Contaminación y desigualdad: lo que cuesta una prenda barata

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El modelo de producción de la moda rápida no es sostenible ni para el planeta ni para los trabajadores.


En los últimos días cientos de personas han mostrado su pánico en redes sociales ante el supuesto cierre de Shein. Sin embargo, la marca low cost está lejos de echar la persiana y la firma ha abierto este jueves su primera tienda temporal en Madrid con colas kilométricas de más de dos horas de espera. El rumor sobre su cierre surge del nuevo Plan de Acción para la Economía Circular de la Unión Europea, que busca combatir el impacto ambiental y social de la fast fashion.

“Luchar contra la moda rápida, la basura textil y la destrucción de los productos textiles no vendidos, y velar por que su producción se lleve a cabo respetando plenamente los derechos laborales”, reza parte del texto, que no contempla cierres de marcas como Shein, sino un mayor control de la producción. No es la primera vez que la UE carga contra este tipo de moda. El pasado verano, Ursula Von der Leyen la calificó de “veneno”.

Después de la tragedia de Rana Plaza en Bangladesh, cuando un edificio donde se encontraban las fábricas de proveedores de marcas ampliamente conocidas se derrumbó y mató a más de 1.000 personas en 2013, comenzó a hablarse de la necesidad de regular las condiciones de trabajo de la personas que cosen la ropa que llega cada día a las tiendas. Sin embargo, y a pesar de que marcas como Mango, Zara o H&M han lanzado colecciones bajo el reclamo de la sostenibilidad, la opacidad sigue siendo habitual y se sigue cuestionando su modelo de negocio.

“La moda rápida no puede ser de ninguna forma sostenible. Se produce bajo el lema de usar y tirar”, sentencia Neus Soler, experta en tendencias de consumo y profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Laura Opazo, especialista en moda sostenible y autora de Armario sostenib00está de acuerdo con Soler: “Creo que hay conceptos que no casan nunca. Si piensas en rapidez, pues eso no puede ser sostenible. Es que se le está exigiendo una cantidad de recursos ingente al planeta con una rapidez imposible”.

Según Soler, la fast fashion es de usar y tirar, no solo desde la perspectiva del consumidor. “También de la protección de los trabajadores que desarrollan su actividad en malas condiciones, y de las nefastas consecuencias hacia el planeta, como los vertidos en mares, ríos y océanos”, defiende la profesora. Los datos no dejan lugar a dudas: la industria de la moda es responsable del 10% del total de las emisiones de dióxido de carbono según Naciones Unidas y del 20% de la contaminación de los océanos.

No son las únicas cifras que piden cambios y regulaciones a gritos. Como recoge la periodista Marta D. Riezu en su ensayo La moda justa, el 98% de las personas que trabajan confeccionando prendas de ropa no tiene un salario suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Es un dato extraído del documental The true cost, que sacó a la luz las miserias de la industria tras la tragedia de Rana Plaza. Estos trabajadores no solo no cobran lo suficiente, sino que están expuestos durante horas a todo tipo de químicos y tintes perjudiciales para su salud.

Una trabajadora en una fábrica de Bangladesh.
Una trabajadora en una fábrica de Bangladesh.

Según Bloomberg, la industria también es responsable de un quinto de los 300 millones de toneladas de plástico que se producen cada año. En las dos últimas décadas, la producción de prendas se ha duplicado, y la tendencia es ascendente, tal y como apuntan estudios de la consultora McKinsey del World Economic Forum. De toda esta cantidad de ropa que se produce cada año, toneladas terminan en vertederos donde se queman, una opción que las marcas prefieren antes que ponerlas a la venta a un precio rebajado, donarlas o utilizarlas para producir otras prendas. De hecho, según un estudio de la fundación Ellen McArthur, menos del 1% de las prendas que se recolectan en las tiendas para reciclar se reutilizan.

¿Pasos en la buena dirección o greenwashing?

Precisamente estos contenedores apostados en las tiendas son una de las medidas que han implementado las marcas fast fashion en favor de la sostenibilidad. Las generaciones millennial y Z están más preocupadas que las anteriores en que las marcas que consumen sean respetuosas, sin embargo los más jóvenes son el público potencial de Shein, que produce ingentes cantidades de ropa en condiciones de opacidad que diversos colectivos han denunciado.

