Trabajar con la muerte: el joven que busca dar belleza a los cadáveres con maquillaje

A Fernando Butrón no le gusta decir su edad porque han usado de pretexto su juventud para descalificar su trabajo. También, seguro de su trayectoria, reconoce que se desenvuelve en un medio hostil, cerrado, ante el que elige defenderse con talento.

© Foto : Cortesía de Fernando Butrón

Por: Samuel Cortés Hamdan/ Sputnink

Su oficio es muy singular. No solo trabaja en turnos de 24 horas continuas por otras 24 de descanso, sino que hay días en los que no tiene mucha actividad durante la mañana y de repente se acumulan todos los pendientes en la noche. Nunca sabe. Esto porque la muerte no tiene horario y su oficio se desarrolla entre los muertos.


Formado en España, Butrón es maquillista profesional de personas difuntas. Tanatoesteticista, se autodefine en conversación con Sputnik. Es decir, etimológicamente, un esteta de la muerte.

El objetivo central de su trabajo, explica, es presentar el cuerpo ante los familiares de la mejor manera posible para permitir un tránsito adecuado hacia el entierro, la última despedida. “Cualquier técnica que se emplee sobre este cadáver es tanatoestética, desde el posicionamiento del cuerpo, desde las facciones, hasta inclusive el contraste y la tonalidad. Todo tiene que ver acerca de la estética, la belleza en la muerte”, explica.

El equipo de trabajo tiene precios elevados, por lo que se prefiere el apoyo de la funeraria.

Una herida personal, el detonante

Butrón decidió hacerse maquillista de muertos tras varios recorridos inciertos en su vida profesional y luego de una pérdida personal. Antes de iniciar en el oficio funerario, buscó oportunidades en la gastronomía y el trabajo social, sin fortuna.

“Yo siempre he tenido cierto toque en las artes estéticas, entonces decidí estudiar maquillaje profesional”, adelanta. Sin embargo, por sí solo consideraba ese ámbito banal, de poca trascendencia.

“¿Qué estoy haciendo realmente? Qué banalidad el hecho de nada más arreglar a alguien para que se vea bien”, reflexiona.

El giro definitivo se dio con la muerte de la que considera su figura paterna: el hermano de su mamá, es decir, su tío: “Fue el primer shock de la muerte que tuve”.

“Después de un tiempo de luto, de duelo, yo iba en la carretera con mi mamá y es como esas cosas que te llegan a la mente, las piensas, pero también las dices, entonces le dije a mi mamá: ¿y si maquillo muertos?”, narra.

La formación, los estereotipos y el profesionalismo

Hay una creencia extendida de que el maquillaje es cosa sencilla. Sin embargo, trabajar con el color en la piel requiere de diversos conocimientos y formación, declara Butrón, para desarrollar contrastes, tonalidades, dimensiones, relaciones con el rostro, etcétera.

“Cualquiera puede poner polvos, pero no todo el mundo puede llegar a un trabajo estético, digno para un familiar”, resalta.

Sobre las nociones sociales en torno a su disciplina, el maquillista comparte que está acompañada de estigmas, prejuicios e incluso preguntas tontas en torno al miedo, el espanto y las sorpresas nocturnas. No obstante, declara sentirse satisfecho con los desafíos y la naturaleza de su oficio.

El proceso de trabajo con los cadáveres inicia con un tratamiento quirúrgico en sus espacios de trabajo, las funerarias. Primero se preserva el cuerpo y luego se lo arregla. La preservación, a su vez, se divide en dos fases: el de las arterias y el de las cavidades. Primero se simula una circulación normal mediante el bombeo de químicos con colorantes y humectantes que permiten a los tejidos retardar la descomposición.

El maquillista trabaja con la muerte y trata de darle un sentido estético a la despedida.

En cuanto a las cavidades, describe, se utiliza un instrumento quirúrgico llamado trocar, de aproximadamente 60 a 90 centímetros de largo terminados en punta por 1,2 centímetros de diámetro. Tras entrar en el cuerpo, el utensilio permite retirar remanentes de sangre, fluidos y gases.

Además, se baña el cuerpo y se cierran las punciones e incisiones trabajadas, mediante pequeñas suturas, agrega. Secado el cadáver, comienza el proceso de vestido, maquillado, peinado y encajonamiento.

