes grados. Alguien con audición normal percibe de 0 a 20 decibeles; cuando es superficial va de 20 a 40 dB; media, de 40 a 60 dB; severa, de 60 a 80 dB; y profunda, más de 80 dB. Una conversación normal, por ejemplo, se lleva a cabo aproximadamente entre 40 a 60 dB. A mayor severidad los problemas para escuchar y comunicarse son más importantes.

Las causas de la hipoacusia, explicó el otorrinolaringólogo, pueden ser congénitas o adquiridas. En el primer grupo están los niños que nacen con mala audición, y en el segundo las personas que pierden la capacidad de oír debido a diversas enfermedades. “Aquí lo importante es que alguien que nace con audición adquiere lenguaje; los que no, tendrán por destino ser sordomudos”.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen en el mundo aproximadamente 70 millones con esa condición; más de 80 por ciento vive en naciones en desarrollo. “En nuestro país, más de 10 millones de habitantes podrían presentar algún grado de disminución auditiva”, refirió.

Al respecto el universitario explicó que la anatomía del oído se divide en externo, medio e interno: el externo está constituido por el pabellón auricular y el conducto auditivo que termina en el tímpano; en el oído medio hay tres huesecillos (martillo, yunque y estribo); y el interno está formado por la cóclea o caracol y el laberinto (distintos nervios.)

La audición se lleva a cabo cuando al entrar la onda sonora impacta el tímpano, que mueve los huesecillos y el estribo mueve el líquido del oído interno; hasta ahí, el estímulo es mecánico. Al movilizar el líquido, el caracol funciona como un transductor de energía que convierte los estímulos en ondas bioeléctricas, que a través del nervio auditivo son enviadas a la corteza cerebral donde se procesa para tener la sensación auditiva. De acuerdo con esto, las hipoacusias son conductivas cuando el problema es en el oído externo o medio, y sensorineurales es a nivel del oído interno.

Cuando hay problemas en el oído externo y medio, y la onda sonora no llega al oído interno, se llama hipoacusia conductiva, porque la conducción del sonido está interferida ya sea por un tapón de cerumen (cera que se produce en el conducto auditivo externo), o falta de desarrollo del mismo; en el oído medio, por perforación de la membrana timpánica, presencia de moco o pus y caries o fijación de los huesecillos. Y si el problema es a nivel del oído interno, se trata de una hipoacusia sensorineural.

En esta área se registra una “revolución” que son los implantes cocleares, uno de los avances más significativos en otología y en medicina, porque se sustituye un neuroepitelio dañado por un dispositivo eléctrico, recalcó Soda Merhy.

El experto universitario comentó que para que el cubrebocas no sea un obstáculo en la comunicación, éstos se pueden diseñar con una ventana de material transparente a nivel de la boca con el fin de que se puedan leer los labios, y de hecho ya se utilizan en España en la comunidad silente. “Son herramientas que se van creando para tratar de sustituir una baja auditiva que se acentúa con la mascarilla, y tratar de que no sea así”.

Destacó que los pacientes con falla auditiva que no usaban con frecuencia el audífono en sitios tranquilos, ahora lo utilizan más. El experto recomendó evitar los sitios ruidosos.

Aldea84
Aldea84http://aldea84.com
Sitio para nativos y migrantes digitales basado en la publicación de noticias de Tijuana y Baja California, etnografías fronterizas, crónicas urbanas, reportajes de investigación, además de tocar tópicos referentes a la tecnología, ciencia, salud y la caótica -y no menos surrealista- agenda nacional.
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La utilización de cubrebocas, debido a la emergencia sanitaria, resta herramientas de comunicación a las personas con problemas de audición, señaló Antonio Soda Merhy, académico de la Facultad de Medicina (FM).

Su uso correcto protege de contagios por la Covid-19 y otras enfermedades que se transmiten a través de pequeñas gotas que se producen cuando las personas infectadas tosen, estornudan o hablan, por lo que se ha vuelto indispensable durante la pandemia.