Cada día la marca incorpora nuevos diseños a su web, y no lo hacen de dos en dos, las novedades se cuentan por miles. La marca china sabe de la preocupación por la sostenibilidad y hace menos de un mes lanzaron evoluSHEIN, una línea en la que, según ellos, se utilizan “materiales de origen responsable”.

“La moda rápida no puede ser de ninguna forma sostenible. Se produce bajo el lema de usar y tirar”- NEUS SOLER, EXPERTA EN TENDENCIAS DE CONSUMO Y PROFESORA COLABORADORA DE LOS ESTUDIOS DE ECONOMÍA Y EMPRESA DE LA UOC.

No es la única, Zara, Mango, H&M… todos los grandes nombres tienen colecciones cápsulas fabricadas con tejidos reciclados, algodón orgánico y utilizando menos litros de agua en el proceso. En la fundación H&M incluso han implementado unos premios que reconocen la innovación en tejidos y procesos. Pero, ¿son pasos reales en la buena dirección o es mero postureo? “Es un fenómeno que llamamos greenwashing y es eso, un lavado de imagen”, responde rotunda Neus Soler. “No sirve de nada. Lo usan para unas cuantas prendas y una colección, pero nada más. También te digo que por algo se empieza, pero vamos a ver qué ocurre”, añade.

“Nuestro trabajo de sostenibilidad nunca se ha centrado en el greenwashing esto va categóricamente en contra de lo que defendemos”, defienden desde H&M. Los responsables del departamento de comunicación reconocen que como empresa líder en el sector tienen “la responsabilidad de liderar el cambio hacia una industria de la moda más sostenible y comunicar de forma transparente” los avances que está haciendo el grupo en el marco de la sostenibilidad.

Desde H&M señalan que llevan más de 25 años trabajando con una estrategia de sostenibilidad, y que “no es un complemento”, si no un pilar integrado en la marca. “En todo el mundo tenemos más de 200 personas que trabajan exclusivamente en funciones de sostenibilidad en todos los aspectos de nuestro negocio, lo que garantiza que sea siempre una prioridad absoluta, como debe ser”, añaden.

Par las expertas, una de las claves está en la cantidad de prendas que se producen. “Que reduzcan su producción. De nada sirve sacar una colección cápsula si sigues produciendo esa cantidad ingente. Y en lugar de utilizar algodón orgánico que parece la panacea, se podría apostar por reutilizar materias primas”, sentencia Laura Opazo. Desde Shein, preguntados por El HuffPost sobre su modelo sobreproductivo, han declinado hacer declaraciones al respecto ya que son una marca “hermética” y prefieren centrarse en comunicar novedades sobre sus colecciones.

Vertedero de ropa en el desierto de Atacama, en Chile.
Vertedero de ropa en el desierto de Atacama, en Chile.

Para Opazo, “ninguna gran marca de fast fashion está haciendo, aunque introduzcan mejoras, cambios importantes a nivel global”. La autora también denuncia la manera en la que las marcas comunican, ya que puede llevar a error a los consumidores. “Cada vez hay más gente que se fija en los ingredientes de la comida leyendo el etiquetado, o de los cosméticos, y en la moda se está empezando tímidamente, pero está claro que no podemos ser expertos en todo. Entonces, si las marcas informan de forma errónea sobre qué es sostenibilidad, pues el consumidor piensa que está contribuyendo”, relata.

Soler no es optimista de cara al futuro y ve difícil que estas grandes marcas cambien su modelo de negocio a corto plazo. “Por iniciativa propia no van cambiar porque el último objetivo de una empresa es obtener beneficio, y así les va de traca, pero si el consumidor presiona…”, explica la profesora, que cree que consumidores e instituciones deben alinearse.

“En España falta voluntad y no hay tanta preocupación como, por ejemplo, en los países nórdicos, donde hay más movimiento por parte del consumidor y contra las marcas. Recuerdo también la campaña en Reino Unido de no comprar en un año. Sin presión por parte de la sociedad o de la administración pública, es difícil. La administración puede hacer un control de la producción, porque aquí nos movemos por la ley del premio y el castigo”, señala.

Las alternativas y qué puede hacer el consumidor

“En manos del consumidor no está la solución a todo”, aclara antes de nada Laura Opazo. En los últimos tiempos se ha incidido en que las personas se responsabilicen de ser respetuosos con el planeta, sin exigir demasiado a la industria. A pesar de que por sí solos no tienen una varita mágica o solución, con sus compras y replanteándose su relación con la moda cada persona puede contribuir.

