Los cigarrillos son los objetos plásticos de un solo uso más comunes. Cada año se fabrican unos seis billones que se consumen en todas las partes del mundo.
El tabaco acaba con la vida de unos ocho millones de personas cada año. Más de siete millones mueren por enfermedades relacionadas con su consumo directo, y el uno restante, como consecuencia de la exposición a su humo. Desde hace décadas, los efectos de fumar son conocidos y cifras como estas no sorprenden a nadie. Sin embargo, a menudo olvidamos que el tabaco influye también en otra salud: la del planeta.
Lo cierto es que la industria tabaquera es un gran contaminante que emite importantes cantidades de gases de efecto invernadero, deteriora el agua de los océanos y deja tras de sí un largo reguero de residuos. Un impacto que las empresas tabaqueras suelen ocultar con técnicas de lavado de imagen y greenwashing, sobre todo en los países en vías de desarrollo.
En un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas y la entidad STOP, se expone el impacto de la industria y el consumo tabaco en el medioambiente. Y se pide a los gobiernos de todo el mundo que utilicen sus políticas para evitar que estas empresas sigan lavando su imagen con técnicas engañosas.
La huella del tabaco
Se calcula que los cigarrillos son los objetos plásticos de un solo uso más comunes. Cada año se fabrican unos seis billones que se consumen en todas las partes del mundo. A menudo, terminan sus días contaminando el medio natural. Aunque su impacto medioambiental empieza mucho antes y va dejando marca a lo largo de todo su ciclo de vida.
Empecemos por el principio. De acuerdo con el informe de STOP, una asociación en la que participan grupos de investigación para el control del tabaco de diferentes entidades, como la Universidad de Bath (Reino Unido), la industria tala cada año 600 millones de árboles para producir cigarrillos. Desde la década de los setenta, 1500 millones de hectáreas de bosques se han convertido en campos de cultivo. Sobre todo, en zonas tropicales.
Estas producciones hacen, como no podría ser de otro modo, un uso muy intensivo del agua. Cada año se destinan 22 000 millones de toneladas de agua para producir tabaco. Lo equivalente, más o menos, a casi nueve millones de piscinas olímpicas. Esto tiene un impacto importante en los países productores, que a menudo están en zonas en las que el agua escasea.
Toda esta actividad tiene también una considerable huella de carbono. Las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) comienzan con la deforestación de los bosques y continúan con la producción. Según STOP, las tabaqueras son responsables de la emisión anual a la atmósfera de 80 millones de toneladas de CO₂, uno de los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.
¿Cuánto contamina un pitillo?
Basta con dar un paseo por la playa en cualquier momento del año para darse cuenta de que las colillas están entre los residuos más comunes. Y su presencia no es inocua. Los pitillos contienen sustancias químicas que, además de dañar nuestros pulmones, pueden contaminar el agua y el suelo.
Por otra parte, la industria tabaquera vierte a menudo los residuos de su producción en el entorno. Esto daña los acuíferos y los suelos de las regiones en las que trabajan, por lo general, en países en vías de desarrollo que cuentan con legislaciones medioambientales laxas y apenas controlan la actividad de estas grandes empresas en sus territorios.
A todo este reguero de contaminación hay que añadir también las cajas y los cartones. Al final del año, suman dos millones de toneladas de residuos.
‘Econlanqueo’ a nivel millonario
Desde 2011, British American Tobacco colabora con el Ministerio de Medioambiente de Brasil para preservar sus bosques. Philip Morris International cuenta con un proyecto para mejorar el acceso al agua a la población de Burkina Faso, Malí y Senegal. Y en la India, Imperial Brands financia actividades educativas, de saneamiento y de salud. Esta misma empresa ha llegado a venderse como «líder en de la acción contra el cambio climático».
Estos son solo algunos de los ejemplos de greenwashing que se detallan en el informe ‘El blanqueo ecológico: lo que se esconde detrás de las relaciones públicas «verdes» de la industria tabacalera’, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y STOP. En él se denuncia que el ‘ecoblanqueo’ de esta industria ha aumentado en los últimos años. Sobre todo, en los países de ingresos medios y bajos, donde se concentra el 80 % de los consumidores de tabaco en la actualidad.
La OMS ha recordado a los gobiernos que tienen un instrumento para evitar este lavado de imagen. Se trata del Convenio Marco para el control del tabaco de la propia OMS. El mismo acuerdo que prohíbe, entre otras cosas, la publicidad del tabaco.
“Las empresas tabacaleras están tratando de afirmar que se están volviendo sostenibles, promoviendo informes y acreditaciones ambientales. Es ‘humo’. Nunca se les pide que rindan cuentas por el daño ambiental causado por sus productos y las cadenas de suministro globales que alimentan sus ganancias”, señala Andrew Rowell, investigador del grupo sobre el control del tabaco de la Universidad de Bath y autor principal del informe.
“El impacto ecológico de esta industria es equivalente al de una de las grandes compañías petroleras. Necesitamos hablar sobre las grandes tabacaleras de la misma manera que hablamos sobre las grandes petroleras como causa del cambio climático”, concluye.