No obstante, la mascarilla deforma la voz y disminuye los decibeles a los que nos escuchan; aún más, impide ver la boca y la expresión facial, fundamentales para que alguien con disminución auditiva pueda leer los labios o entender mejor a su interlocutor. De esa manera se convierte en un hándicap (circunstancia desfavorable) y su uso en desventaja laboral, escolar y de relación con otras personas, alertó.

Durante la emergencia sanitaria, los pacientes han tenido que enfrentar la situación como pueden: tomar distancia, solicitar que el interlocutor hable con más volumen o que lo haga con lentitud. Por ello es importante que la población tenga paciencia y tratar de ayudar en cuanto detecte que una persona tiene una discapacidad, y facilitarle la comunicación, sugirió Soda Merhy.

El especialista recordó que en términos médicos la reducción auditiva se describe como hipoacusia, y tiene diferentes grados. Alguien con audición normal percibe de 0 a 20 decibeles; cuando es superficial va de 20 a 40 dB; media, de 40 a 60 dB; severa, de 60 a 80 dB; y profunda, más de 80 dB. Una conversación normal, por ejemplo, se lleva a cabo aproximadamente entre 40 a 60 dB. A mayor severidad los problemas para escuchar y comunicarse son más importantes.

Las causas de la hipoacusia, explicó el otorrinolaringólogo, pueden ser congénitas o adquiridas. En el primer grupo están los niños que nacen con mala audición, y en el segundo las personas que pierden la capacidad de oír debido a diversas enfermedades. “Aquí lo importante es que alguien que nace con audición adquiere lenguaje; los que no, tendrán por destino ser sordomudos”.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen en el mundo aproximadamente 70 millones con esa condición; más de 80 por ciento vive en naciones en desarrollo. “En nuestro país, más de 10 millones de habitantes podrían presentar algún grado de disminución auditiva”, refirió.

Al respecto el universitario explicó que la anatomía del oído se divide en externo, medio e interno: el externo está constituido por el pabellón auricular y el conducto auditivo que termina en el tímpano; en el oído medio hay tres huesecillos (martillo, yunque y estribo); y el interno está formado por la cóclea o caracol y el laberinto (distintos nervios.)

La audición se lleva a cabo cuando al entrar la onda sonora impacta el tímpano, que mueve los huesecillos y el estribo mueve el líquido del oído interno; hasta ahí, el estímulo es mecánico. Al movilizar el líquido, el caracol funciona como un transductor de energía que convierte los estímulos en ondas bioeléctricas, que a través del nervio auditivo son enviadas a la corteza cerebral donde se procesa para tener la sensación auditiva. De acuerdo con esto, las hipoacusias son conductivas cuando el problema es en el oído externo o medio, y sensorineurales es a nivel del oído interno.

Cuando hay problemas en el oído externo y medio, y la onda sonora no llega al oído interno, se llama hipoacusia conductiva, porque la conducción del sonido está interferida ya sea por un tapón de cerumen (cera que se produce en el conducto auditivo externo), o falta de desarrollo del mismo; en el oído medio, por perforación de la membrana timpánica, presencia de moco o pus y caries o fijación de los huesecillos. Y si el problema es a nivel del oído interno, se trata de una hipoacusia sensorineural.

En esta área se registra una “revolución” que son los implantes cocleares, uno de los avances más significativos en otología y en medicina, porque se sustituye un neuroepitelio dañado por un dispositivo eléctrico, recalcó Soda Merhy.

El experto universitario comentó que para que el cubrebocas no sea un obstáculo en la comunicación, éstos se pueden diseñar con una ventana de material transparente a nivel de la boca con el fin de que se puedan leer los labios, y de hecho ya se utilizan en España en la comunidad silente. “Son herramientas que se van creando para tratar de sustituir una baja auditiva que se acentúa con la mascarilla, y tratar de que no sea así”.

Destacó que los pacientes con falla auditiva que no usaban con frecuencia el audífono en sitios tranquilos, ahora lo utilizan más. El experto recomendó evitar los sitios ruidosos.

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