A 50 años: ‘El padrino’ explicado en siete frases

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Los diálogos del filme se han convertido en parte de nuestra memoria colectiva. Siete escritores, directores y actores recuerdan la película y lo que estas palabras significan para ellos.


Cuando El padrino de Francis Ford Coppola se estrenó en Nueva York el 15 de marzo de 1972, los críticos entendieron de inmediato que el drama familiar de la mafia era una obra maestra. Pero no podían haber previsto cómo algunos de sus diálogos se convertirían en parte de nuestra memoria colectiva, a menudo convirtiéndose en frases populares, más allá de la propia película. Como parte de la celebración del 50 aniversario de El padrino, le pedimos a siete fanáticos (críticos, actores, directores) que recordaran a Don Vito Corleone, a sus hijos Sonny y Michael, y a secuaces como Clemenza y Tom Hagen, con el fin de reflexionar sobre los diálogos más importantes del filme.

(Un hombre, dueño de una funeraria, le pedía a Don Corleone que hiciera justicia en el caso de su hija).

“Yo creo en América”. Estas cuatro palabras, pronunciadas de manera entrecortada y melodiosa sobre una pantalla completamente negra, son lo primero que escuchas en El padrino después de los breves acordes de la banda sonora. Las palabras resuenan sobre la pantalla sin imágenes, exigiendo tu atención y preparándote para lo que viene. Pero son inescrutables (¿Qué significa creer en un país?), y mientras permanecen en la oscuridad, Coppola deja que tu imaginación explore las posibilidades. ¿Es un compromiso, una férrea convicción, una declaración de intenciones?

Estas palabras inauguran la obra maestra de Coppola y establecen el siniestro y fúnebre escenario de lo que pronto vendrá. También anuncian una de las películas más fundamentalmente estadounidenses que se han hecho en este país, que ama y condena —aunque sobre todo ama— la violencia tanto dentro como fuera de la pantalla, y que recuerda a sus forajidos como héroes populares, que consagra a sus villanos, que erigió estatuas de sus esclavistas y que ha votado por sus estafadores. El padrino es perfecta desde el primer hasta el último encuadre, pero su grandeza es distinta: habla de una verdad sobre el carácter estadounidense que todos podemos reconocer.

Aunque es posible que no todos creamos en Estados Unidos, creemos en su violencia incluso si entendemos que puede enterrarnos. No es de extrañar que estas palabras las pronuncie el dueño de una funeraria, el orgulloso y enojado Amerigo Bonasera (interpretado de manera inolvidable por Salvatore Corsitto). Su rostro es lo primero que ves, y justo después de que dice su gran frase, Coppola corta a un primer plano de este hombre. Es un impresionante retrato en claroscuro, con Bonasera mirando directamente a la cámara, su pálido rostro esculpido flotando en la sombra. Parece un ave rapaz, una calavera; se parece a la muerte.
—Manohla Dargis, coeditora de las críticas de cine en el Times.

(Le dice Clemenza a su compañero sicario).

“Siempre escuché el rumor de que esa frase fue improvisada por Richard Castellano, cuando interpretó a Clemenza. Y luego te das cuenta de la especificidad del trabajo que hicieron los actores, creando un mundo tan fuerte que moldeó sus comportamientos. Clemenza tenía una larga lista de cosas por hacer, esa era la artimaña para andar con Paulie. Y, mientras lee las tareas de la lista, recuerda que su esposa le pidió que recogiera unos cannoli. Lo que estaba escrito en el guion era: ‘Deja el arma’. Me encanta porque la escritura fue magistral, y solo te atreverías a improvisar algo que estuviese a la altura del guion que era una obra maestra. Esa improvisación te dice que el actor estaba al tanto de eso, y se estaba divirtiendo. La simpleza de un marido haciendo su lista de mandados se convierte en un asesinato. Me pregunto si Castellano, cuando vio la película, dijo: ‘Vaya, la dejaron’”. — Wendell Pierce, actor.

(Michael explicándole a su hermano mayor por qué la venganza tiene sentido).

Business Never Personal es el título de un álbum clásico de 1992 de EPMD, uno de los más astutos de los muchos tributos que el hip-hop le ha rendido a El padrino. El título implica cierta crueldad amoral y sin sentimentalismos, una negativa a comprometer la búsqueda de ganancias. Pero la música es cualquier cosa menos impersonal y “Crossover”, el mayor éxito del álbum, es una acusación contra los artistas vendidos y los títeres corporativos. La mayoría de las veces, invocar El padrino es una forma de señalar lo que el crítico social Daniel Bell definió como las contradicciones culturales del capitalismo.

“Es estrictamente de negocios” fue la frase usada por Tom Hagen para describir el intento de asesinato de Vito por parte de familias rivales. “Negocios” también fue la justificación de Michael para su propuesta de venganza, que incluía el asesinato de un capitán de la policía. Cuando el calmado Tom, que no es siciliano, argumenta que la familia no debería tomar el ataque a su patriarca como algo personal, está tratando de calmar la ira del apasionado Sonny. También está sugiriendo que el código del viejo mundo para librar las disputas de sangre debería ser superado por un enfoque estadounidense más moderno. La familia debería dejar de lado los pensamientos de venganza y hacer un trato.

