Idoia Salazar, profesora de la Universidad CEU San Pablo, analiza el potencial del metaverso que amplificará nuestros sentidos y nos permitirá tener la sensación de teletransportarnos a mundos paralelos.
Nuestra realidad se ha convertido en ciencia ficción. Comienza a ser un hecho. Cuando la sociedad, en general, aún está intentando entender por qué los robots de las películas salen en nuestros telediarios, y algo llamado ‘Inteligencia Artificial’ parece querer quedarse con algunos de los resquicios de nuestra ‘humanidad’, ahora los mundos virtuales de los videojuegos quieren entrar a formar parte de nuestra realidad. Pero… ¿hasta qué punto esto es posible en un futuro cercano? ¿Cómo afectaría a nuestra vida si esto acaba ocurriendo?
Que la tecnología nos está haciendo evolucionar a una gran velocidad es algo innegable. Con este rápido avance ocurre algo más: normalmente no nos da tiempo a pensar en las posibles consecuencias de nuestros inventos, ya sean buenos o malos. Así que los usamos y, una vez implementados, lloramos o nos alegramos. A base de prueba y error vamos aprendiendo o tropezando dos veces -o tres- en la misma piedra. Pero somos humanos y, por regla general, es nuestra forma de actuar en los tiempos que corren.
Transportémonos a esta nueva realidad durante unos momentos. A través de mi avatar puedo entrar en Nikeland, probarme prendas y zapatillas, y realizar ejercicio físico. Poco después, me muevo a Adiverso (Adidas), donde ya puedo pagar con criptomonedas mis productos
El Metaverso se abre ante nosotros como una realidad evasiva, que amplificará nuestros sentidos y nos permitirá tener la sensación de teletransportarnos a realidades paralelas. Sin duda las ventajas son innumerables, y no son pocos los negocios que han decidido adentrarse en esta aventura virtual ya desde sus ‘cimientos’. Sin duda llama la atención y las expectativas económicas son casi tan halagüeñas como las que genera la inteligencia Artificial. Goldman Sachs espera que la economía del metaverso mueva entre 2 y 12 billones de dólares durante esta década, mientras que Morgan Stanley lo sitúa por encima de los 8 billones de dólares. La cuestión es que este ‘nuevo mundo’ que ya aúna a muchas tecnologías emergentes abre grandes posibilidades en todos los sectores.
Transportémonos a esta nueva realidad durante unos momentos. A través de mi avatar puedo entrar en Nikeland, probarme prendas y zapatillas, y realizar ejercicio físico. Poco después, me muevo a Adiverso (Adidas), donde ya puedo pagar con criptomonedas mis productos . Los niños no volverán a aburrirse en el coche durante viajes largos, gracias a tecnologías de Metaverso, como la que está desarrollando Nissan. Y los trabajadores de BMW, específicamente los de su fábrica de Resensburg (Alemania) pueden probar ‘virtualmente’ diferentes opciones, antes de que les suponga un gasto físico. Inteligente ¿verdad?.
La ‘Aldea Global’ de McLuhan comienza a ser una realidad cada vez más REAL, aunque parezca redundante.
Pero, sin duda, una de las áreas donde más impacto tendrá será en el marketing. Y es que se abren grandes oportunidades para este sector, que ya están siendo aprovechados, junto con los llamados NFTs, por marcas como Coca-Cola. Esta compañía lanzó su propia colección de NFTs en una fiesta de avatares en la azotea de un edificio del metaverso de Decentraland. Este entorno virtual cuenta, además, con una de las primeras ‘discotecas virtuales’ de renombre. Se trata de ‘Amnesia Ibiza’. Tuvo que cerrar sus puertas en el mundo real debido a las consecuencias del Covid, pero han encontrado en el metaverso los recursos ‘perfectos’ para continuar con su actividad. Imaginaros: la mejor música personalizada en función de nuestros gustos, nuestro DJ de referencia a nuestro servicio, y la oportunidad de interactuar entre avatares de todas las partes del mundo. Y, lo mejor, ¡ser capaz de entenderles, sin problemas!, a pesar de no saber nada de su idioma. Se está trabajando mucho -gracias a sistemas de IA- en las traducciones, en tiempo real. La ‘Aldea Global’ de McLuhan comienza a ser una realidad cada vez más REAL, aunque parezca redundante.