“En manos del consumidor no está la solución a todo”- LAURA OPAZO, AUTORA DE ‘ARMARIO SOSTENIBLE’

Uno de los primeros cambios para ambas expertas es dejar de asociar ‘ir de compras’ cada sábado a una forma de ocio. “Esto surge por el boom de los centros comerciales, que son templos de consumo donde puedes pasar todo el día comiendo y comprando, pero antes la gente no quedaba para ir de shopping”, reflexiona Opazo.

“La moda no es ocio, pero ahí ya entra todo el fenómeno del marketing, la gente está muy estresada y la salida es ’vamos a pasar esta tarde de compras”, señala Soler. “No debería de entenderse la compra de ropa como un momento de ocio, igual que no lo es la compra de alimentación en el supermercado”, añade la profesora. La experta, además, aporta un dato revelador sobre estas compras impulsivas o sin pensar demasiado: “Desde el momento en que te compras una prenda hasta que la descartas te la has puesto diez veces. Solo diez veces”.

Cuando se habla de intentar dejar atrás la moda rápida, surge habitualmente la cuestión económica. ¿Cómo comprar prendas respetuosas con el planeta si tenemos unos ingresos limitados? “Evidentemente tenemos la capacidad económica que tenemos, y una cosa es la voluntad que tengas y otra lo que puedas comprar. Pero eso no quiere decir que no se puedan hacer otras cosas, como apostar por el reciclaje, que eso lo podemos hacer todos”, defiende Soler.

Para la experta, “también se puede renunciar a tener tantas prendas en favor de tener menos pero de más calidad”. Opazo también apuesta por comprar mejores prendas y mejor confeccionadas, de mayor durabilidad. “No necesitamos tener tantos, en lugar de irte de compras cada semana, pues vete una vez al semestre y en lugar de ocho pantalones baratos pues compra uno de 80 euros que te dure más”, insiste Opazo, que se pregunta ¿qué es barato y qué es caro?. “Quizás se pueda pensar que todo lo que cuesta más que los márgenes de Primark es caro, pero no es así. Hay que revisar los conceptos”, defiende la autora de Armario sostenible.

Siguiendo esta línea, la marca española de complementos Zubi lanzó en 2021 la campaña No soy cara, soy justa en la que desgranaba todos los costes del proceso de creación de uno de sus bolsos para concienciar al consumidor sobre lo que cuesta realmente fabricar un complemento o una prenda ética y fabricada en España.

“Hay otras maneras de consumo como el alquiler textil, porque a día de hoy estamos consumiendo muchas prendas que luego no amortizamos, igual las vestimos dos veces. De hecho, si nos fijamos en la segunda mano, a veces se venden prendas todavía con la etiqueta. El alquiler de prendas permite acceder a productos de mejor calidad y al mismo tiempo te ves renovada”, señala Opazo. La experta señala además que los consumidores se terminan aburriendo porque “las marcas de fast fashion quieren llegar a todo el mundo, por lo que ves esa prenda que llevas puesta a todo el mundo por la calle”. Hola, chaqueta amarilla de Zara.

Soler también menciona la economía circular, y poner las prendas que ya no queremos a la venta en segunda mano o darle otros usos a las prendas, reutilizando los materiales. Además, en los últimos años también ha ganado popularidad la idea del armario cápsula, o lo que es lo mismo, hacerse con un puñado de prendas de buena calidad, atemporales, de fondo de armario, que se puedan vestir durante varios años.

“Son prendas comodín de buena calidad que son infalibles con alguna más especial. Depende del gusto de cada persona, no tiene que ser una camisa blanca y un pantalón negro, igual una persona que trabaja en un gimansio tiene que tener buenos chándal y buenas deportivas. Hay que combinar los básicos con prendas de personalidad, porque si todos llevamos el pantalón negro, la camisa blanca y el abrigo beige seríamos un país aburridismo. La moda es estética, expresión personal y creatividad”, reflexiona Opazo.

Ambas insisten en que hay alternativa, y Soler recuerda que es necesario pensar el impacto que la sobreproducción y el sobreconsumo están teniendo en el planeta: “Tenemos que hacer una reflexión a nivel de sociedad, pensar en qué le vamos a dejar a los que vienen detrás”.

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