El maquillaje, especial para difuntos, permite saturar los colores de la piel y buscar la expresión de emociones, sentimientos y personalidades, dice Butrón, para rendir un tributo, un homenaje a la trayectoria que se vivió.

Desligarse de los difuntos: un desafío emocional

Lo más difícil del trabajo que desempeña Butrón es entender que debe mantener una distancia emocional con las personas difuntas a las que maquilla: “Al momento de involucrarte, claro, te va a dar muy fuerte, y es lo que me ha pasado una que otra vez al principio y sí han sido cosas muy difíciles”.

“Manejas muchas emociones, todo mundo habla del doliente, de cómo se siente, que está pasando por un duelo, pero nadie habla de nosotros los que lo estamos apoyando, porque nosotros nos comemos todas sus emociones también“, confiesa.

El poder de la despedida

La importancia de maquillar a los muertos, considera Butrón, radica en la fuerza de la despedida, de la última imagen que los familiares tienen al despedirse de su persona ausente luego de una convalecencia, hospitalización, un proceso de enfermedad, un accidente, violencia o una posible necropsia.

“Cuando tú no haces un buen trabajo, a la larga, en un futuro, cuando esa persona piense en su familiar que falleció, la primera imagen que se le va a venir es la imagen en donde estaba en el ataúd horrible. Y asimismo yo tengo el poder de hacer que alguien, por mi trabajo, pueda vivir un dolor más llevadero. No voy a decir que van a dejar de sentir, que va a dejar de doler, pero es más llevadero”, platica.

Entre sus trabajos más difíciles recuerda el de una adolescente a la que le gustaba bailar. Butrón comenta que siempre pide fotografías a los familiares para captar la personalidad del difunto y tratar de recrearla con el maquillaje y el vestido. En diálogo con la madre, conoció un poco de la vida de la joven, quien no pudo asistir a su último festival de baile, pero sí le fue confiado al maquillista el traje que iba a usar.

“Personalizar tanto con la mamá fue muy difícil porque te involucras tanto que lo haces tuyo y un arreglo que fácil pude haberme tardado, a lo mucho, hora y cuarto fue un arreglo de casi tres horas porque tenía que quedar perfecto porque había visto a la mamá llorar, había visto a la mamá doler y no podía, simplemente no podía permitirlo. Yo creo que eso es lo más difícil”, describe.

“Y valió la pena tanto tiempo de arreglo para que la mamá estuviera completamente satisfecha de ver a su hija. Eso siempre me va a marcar, toda la vida me va a marcar”, confiesa.

También hay familiares descontentos

A principios de 2022, platica Butrón, recibió el cuerpo de una persona muy adulta con un evidente desgaste en el cuerpo por el paso de los años.

“Los labios estaban sumidos, expresión de enojo, deshidratación, estado de caquexia completa, pues obviamente hice todo lo posible para que se viera muy bien, rehidraté tejidos, en cuestión de preservación, acomodé facciones, facciones en las cuales daba más una imagen de paz y de tranquilidad, hice un acomodo de labios, obviamente puse un formador bucal y demás”, explica.

“Y entonces, al momento de presentarlo, no les agradó porque decían que el señor no era así, entonces querían que le quitara el formador bucal para que se vieran los labios sumidos, querían que regresara como esta expresión de enojo porque el señor siempre estaba enojado, o sea, querían que lo demacrara mucho”, añade.

Un aprendizaje en torno a la vida y la muerte

“Yo, al momento de vivir con la muerte prácticamente todos los días estoy muy consciente de mi mortalidad y de la mortalidad de la gente, entonces yo te puedo decir que si en este momento me muriera, estaría bien conmigo mismo”, platica.

“No he hecho las cosas que quisiera hacer, pero las que he hecho hasta el momento me han tenido completamente satisfecho. [Este trabajo] me ha enseñado tantas cosas, me ha enseñado que los seres humanos somos completamente frágiles y si vivimos es de puro milagro. Hay tantas formas en las que las personas mueren que, digo, que estemos aquí es un tremendo milagro”, subraya.

Su relación cotidiana con la muerte, en la que ha convivido con centenas de cadáveres, le ha permitido encontrar paz, comparte el maquillista, no solo hacia sí mismo, sino también hacia las personas con las que convive.

“Este trabajo de verdad te pone los pies en la tierra de que realmente no somos nada”, sintetiza.


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