Como vemos, no paran de salir noticias relativas a nuevas empresas y organizaciones que se embarcan en la aventura virtual. Este hecho me mueve a pensar que no se trata de una ‘moda pasajera’. Suelo tener bastante buen ojo en cuanto al impacto de las tecnologías emergentes. Algunas se diluyen debido a tres factores principales: la dificultad en su uso, poca necesidad real generada y el precio excesivamente caro para el consumidor medio. Otras se mantienen a pesar de que no cumplen alguno de estos requisitos (aunque es extraño que esto suceda). En el caso de la Inteligencia Artificial, estaba claro que había llegado ‘su momento’. El gran volumen de datos que generamos diariamente hace inviable que un cerebro humano pueda procesarlos correctamente. El uso de estas herramientas permite sacar el máximo provecho, en un tiempo récord, además de posibilitar nuevas estrategias basadas en las predicciones de futuro y no en el análisis del pasado. La IA es, hoy día, una necesidad clara, no una opción. El metaverso sí lo es, al menos por ahora, aunque, muy probablemente, no tarde en volverse adictivo, y dejar de serlo.
¿Estamos preparados?
La cuestión que debemos plantearnos ahora es si, como sociedad, estamos preparados para asumir todos estos cambios que se nos están planteando a pasos agigantados. ¿Tenemos la formación suficiente para poder asumirlos sin riesgos? ¿Sin que nos suponga un perjuicio, más que un beneficio? O… ¿debemos cerrar los ojos y sumarnos al trending topic global, a ver dónde nos lleva? Si todos se suman, será por algo…
Otra pregunta. ¿Están nuestras administraciones públicas y nuestros sistemas de justicia preparados para ‘protegernos’ en toda esta vorágine de impactos? Y, si no lo está… ¿lo llegará a estar algún día? Unas cuestiones de difícil respuesta, aunque sabemos que se está intentando, y no poco o de manera superficial. En cualquier caso, y dado este panorama, quizá sea el momento de replantarse el concepto de ‘responsabilidad individual’. Es decir, aquella que adquirimos cuando nosotros somos los que decidimos si usamos o no un producto o servicio, ya sea aquí o en el metaverso. Sinceramente creo que es algo que debemos fomentar (sin que sustituyamos, por supuesto, la responsabilidad de las administraciones públicas y judiciales en estos ‘hot topics’). Pero para que esto ocurra deben darse dos elementos de los que aún carecemos, en muchas ocasiones: transparencia y educación. Respecto al primer concepto, pensemos en empresas y organizaciones (públicas/privadas) capaces de mostrar a los consumidores, en un lenguaje sencillo, inteligible, el impacto de su producto/servicio, en caso de tenerlo. Ej: De qué manera la marca L’Oreal va a usar los datos que recoge de mi cepillo inteligente. Además, durante cuánto tiempo tendrá mis datos, y dar opción sencilla de borrado, cuando ya no me interese que esa empresa siga usándolos. En este sentido, ya se está pensando en ‘prospectos’ para los productos y servicios de IA, similares a los de las medicinas. En el metaverso deberá ser similar, ya que el rastro digital que dejaremos estará aún más magnificado.
