Fue ultimado a pocos centímetros de donde hace algunos meses fue ejecutada otra persona, uno de sus compañeros, como si ese espacio estuviera destinado a la tragedia, a la sangre, al dolor.
Fotos: Gustavo Suárez
Pasaban las 10 de la mañana, cuando un seco impacto de un arma de fuego sonó sobre la calle Manuel Contreras, a pocos metros del bulevar Díaz Ordaz, abriéndose paso entre el bullicio de los autos. Y después vinieron más estruendos. Ásperos, fríos. Certeros.
Los alrededores de la colonia Jardines de la Mesa se llenaron de confusión, mientras en comerciantes y automovilistas reinaba el terror, con palpitaciones que aceleraban los ritmos cardiacos.
En un momento, donde parecía ser que todo volvía a la normalidad, emergió la álgida realidad, la única que contaba: sobre el concreto de la calle, estaba el cuerpo desangrándose de un hombre.
En la sangre que escurría de su cuerpo, directamente de su región craneal, se despedían los últimos sorbos de su vida.
La víctima, un masculino de aproximadamente 40 años de edad, era conocido por trabajar como el “checador” de los taxis que tienen como destino la colonia 3 de Octubre, una de las más conflictivas de la ciudad, desde tiempos inmemorables.
Curiosamente, fue ultimado a pocos centímetros de donde hace algunos meses fue ejecutada otra persona, uno de sus compañeros, como si ese espacio estuviera destinado a la tragedia, a la sangre, al dolor.
Y mientras pasaban los minutos, al sitio arribaron los paramédicos de la Cruz Roja, quienes certificaron lo inevitable: la muerte del sujeto, que hasta ese momento permanecía en calidad de desconocido.
Así pasaron esos minutos, quedando su cadáver boca bajo, polvoriento y granuloso, mezclado con lo seco de su propia sangre, tan sólo resguardado por débiles listones amarillos, que permitían una supina intimidad a su cuerpo ante la frialdad de los agentes de Servicios Periciales y el paso de caminantes, que lo mismo eran amas de casa con bolsas de mandado, que simples curiosos que sólo buscaban saber qué había ocurrido.
Así fue el asesinato número 1866 durante el año en Tijuana y otro de tantos en el que las víctimas son trabajadores del transporte público. Así fue esta mañana de diciembre, una mañana normal de esta ciudad.