Las gafas cuestan 300 dólares y lucen geniales, pero carecen de una buena aplicación. También permiten vislumbrar un futuro con menos privacidad y más distracciones.
Durante las últimas semanas, he estado utilizando una cámara nueva para hacer fotos y videos a escondidas de desconocidos en parques, trenes, tiendas y restaurantes. (Prometo que todo fue en nombre del periodismo). No escondía la cámara, pero la llevaba puesta y nadie se dio cuenta.
Estaba probando las gafas Ray-Ban Meta de 300 dólares que el imperio de redes sociales de Mark Zuckerberg acaba de lanzar en colaboración con el emblemático fabricante de anteojos. Estos lentes de alta tecnología incluyen una cámara para tomar fotos y videos, así como una serie de altavoces y micrófonos para escuchar música y hablar por teléfono.
Según Meta, las gafas permiten “vivir en el momento” y compartir con el mundo lo que se está viendo. Por ejemplo, puedes transmitir en directo un concierto en Instagram mientras ves la presentación, en lugar de sostener un celular. Es un objetivo humilde, pero forma parte de una ambición más amplia de Silicon Valley por alejar la informática de las pantallas de los teléfonos inteligentes y las computadoras y acercarla a nuestros rostros.
Meta, Apple y Magic Leap han estado promocionando visores de realidad mixta que utilizan cámaras para permitir que su software interactúe con objetos del mundo real. El 12 de diciembre, Zuckerberg publicó un video en Instagram en el que mostraba cómo las gafas inteligentes podían utilizar la inteligencia artificial para escanear una camisa y ayudarle a elegir pantalones a juego. Las empresas afirman que las computadoras faciales ponibles (wearables en inglés) podrían con el tiempo cambiar nuestra forma de vivir y trabajar. De acuerdo con Apple, que se prepara para lanzar el año que viene su primer visor de alta tecnología, las Vision Pro de 3500 dólares, el objetivo final son lentes inteligentes bonitos que realicen tareas interesantes.
En los últimos siete años, los visores han sido poco populares, en gran parte porque son voluminosos y estéticamente desagradables. El diseño minimalista de las gafas Ray-Ban Meta indica el aspecto que podrían tener algún día los lentes inteligentes si triunfan (aunque otras gafas ligeras del pasado, como las Google Glass de hace una década y las gafas de sol Spectacles lanzadas por Snap en 2016, fueron un fracaso). Elegantes, ligeras y satisfactoriamente modernas, las gafas Meta se integran sin esfuerzo en la vida cotidiana. Nadie —ni siquiera mi editor, que sabía que estaba escribiendo esta columna— pudo distinguirlas de unas gafas normales y todo el mundo quedó felizmente desprevenido de haber sido fotografiado.
Después de usar las gafas Ray-Ban Meta prácticamente sin parar este mes, me sentí aliviado al quitármelas. Aunque me impresionó el diseño cómodo y elegante de las gafas, me incomodaron las implicaciones para nuestra privacidad. También me preocupa cómo las gafas inteligentes podrían afectar en general nuestra capacidad de concentración. Incluso cuando no estaba utilizando ninguna de las funciones, me sentía distraído mientras las llevaba puestas. Sin embargo, el principal problema es que las gafas no hacen mucho que no podamos hacer ya con los celulares.
Meta afirmó mediante un comunicado que la privacidad fue una prioridad a la hora de diseñar las gafas. “Sabemos que, si queremos normalizar las gafas inteligentes en la vida cotidiana, la privacidad tiene que ser lo primero y estar integrada en todo lo que hacemos”, dijo la empresa.
Me puse las gafas y tomé cientos de fotografías y videos mientras realizaba todo tipo de actividades de mi vida cotidiana —trabajar, cocinar, hacer senderismo, escalar, conducir un auto y andar en patineta— para evaluar cómo podrían afectarnos las gafas inteligentes en el futuro. A continuación, mi experiencia.
Siempre distraído
Mi primera prueba con las gafas fue usarlas en mi gimnasio de escalada, para grabar cómo maniobraba por las rutas en tiempo real y compartir los videos con mis amigos escaladores.
Me sorprendió comprobar que mi escalada, en general, fue peor de lo normal. Al grabar un intento de ascender, me equivoqué al mover los pies y me caí. Fue decepcionante porque había escalado con éxito la misma ruta antes. Tal vez la presión de grabar y transmitir una escalada sin problemas me hizo hacerlo peor. Después de quitarme las gafas, completé la ruta.