¿Michael estaba de acuerdo? Pareciera que retorció el razonamiento de Tom hasta llegar a una conclusión aún más violenta de lo que imaginaba Sonny. Esa es una dialéctica de gánsteres ejemplar y el eje sobre el que gira la película (y tal vez el mundo). Michael, un graduado universitario y veterano militar, pasa de ser un hermano pequeño a convertirse en un asesino, transformando a los Corleone de una familia criminal en algo así como un conglomerado transnacional. Esto no los hace menos asesinos. Todo lo contrario.

En la siguiente escena, Michael escucha un eco de su debate en las palabras de su enemigo, Sollozzo, quien explica que el golpe a Vito fue “una cosa di business”. Michael no discute. Para mostrar hasta qué punto está de acuerdo, le mete una bala en la cabeza a Sollozzo. Nada personal. — A. O. Scott, coeditor de las críticas de cine en el Times.

(Clemenza le dice eso a Sonny tras recibir un paquete impactante).

Estos no son hombres que se dedican a la poesía, aunque a menudo hablan en clave. Sin embargo, esta pequeña escena le da a la muerte de Brasi, llena de mal gusto y con el impacto de sus ojos saltones, una posdata gentil y mitológica. Como un tritón o un marinero enamorado condenado por el canto de una sirena, el gángster garroteado ahora duerme con los peces. La imagen, presentada como una expresión de Sicilia, se menciona en obras como Moby Dick y la Ilíada, pero eso no es algo que Sonny —heredero de la crueldad de su padre pero no de sus tradiciones— entienda. Por lo tanto, le corresponde a Clemenza interpretar el mensaje con algunas palabras que hacen que la escena del pescado no solo sea una elegía para Brasi, sino para todas las tradiciones europeas que naufragan en medio de la brutalidad de una nueva generación. —Jessica Kiang, crítica de cine.

(Don Corleone explicando su método de persuasión, digamos).

“Esta película es una puñalada furtiva y profunda a las fallas del sistema estadounidense sobre esa idea de luchar por el sueño americano. Eso siempre fue muy significativo para mí, que llegué a Estados Unidos desde Inglaterra a principios de los años setenta, y sigue siendo importante tantos años después. También habla de la dualidad de cómo se percibe la película, que es como este manual de texto, casi de Maquiavelo, sobre cómo tener éxito en la sociedad capitalista estadounidense y llegar a la cima. Pero, al mismo tiempo, esa declaración está cargada con el patetismo y la tristeza del lugar de donde vinieron estas personas y lo que están tratando de lograr aquí y lo inalcanzable que es. Esta noción de tipos duros que se abren camino a la fuerza para sentarse en una mesa que no los quiere: inmigrantes que llegan a EE. UU. y luchan para ser escuchados”. — Alex Winter, actor y director.

(Don Corleone en una conversación con Tom Hagen, después de la emboscada de Sonny).

“Hay algo que siempre me ha gustado de esa imagen de las cinco familias criminales, la idea de que si esas cinco familias se unieran, imagina el poder que tendrían. Ese es uno de mis momentos favoritos porque cuando hablamos de poder, solemos hablar de quién es más fuerte y quién puede causar destrucción. Pero creo que lo que esa escena muestra muy bien es que el poder también se trata de quién es capaz de decir: ‘Basta’. Quién es lo suficientemente fuerte como para decir: ‘Paremos, hablemos. Estoy dispuesto a perder ahora para que no perdamos todos en el futuro’”. — Tayarisha Poe, directora

(Don Corleone mientras le gritaba al aspirante a estrella de cine Johnny Fontane).

En 1972 todavía no estábamos hablando de masculinidad tóxica, al menos no en esos términos específicos. Pero en muchas de las mejores películas de la década de 1970 los cineastas lidian con lo que era “actuar como un hombre” y las nociones retorcidas y conflictivas de la masculinidad que heredaron de sus padres, quienes a su vez las aprendieron de sus abuelos. Cuando Don Corleone, un patriarca tanto literal como simbólico, golpea y se burla de su ahijado Johnny Fontane por romper en llanto por su carrera en ruinas, nos recuerda cuán tenue debe ser la autoimagen masculina. Johnny necesita la ayuda de su padrino porque tuvo un romance con la pareja de un poderoso director de un estudio de cine; Michael arriesga su vida y cambia su futuro porque un capitán de policía lo humilló; a Sonny lo matan porque quiere defender el honor de su hermana. Sin embargo, Dios no permita que ninguno de ellos muestre la fragilidad de derramar lágrimas; eso no sería masculino. — Jason Bailey, autor y crítico en Fun City Cinema.

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