La importancia de la educación en impacto
El otro gran concepto a afianzar es la educación. ¿Para qué? Pues nada menos que para desarrollar nuestro espíritu crítico. Una habilidad cada vez más demandada, pero…, a su vez, cada vez menos incentivada. Seguir las tendencias debe dejar de ser una moda. Debemos de adquirir la capacidad para tomar decisiones basadas en nuestro propio criterio, y no en el de los demás (cada vez más incentivados por los influencers). Pensemos. En un mundo en el que cada vez nos convertimos más a datos, si no contamos con la formación adecuada en el impacto de estas nuevas tecnologías, seremos -inconscientemente- fácilmente manipulables. Es una necesidad que las administraciones públicas hagan un esfuerzo importante en el desarrollo de esta habilidad tanto en colegios y universidades, como en centros de formación profesional, y centros de personas de tercera edad… un colectivo muchas veces olvidado, al que también incide el impacto de estas tecnologías. No se trata de aprender a ‘programa’ sino de enseñar a comprender su impacto en nuestra vida diaria.
Todo en uno
En definitiva, el metaverso no es mas que la confluencia de distintas tecnologías: realidad virtual, inteligencia artificial, blockchain, NFT´s, criptomonedas…, aderezado con un formato visual sugerente y fácilmente adictivo. El éxito está asegurado, siempre que se siga mejorando el hardware de acceso (en usabilidad y coste). Si las redes sociales supusieron, ciertamente, una revolución en las relaciones personales, nos encontramos a punto de entrar, de manera masiva, en el siguiente nivel. Con sus pros y sus contras. Con grandes retos pendientes, como la identidad digital (fundamental en este ‘nuevo mundo’) y una clara necesidad de grandes inversiones -técnicas y humanas- en ciberseguridad.
En este punto de la historia, podría parecer que muchas de las expectativas de las tecnologías de gran impacto que estamos viviendo, incluido el metaverso, pudieran parecer desmesuradas. Pero, en este caso, deberíamos no recaer mucho en las lamentaciones y empezar a prepararnos. No parece que este futuro esté muy lejano… Lo que ahora nos parece ciencia ficción y algo reservado a los videojuegos, posiblemente mañana sea una realidad (la vivamos parte en el mundo virtual, o no).
Tenemos poco tiempo, unas administraciones lastradas por el peso de la tradición, un sistema educativo obsoleto al que le cuesta evolucionar y un área legal que realmente está intentando, a marchas forzadas, ponerse al día ante tan continuos y sinuosos cambios
Hace poco mi hijo pequeño le preguntó a mi hija de 13 años qué haría si viviera mi adolescencia, sin teléfonos móviles. Ella le respondió que probablemente ‘comería hojas como los dinosaurios’. Algo inconcebible para su mentalidad. Muy probablemente los hijos de mi hija, a la edad que ella tiene ahora, vean inviable su vida sin la existencia de los mundos virtuales. La gran cuestión es si, en el periodo que nos queda hasta que llegue ese momento, el ser humano será capaz de anticiparse a los posibles riesgos y efectos negativos de los metaversos y poner los remedios oportunos. Tenemos poco tiempo, unas administraciones -en regla general- lastradas por el peso de la tradición, un sistema educativo obsoleto al que le cuesta evolucionar y un área legal que realmente está intentando, a marchas forzadas, ponerse al día ante tan continuos y sinuosos cambios. No será fácil. Eso está claro. Mientras, mi hija, sus amigos y la mayoría de la humanidad, en general, seguirá avanzando. En nuestras manos está que este camino se haga entre zarzas y matorrales maquillados y ‘virtualmente perfectos’ -aunque con más de una espina envenenada- , o a través de una amplia, bien pavimentada y reglamentada avenida (recalco que hablo más de educación que de leyes). Pongámonos a ello ahora… si empezamos mañana quizá sea tarde.
Idoia Salazar es cofundadora y presidenta del Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial, OdiseIA. Experta del Observatorio de IA del Parlamento Europeo (EPAIO). Especialista en Ética e Inteligencia Artificial. Profesora Doctora en la Universidad CEU San Pablo, e investigadora principal en el grupo SIMPAIR (Social Impact of Artificial Intelligence and Robotics). Autora de los libros: El algoritmo y yo, El Mito del Algoritmo, La Revolución de los robots y Las profundidades de Internet.