Esa sensación de distracción persistió en otros aspectos de mi vida cotidiana. Tuve problemas para concentrarme mientras conducía el auto o andaba en patineta. No solo esperaba de manera constante la oportunidad de grabar un video, sino que el reflejo de los faros de otros autos emitía un efecto estroboscópico azulado a través de las lentes de las gafas. El manual de seguridad de Meta para las Ray-Ban aconseja mantener la concentración mientras se conduce, pero no menciona el resplandor de los faros.
Mientras trabajaba en la computadora, las gafas me parecían innecesarias porque rara vez había algo que mereciera la pena fotografiar en mi escritorio, pero una parte de mi mente se sentía constantemente preocupada por esa posibilidad.
Ben Long, profesor de fotografía en San Francisco, se mostró escéptico ante la premisa de que las gafas Meta ayuden a las personas a permanecer presentes.
“Si llevas la cámara contigo, de inmediato ya no estás en el momento”, afirmó. “Ahora, te preguntas: ¿esto es algo que puedo presentar y grabar?”.
Erosión de la privacidad
Para informar a las personas de que están siendo fotografiadas, las gafas Ray-Ban Meta incluyen un diminuto LED incrustado en la montura derecha para indicar cuándo el dispositivo está grabando. Cuando se toma una foto, parpadea un momento. Cuando se está grabando un video, se ilumina de forma continua.
Mientras tomaba 200 fotos y videos con las gafas en público, incluso en trenes BART, en rutas de senderismo y en parques, nadie miró el LED ni me preguntó por él. ¿Y por qué iban a hacerlo? Sería de mala educación comentar las gafas de un desconocido y mucho más mirarlas fijamente.
El problema de la vigilancia generalizada no es especialmente nuevo. La ubicuidad de los teléfonos inteligentes, las cámaras en los timbres de las puertas y las cámaras en los tableros de los autos hace que sea probable que te graben adonde vayas. Pero Chris Gilliard, experto independiente en privacidad que ha estudiado los efectos de las tecnologías de vigilancia, afirmó que lo más probable es que las cámaras ocultas en las gafas inteligentes permitan a los malos actores —como las personas que toman fotos furtivas de otros en el gimnasio— hacer más daño.
“No hacen posible algo que era imposible”, explicó. “Pero hacen fácil algo que era menos fácil”.
Albert Aydin, portavoz de Meta, señaló que la empresa se toma en serio la privacidad y ha diseñado medidas de seguridad, incluyendo una tecnología de detección de manipulaciones, para evitar que los usuarios tapen el indicador LED con cinta adhesiva.
En otras situaciones mundanas, las gafas Ray-Ban Meta me afectaron de maneras extrañas. Cuando estuve a punto de cruzar un camino de entrada en mi vecindario, vi que un automóvil comenzaba a dar marcha atrás. Mi reacción inmediata fue presionar el botón de grabación en caso de que necesitara capturar al conductor actuando de manera irresponsable. Pero cedió apropiadamente y crucé, lo que me hizo sentir avergonzado.
Momentos y fragmentos de la vida
Aunque las gafas Ray-Ban Meta no me hicieron sentir más presente o más seguro, fueron buenas para capturar un cierto tipo de fotografía: los momentos de la vida que normalmente no grabaría porque mis manos estarían ocupadas.
Con las gafas, grabé un video de mi corgi, Max, ladrando con fuerza para salir a caminar mientras me ataba los zapatos, una faceta de él que sus seguidores de Instagram normalmente no ven. Grabé un video de mis perros y mi esposa mientras caminábamos por un sendero, lo que normalmente sería difícil de hacer con un teléfono inteligente manteniendo las manos firmes. Cuando cortaba un poco de carne sobrante para preparar el almuerzo, grabé a mi labrador, Mochi, que me miraba con ojos hambrientos.
Las imágenes tenían una calidad de ensueño: la cámara parecía flotar mientras yo me movía. Mi esposa y yo estuvimos de acuerdo en que en el futuro miraríamos con cariño estos videos de nuestros perros. Sin embargo, aunque este tipo de momentos son realmente preciosos, esa ventaja quizá no sea suficiente para convencer a la gran mayoría de los consumidores de que compren gafas inteligentes y las usen con regularidad, dados los posibles costos de la pérdida de intimidad y las distracciones.
Sin embargo, es fácil imaginar algunas aplicaciones que podrían hacer masivo el uso de las gafas inteligentes. Por ejemplo, un teleprompter holográfico que muestre los temas de conversación en el rabillo del ojo mientras se hacen presentaciones sería genial. Tanto si ese producto lo desarrolla Meta como si lo hace Apple, que espera fabricar gafas inteligentes después de su visor Vision Pro, ese futuro no parece muy lejano.